Literatura Canaria de finales del siglo XIX: Irrupción de la poesía femenina en Canarias (1)
Las escritoras canarias han padecido una doble discriminación, social y de género, en una sociedad predominantemente rural, represiva y replegada en sí misma hasta hace muy pocas décadas. Hasta finales del siglo XVIII no aparece en la Literatura Canaria la figura de la mujer. No he podido encontrar ni rastro de escritos femeninos hasta que aparece en la historia, la que se supone ha sido la primera escritora canaria, de la cual lo primero que nos salta a la vista es su apellido: Viera y Clavijo.
Se trata de María Joaquina Viera y Clavijo (Puerto de la Cruz ,Tenerife, 1736 – Las Palmas de Gran Canaria, 1819), quien está considerada la primera mujer poeta de Canarias. Era hermana del primer historiador canario y máximo exponente del movimiento ilustrado en las Islas, José Viera y Clavijo, del que ya hemos hablado en artículos anteriores y que personalmente, para mí, ha sido la mente más preclara de todos los tiempos, hasta ahora, en la Literatura Canaria. Sin embargo, de su hermana apenas se conoce su biografía.
Los pocos apuntes biográficos que existen la sitúan en el marco existencial de su hermano, a quien acompañaría toda su vida, en Las Palmas, cuando fue nombrado Arcediano de Fuerteventura, y ella le acompañó para atenderlo. Debió ser gran compañera y admiradora de su hermano, a quien pudo, además, prestarle el gran apoyo intelectual que su propia cultura y preparación le permitían. De ello ha quedado constancia en un inventario de los escritos de don José que redactó doña María: cuatro hojas en octavo, con los títulos perfectamente ordenados por temas, que acompaña a uno de los más bellos manuscritos de José Viera y Clavijo, que conserva el Museo Canario de Las Palmas: el del poema Los meses.
Según el historiador Álvarez Rixo, Doña María Viera y Clavijo cultivaba la escultura además de escribir sonetos esdrújulos. Al parecer, escribe sonetos esdrújulos a la manera de Bartolomé Cairasco de Figueroa, aunque ninguno de estos sonetos se conserva, pero sí otras composiciones que no carecen de interés. Sus poemas fueron recopilados en 1880 por el historiador grancanario Agustín Millares, pues hasta ese momento fueron inéditos. Actualmente hay publicada una obra titulada, Poesía,documento histórico particularmente valioso que expresa la moral de una época que comenzaba a cambiar costumbres, tradiciones y convicciones. Ha sido editada porEdiciones Idea y lleva prólogo de Elica Ramos, poeta actual.
Ya en la segunda mitad del siglo XIX, y aprovechando el momento de la poesía romántica, pudieron abrirse paso algunas aguerridas mujeres con un cierto nivel cultural como para hacerse presentes en la Literatura. Entre ellas:
Victoria Ventoso y Cullen (1827-1910) Natural del Puerto, de la Cruz, dejó casi toda su obra en un libro titulado Ensayos Poéticos, y que permanece inédito.Sus temas preferidos fueron el campo y el mar y también cantó sobre todo a los amores del hogar. Diversos críticos nos han hablado de ella como una poeta de gran inspiración, al estilo de Santa Teresa, y con una gran ternura.
Fernanda Siliuto Briganty (1834-1910), nació en la denominada Villa Abajo de La Laguna, bautizada el 23 de marzo de 1834 en la parroquia de Santo Domingo. Su padre era peninsular y la madre portuense. El siglo XIX isleño fue un semillero de poetas acompañados por bellas y tiernas criaturas, un mundo de sombras y felicidades, los abanicos de ellas estaban y recogían poemas que hoy guardan sus descendientes como tesoros, fue aquella juventud cantada por Rubén Darío que se va para no volver… De esta poeta se conocen algunos poemas, como Pensamiento y meditación, de arrebatada exaltación romántica.
Cesarina Bento Montesino (1844-1910), nace en la isla de La Gomera, en el pueblo de Agulo, en el seno de una de las familias dominantes de la época. Su obra poética apenas es conocida globalmente. Emigró a Cuba con sus padres cuando sólo contaba diez años. Cesarina había escrito en Cuba los poemas iniciales que darían forma a su actividad poética posterior, ya en España. Escribe también sobre su isla natal y de sus mayores: La Gomera. Su producción literaria se dio a conocer por Sebastián Padrón Acosta en el trabajo Musa isleña: Anchieta…, publicado en Biblioteca Canaria, en 1940, que dirigía Leoncio Rodríguez. En el diario de la finada confiesa haber escrito varios libros en Cuba, se entiende en viajes posteriores, que permanecían inéditos, salvo el trabajo que había comenzado y que tituló Las víctimas de un adulador. Rastros de ceniza de la colección ‘Voces de la Gomera’, nos presenta también parte de su obra.
Isabel Poggi de Llorente, nacida en Santa Cruz de Tenerife. Con ella y su poesía comienza el post-romanticismo, lo que podemos observar en sus poemas: La verdady El mundo y el recién nacido. Son también dignas de recordarse sus estancias Una noche serena y sus décimas A las horas. También fue colaboradora en las revistas literarias Museo Canario y Ecos de La Laguna en los años 1868 y 1878.
Dolores Stanilas, también nacida en Santa Cruz de Tenerife, de marcada inspiración religiosa, como podemos ver en sus poemas A Jesús crucificado, El pan eucarístico yLa creación.
Francisca Fleitas, otra poeta natural de la capital de Tenerife en el siglo XIX. Su poema más conocido: ¡¡Ellas!!
Ana Laso de Curbelo, natural de Lanzarote, autora de unas quintillas dedicadas a llorar el fallecimiento de su hija.
Carmen G. del Castillo, nacida en La Orotava, escribió poesías llenas de agilidad y de gracia como Mi ventana y otras como Hoy y Soneto. Colaboró también en La revista de Canarias y fue esposa del también poeta insular, Rafael Martín Fernández Neda. Murió en Madrid en 1905.
Agustina González y Romero, ‘La Perejila’, nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1820. Se le conoce con el nombre de «La Perejila», que era su pseudónimo. Fue integrante del notable grupo de poetas satíricos que escribió en esta ciudad a fines del siglo XIX y en el primer tercio del XX. Su satírica era agresiva y burlesca, aunque no toda su producción literaria pertenece a este género. Sus textos, que eran en su mayoría de composición improvisada, no se habían reunido en un libro hasta 1963, cuando Néstor Álamo los recopiló en el volumen titulado Poesía. Falleció en 1897.