El misterio del Valbanera
El próximo nueve de septiembre se cumplen 94 años de la tragedia en la que cientos de canarios fueron dados por muertos, a pesar de que nunca se hallaron sus cadáveres. Como en tantas ocasiones, el trágico destino dio sus avisos.
La historia de la emigración canaria contiene un episodio maldito, el protagonizado por el Valbanera, el barco de pasajeros que en una fatídica noche de septiembre de 1919 fue sepultado junto a su pasaje en aguas caribeñas. Cientos de canarios fueron dados por muertos, a pesar de que nunca se hallaron sus cadáveres. como en tantas ocasiones, el trágico destino dio sus avisos.
El Valbanera fue construido en el año 1906 en los astilleros C Connell & Co, en Glasgow, con unas dimensiones sin duda importantes: 119,85 metros de eslora por 14,6 metros de manga. Su tonelaje bruto era de 5.099, con una maquinaría capaz de desarrollar una fuerza de 447 caballos.
Fue a finales de 1916 cuando una vez matriculado en Cádiz comienza su ruta transatlántica americana, llevando a miles de emigrantes de la Península y de las Islas Canarias al Nuevo Continente en busca de una esperanza para sus familias.
Su servicio comenzaba en el puerto de Barcelona y desde allí partía hacia América con escalas en Cádiz, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de La Palma, San Juan de Puerto Rico, La Habana, Galveston y Nueva Orleans.
Se trataba sin duda de uno de los barcos predilectos de la Naviera Pinillos, Izquierdo y Compañía, bendecido con el nombre de la riojana Virgen de Valvanera, a la que la familia Martínez de Pinillos tenía especial devoción. Una bendición que según la leyenda popular nada pudo contra un destino trágico que ya algunos presagiaron al comprobar que el nombre de la virgen aparecía mal escrito: el error, cambiar la segunda “v” por una “b” al grabar el nombre en su casco.
Un trágico precedente
La trágica desaparición del Valbanera tuvo un preámbulo marcado por la muerte y el escándalo, a pesar de lo cual era difícil intuir su destino unos meses antes.
El 16 de julio de 1919, después de varios años en activo surcando el Atlántico, el Valbanera llegó al Puerto de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria procedente de Cuba, con una carga de 1600 pasajeros, 400 más de lo permitido, que viajaron durante 14 días en condiciones infrahumanas.
Varios emigrantes canarios -unas cifras hablaban de treinta y otras de siete- murieron a consecuencia de las malas condiciones del viaje y de la epidemia de gripe de la que se habían contagiado en La Habana, siendo arrojados sus cadáveres por la borda.
A su llegada a Las Palmas, fueron ingresados cerca de cien enfermos, muchos de los cuales terminaron muriendo. El paradójico destino quiso que dos meses después, el 20 de septiembre, fuera dado de alta el último de los enfermos de la epidemia de gripe, Juan Parrilla, el mismo día en que se tuvo la primera noticia de la desaparición del Valbanera.
Experiencias premonitorias
Los últimos días de la fatídica embarcación están marcadas por el misterio, e incluso existe un periodo de tiempo en el que el barco estuvo literalmente desaparecido.
El 10 de agosto de 1919 zarpó del puerto de Barcelona el “Valbanera”, haciendo escala en Valencia, Málaga y Cádiz, llegando a Las Palmas el día 17 de agosto. Un día después recogería a más pasajeros en Tenerife y el 19 saldría definitivamente hacia América desde Santa Cruz de La Palma, con 1.230 personas a bordo, entre tripulación y pasajeros.
Tras una parada en Santiago de Cuba, donde desembarcaron más de la mitad de los pasajeros, la fatídica embarcación zarpó rumbo al puerto de La Habana el 5 de septiembre siendo vistas sus luces desde la capital cubana la noche del 9 de septiembre, mientras un potente ciclón azotaba las aguas caribeñas.
El próximo y último contacto del “Valbanera” se produjo al mediodía del 12 de septiembre, cuando desde la estación de Key West se captó una llamada rutinaria del barco solicitando información meteorológica.
Nada más se supo del barco hasta que sus restos fueron encontrados en los fondos del Bajo de Rebecca, cerca de la isla Tortuga, por el cazasubmarinos US SC 203 de la marina americana el 19 de septiembre.
Ni en esta ni en la inspección efectuada dos días más tarde se encontraron cadáveres ni indicios que hicieran suponer que intentaran salvarse.
Cuenta la leyenda que a la salida del puerto de Santa Cruz de La Palma, una maniobra brusca hizo que el Valbanera perdiera una de sus anclas, lo que fue interpretado como un mal presagio por los marineros.
A su llegada a Santiago de Cuba desembarcaron 742 personas, a pesar de que la mayoría de ellas tenía su billete pagado hasta La Habana. Este “insólito” cambio de planes les salvó la vida, en un momento en el que no se tenían noticias del temporal ni nada hacia presagiar el trágico final.
Sin embargo, la historia del Valbanera es también la de varios sorprendentes presagios.
Su capitán, Ramón Martín Cordero, de 34 años de edad, con 8 años de servicio en la Pinillos y procedente de una familia de marineros gaditana, envió desde La Palma una carta a su esposa Mercedes Polanco y Cano, diciéndole que en el caso “de no perder la vida en este primer viaje, a la vuelta tendría el placer de que su hija le tirase de la americana”. Tal y como su esposa declaró a la prensa de entonces, “no parece sino que mi marido tenía el presentimiento de una desgracia”.
Otro de los episodios premonitorios más sorprendentes y comentados de la época lo protagonizó la niña de cinco años Ana Pérez Zumalave, vecina de la calle del Terrero de Las Palmas de Gran Canaria. “Próximo el viaje a La Habana -declaró un vecino al diario La Provincia- rogamos a la criatura nos recordara en el país para ella desconocido, a donde no quería ir. Llorosa, a nuestras palabras protestaba diciendo:
El Valbanera zarpó del puerto de Santiago de Cuba con rumbo a La Habana el 5 de septiembre y hasta el día 19 no es observado nuevamente, aunque está vez reposando en los fondos arenosos caribeños tras haber naufragado.
En todo este intervalo de tiempo existen dos fechas claves: la noche del 9 y el mediodía del 12 de septiembre. Durante la primera, los pasajeros del Montevideo, atracado en el puerto de La Habana, oyeron la sirena de un barco y creyeron distinguir sus luces, deduciéndose que no podía ser otro barco que el “Valbanera” puesto que no se esperaba la llegada de ningún otro. Tal y como escribe el investigador palmero Juan Carlos Díaz Lorenzo en su obra “Valbanera: viaje a la eternidad”, “Los vigías del Morro descifraron las señales que el barco emitía insistentemente: la letra G del Código Internacional de Señales, dos destellos largos de luz seguido de uno corto:
Y aunque desde el atardecer estaba encendida la señal que indicaba que la bocana estaba cerrada, por morse se le comunicó la novedad y, al mismo tiempo, se le recomendaba corriera mar afuera el temporal hasta que éste amainase”.
¿Se trató realmente del Valbanera?
El día 12 de septiembre, a las 13,15, la estación de Key West captó su señal. Según quedó plasmado en el diario de navegación del cazasubmarinos norteamericano US SC 203, “los registros de radio indican que a las 13,15 AM del día 12 el Valbanera telegrafió y preguntó si había algo para él.
Nuestra estación fue incapaz de captar su señal diez minutos después.
No hubo respuesta. El comandante de un cazasubmarinos declaró que vio el naufragio aproximadamente a las 23:00 pm del mismo día. Parece probable que el buque naufragase durante el huracán de la noche del nueve al diez por lo que los registros de radio son contradictorios y todo rastro del buque desapareció antes del día 12”. ¿A que es debida ésta incongruencia en los datos?. Y lo que es más sorprendente ¿por qué la llamada del Valbanera no reflejó ninguna señal de alarma?
Curiosamente, las inspecciones de los cazasubmarinos sólo lograron descubrir una cabeza, de los casi seiscientos pasajeros que se calculan viajaban en el barco. “Los pescantes indican que no se hizo ningún esfuerzo para arriar los botes salvavidas”, señalaba el diario del US SC 203.