El Cabildo de La Gomera homenajea a Cheo Porro, figura folclorista que intenta recuperar la tradición de los “Años Nuevos”
Uno de los puntos en los que esta tradición tuvo mayor arraigo fue en Arure y uno de sus principales exponentes fue José Ramón Santos Plasencia, conocido como Cheo Porro.
Una de las tradiciones que tenían más arraigo en La Gomera pero que estuvo a punto de caer en el terreno de las leyendas ha vuelto a tomar vida el pasado 28 de diciembre. Hablamos de la costumbre conocida como los ‘Años Nuevos’ cuando cada 31 de diciembre, vecinos de varios puntos de la Isla se reunían para cantar romances y versos a lo largo de toda la noche hasta las primeras horas de la mañana.
Uno de los puntos en los que esta tradición tuvo mayor arraigo fue en Arure y uno de sus principales exponentes fue José Ramón Santos Plasencia, conocido como Cheo Porro. Ahora el Cabildo ha querido dar un paso firme en la recuperación de esta tradición ancestral y a la vez, hacer un homenaje a este folclorista. Sin su sabiduría sería imposible conocer hoy por hoy como se celebraba aquella noche y repetirla ahora de la forma más pura para que conserve toda su esencia.
El presidente del Cabildo, Casimiro Curbelo, destaca la relevancia de recuperar esta tradición que estaba tan arraigada en la Isla para que las nuevas generaciones conozcan estos cantos que se acompañaban de chácaras y tambores, alegrando las casas de cada municipio. “Desde el Cabildo insular trabajamos para dar vida a las manifestaciones folclóricas que se habían quedado olvidadas, y es por ello, que tenemos mucho que agradecer a sus principales exponentes como Cheo Porro, que siempre se ha involucrado al máximo por transmitir sus conocimientos para asegurar la pervivencia de esta tradición ancestral en la Isla”, explica.
Por su parte, Cheo Porro dice que hoy la juventud no entiende en qué consistían los ‘Años Nuevos’. Y básicamente ocurre así porque hace ya casi dos décadas que no se celebran a la antigua usanza. La tradición marcaba que los intérpretes tenían que visitar cada una de las casas de Arure y allí improvisaban versos sobre los asuntos más diversos: desde acontecimientos que habían ocurrido en el pueblo hasta ironías relacionadas con la familia. Un lugar especial lo ocupaban las mujeres solteras que no escapaban a los piropos más o menos encubiertos. No todos se tomaban siempre bien las bromas y alguna vez hubo algún que otro desencuentro. Pero la sangre nunca llegó al río. O al menos eso asegura Cheo Porro.
“Empezábamos en las casas de abajo y terminábamos en las de arriba”, recuerda. La única excepción eran las viviendas que se encontraban de luto por la muerte más o menos reciente de algún familiar. El folclorista indica que en aquellos tiempos incluso había más vecinos en Arure que en la actualidad.
Cheo no esconde su satisfacción por el intento del Cabildo de recuperar una tradición que marcó su vida y que por momentos pensó que estaba irremediablemente perdida. Pero no. El encuentro celebrado en estos días supone un primer paso para que con los ‘Años Nuevos’ ocurra lo mismo que con otras costumbres como el Silbo que hoy por hoy gozan de estupenda salud. Recuerda el folclorista que esta celebración tenía matices distintos en cada pueblo donde las tonalidades eran diferentes. Por ejemplo, tuvo mucho arraigo en Valle Gran Rey y en San Sebastián.
A sus 85 años, Cheo Porro es el superviviente de una saga legendaria de gomeros que vivió la época más intensa de las tradiciones de su Isla. Quedan pocas personas de su generación y menos aún que guarden en su mente tantos detalles de cómo se cumplía con determinados ritos propios de la Isla. Por ello, no es raro que el profesor universitario, Maximiano Trapero lo entrevistara y recogiera en sus sucesivas obras algunos de los romances que él le transmitió.
Cheo también es un maestro a la hora de tocar el tambor y en su día sabía cómo sacarle los mejores sonidos al laúd, “pero ya me he olvidado”, indica con humildad. La misma que le lleva a participar en los cursos que ofrece el Cabildo sobre los romances a los que acude como simple alumno cuando en realidad su puesto es más bien el de maestro. “Yo voy allí a aprender aunque lo cierto es que muchas veces me piden que aporte algo y yo lo hago sin problemas”, apunta.
Son pocas las personas que tienen el don casi divino de convertirse en verseadores. Un arte que supone improvisar sobre la marcha y contar con gracia y sabiendo cómo atraer la atención de los oyentes los hechos más nimios o importantes del acontecer diario o histórico de la Isla. “No todo el mundo sabe. Hay que tener siempre en cuenta que debe rimar la primera palabra del verso con la última. A mí no me resulta difícil pero hay gente que dice que no lo sabe hacer”.
Entre los nuevos verseadores figura Eduardo Duque, a quien califica de “auténtica promesa y muy buen poeta”. De los antiguos, recuerda a Bienvenido, a su hermano Luque, a Pancho Trujillo o a su abuelo conocido como Porro Viejo. “De dónde viene ese apodo familiar es una historia muy antigua y que llevaría demasiado tiempo explicar”, comenta. Asegura que aprendió, no tanto en su familia sino de otros maestros. Y más que en su niñez, que la pasó cuidando cabras para ganarse la vida, cuando era mayor. Entonces se juntaban en las ventas a las once de la noche de cada fin de año y seguían cantando y bebiendo hasta el día siguiente. “Sin beber no se podía cantar, aunque yo hace años que no bebo y sigo cantando”, asegura. Esta tradición no tenía nada que ver con la religión como ocurría con la Navidad en la que tocaban en las iglesias. Entonces los versos se alejaban del contenido irónico o bromista, “porque a los santos nunca se le puede faltar la educación”.
Hace unos años, Cheo Porro tuvo su momento de gloria cuando a través de las redes sociales se dio a conocer el verso que improvisó sobre un accidente que sufrió. Pero no sólo sobrevivió a este percance sino también a los pocos achaques que ha sufrido y a punto de cumplir los 86 años la vida le ha colocado en varios aspectos en su juventud. Primero porque “a falta de nietos he vuelto a cuidar cabras” y luego, porque cada vez más se requiere de su sabiduría para mantener vivas las tradiciones gomeras que él conserva perfectamente en su cabeza.
Viandas, dulces y licores
Los componentes de las parrandas que participaban en los ‘Años Nuevos’ eran recibidos en las casas con dulces, viandas y licores como manera de agradecerles las canciones que llevaban a cada hogar. El especialista en tradición de la Isla, Eduardo Duque, apunta que existía una gran diversidad a la hora de celebrar esta tradición y cada pueblo la adaptaba a su propia idiosincracia.
Por ejemplo, en Barranco de Santiago, de donde es natural Duque, se usaba el tambor, la guitarra, los requintos, el violín, el laúd e incluso el acordeón. Normalmente se entonaban coplas hechas o improvisadas con las que las parrandas se ganaban el favor de los habitantes de la casa quienes les entregaban viandas o dinero.
Hasta nuestros días ha llegado una amplia diversidad de coplas que datan de aquellos años. Por ejemplo: “Cuatro que venimos, cinco con la guía, que es nuestra compaña la virgen María, aquí en esta casa se reparten flores, por dentro por fuera y por ‘reores’”. O también: “Nos abrió la puerta con mucha alegría nos puso en la mesa lo que tenía, abra señora, ábranos la puerta por Dios, que venimos cuatro y entraremos dos”.
En estas fiestas adquiere un protagonismo especial la siempre rica y variada gastronomía gomera. Y es que las mesas de la Isla se llenan de platos como carne de baifo, ñames, papas tiernas o rasponas y especialmente la repostería que suele consistir en la conocida como torta de vilana, hecha de almendra y pasas.