Canarias tras la Independencia de Cuba

La derrota sufrida en Cuba trajo la intranquilidad a Canarias, donde se temía un desembarco de los yanquis en cualquier momento. Según el Heraldo de Madrid, perdidas nuestras colonias, el gobierno para el que se necesitaba más tacto y más aptitudes era para el del Archipiélago canario, donde las rivalidades políticas entre Tenerife y Gran Canaria alcanzaban proporciones alarmantes.

La derrota sufrida en Cuba trajo la intranquilidad a Canarias, donde se temía un desembarco de los yanquis en cualquier momento. Según el Heraldo de Madrid, perdidas nuestras colonias, el gobierno para el que se necesitaba más tacto y más aptitudes era para el del Archipiélago canario, donde las rivalidades políticas entre Tenerife y Gran Canaria alcanzaban proporciones alarmantes. Perturbado por completo el equilibrio moral del Archipiélago a consecuencia de las luchas locales originadas por el caciquismo, el gobernador debería hallarse revestido de una energía y una autoridad suficiente para mantenerse al margen de las violentas imposiciones de aquellos que, con el apoyo de las altas instancias del poder, cometen con la más cínica impunidad todo género de abusos. Los enconos políticos entre Tenerife y Gran Canaria habían tomado alarmantes proporciones, siendo necesario que la prensa nacional se ocupara de los asuntos isleños, antes que lo hiciera la inglesa, por aquello de que la ropa sucia debe lavarse en casa. Canarias vivía una psicosis de posible invasión yanqui. Así el 2 de Abril de 1898, la prensa provincial daba la noticia de la próxima llegada a Santa Cruz de fuerzas del Ejército procedentes de la Península, para reforzar la defensa de las islas. Animaba el editorialista a la población para que dispensara un recibimiento entusiasta a los soldados y añadía:

Los que al finalizar el siglo XVIII supieron repeler la invasión extranjera y conservar incólume para España este pobre rincón de Santa Cruz de Tenerife, también sabrán, al finalizar el siglo XIX, defenderlo en caso preciso, con igual tensión y energía, pero no por eso es menos justo regocijarnos de que vengan a auxiliarnos nuestros hermanos del continente, por lo que todos debemos prepararnos para recibirles con los brazos abiertos y, confundidos en estrecho abrazo, saludarlos al grito sacrosanto de ¡Viva España!.

A Las Palmas llegaban los refuerzos el 10 de Abril de 1898. Eran fuerzas de artillería e infantería que viajaron en los buques Antonio López y San Francisco. Una inmensa multitud fue al muelle de Santa Catalina para darles la bienvenida. La ciudad se engalanó y la calle de Triana, por donde desfiló el Batallón de Infantería, fue un clamor. Después entraron las tropas de Artillería, que fueron objeto, según el diario España, de una ovación pocas veces oída en la ciudad, principalmente en los alrededores del Gabinete Literario, parte de cuyo edificio se había convertido en cuartel provisional.

Estado de guerra en Canarias:
En vista de la situación el Capitán General, teniente general Montero, hizo público, el 9 de mayo de 1898, un bando en el que expresaba que a la vista de las graves circunstancias por las que atravesaba el país, y autorizado por el gobierno de S.M., declaraba el estado de guerra en toda la provincia de Canarias. Y Diario de Tenerife, en su edición del 5 de mayo de 1898, incluía un editorial basado en la noticia de que el Consejo Naval de los Estados Unidos, presidido por Mackinley, había acordado preparar expediciones para ocupar Canarias y Baleares. El editorialista advertía a los hipotéticos invasores que desistieran de tal aspiración, porque debían saber que en Canarias cada brazo tenía un fusil, cada pecho una fortaleza y cada vida que arrancaran les habría de costar diez. Al teniente general Montero, que cesó en agosto de 1898, le sustituyó el teniente general Manuel Delgado y Zuleta, nacido en 1842, en Sevilla. Un infante que había combatido en África y logrado ascender a comandante y coronel por méritos de guerra en las operaciones contra los carlistas. Llegó a Tenerife el 13 de septiembre a bordo del vapor Alicante, acompañado de su esposa y cuatro hijos, Rindió los honores correspondientes una batería del 9 Batallón de Artillería y el Batallón de Cazadores cubrió la carrera hasta el palacio de Capitanía General. Sólo estuvo hasta abril de 1899 porque fue nombrado jefe del Cuarto Militar de la Reina Regente.

Repatriados Cubanos:
Durante el mandato del general Montero continuaron llegando os militares repatriados de Cuba. Diario de Tenerife publica el 17 de Febrero de 1899, que ese día regresaron de la Perla del Caribe 114 soldados, que había dejado en Las Palmas el vapor Pío IX. Eran oriundos de Tenerife, La Palma, La Gomera y Hierro. Triste estampa la de aquellos hombres a los que habían despedido como a héroes y ahora recibían oficialmente con la frialdad de los derrotados. En el muelle estaban sus familiares y la Cruz Roja, pues cinco de ellos venían enfermos de consideración: Gerardo González, José Pérez Triana, Antonio Guerra Díaz, Félix Martín Santos y Manuel Darias González. La relación de los repatriados la encabezaban José González y González, de Granadilla; Antonio Campos Rodríguez, de La Esperanza; Miguel Hernández Clemente, de La Guancha y Salvador Rodríguez Morales, de Arico. El 6 de Marzo llegaba otra expedición, encabezada por el sargento Gregorio García Marrero, de Santa Cruz; Emilio Martín Díaz, de Santa Cruz; Manuel González Ramos del Realejo Alto; José Rodríguez Alonso, de El Sauzal; Francisco González Sánchez, de Tegueste; y José Rodríguez Fernández, de Garachico. También llegaba, en el vapor Hespérides, Lucas Rodríguez, un palmero perteneciente al Batallón de Borbón, que había perdido un brazo de un machetazo luchando contra la partida de Máximo Gómez, en Sabana de Camagraní.

Héroes canarios en Cuba:
Fueron infinidad los canarios que lucharon heroicamente en Cuba. El general Ignacio Pérez Galdós, grancanario, hermano del famoso novelista. Fue voluntario a Cuba y obtuvo por su valor tres ascensos por méritos de guerra, además de numerosas condecoraciones. Nombrado en 1900, fue uno de los mejores capitanes generales que tuvo Canarias. José March y García de Mesa, lagunero, que fue nombrado capitán general de Canarias en 1907. Fue voluntario a Cuba, participó en numerosos combates, fue herido, enfermó de cólera, obtuvo numerosas condecoraciones y tres ascensos por méritos de guerra en Cuba. Estuvo en Cuba en seis ocasiones. Cuando cumplía el tiempo máximo de residencia en la isla, pedía volver de nuevo. La rendición española le sorprendió en el cargo de general gobernador militar de la zona militar que comprendía el importante enclave de Puerto Príncipe. En 1911 se hizo cargo de la Capitanía General de Canarias. Higinio Lugo Torres, tacorontero, cabo de Infantería, que el 12 de mayo de 1896, se cubrió de gloria en la campaña cubana, en la acción de la trocha de Júcaro a Morón. Iba al frente de nueve soldados, con los que realizaba un servicio de escolta, cuando fueron tiroteados por varios jinetes y más de 50 insurrectos de infantería. Se batió con valor heroico y rechazó al enemigo causándole numerosas bajas. Dos años después, el 6 de diciembre de 1898, le concedieron la Cruz Laureada de San Fernando, la más alta consideración del Ejército español.
Weyler y Canarias: Weyler fue un personaje entrañable y positivo para Canarias, especialmente para Tenerife, isla a la que defendió políticamente como pocos. Lo hizo con más tesón y acierto que muchos políticos nacidos en las islas.


Emigración a Cuba a finales del s.XIX:
Después de 1882 llegó al continente americano más de tres millones y medio de españoles. Las fuentes españolas reflejan un cifra menor debida seguramente a la emigración clandestina para eludir el servicio militar o por la falta de documentación en regla. Después de considerar los retornos la pérdida final de población apenas supera el millón de habitantes. (Sánchez Albornoz)

Entre 1835 y 1850 Macías Hernández considera que al menos 50.000 isleños emigraron, de los que casi un tercio se dirigen a Cuba. Si el censo de 1846 recogía la presencia de 19.759 canarios en la Isla, el de 1862 los eleva a 45.814, a pesar del descenso en la corriente emigratoria canaria a partir de mediados de siglo. Nuevamente reactivada a fines de la década de los setenta, más de 60.000 canarios emigraron hasta el inicio de la guerra de independencia cubana. La diáspora se prolongó en los primeros decenios de la centuria , hasta que en la década de los veinte se produce una inversión de la corriente, superando los retornos a las salidas. Si Cuba fue el principal destino canario, esta realidad adquiere más fuerza cuando hacemos referencia al emigrante palmero. En el bienio 1913-1914 Cuba acogía entre el 84,9 por 100 y el 87,3 por 100 de los emigrantes salidos por el puerto de Las Palmas, entre el 87 y el 87,2 por 100 de los que parten de Tenerife y entre el 99,2 y el 99,9 de los que embarcan en Santa Cruz de La Palma. De los 4.677 pasajeros considerados como emigrantes que parten en 1914 de Canarias, un 40,5 por 100 lo hacen del puerto de Tenerife, un 31,6 por 100 de Las Palmas y un 27,9 de La Palma. Para 1915 la cifra se elevaba a 6.713 pasajeros, pero los porcentajes habían variado: un 38,4 por 100 tienen como punto de embarque Tenerife, un 44 por 100 Las Palmas y un 17,6 por 100 La Palma.