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martes, 17 de diciembre de 2024 00:00h.
Opiniones

Cuba: Crisol para la emigración canaria

La emigración canaria es uno de los acontecimientos más trascendentes que acaeció entre Europa y América y, en especial con Cuba, desde el mismo momento del descubrimiento de la isla protagonizado por Cristóbal Colón, el 27 de octubre de 1492.

La emigración canaria es uno de los acontecimientos más trascendentes que acaeció entre Europa y América y, en especial con Cuba, desde el mismo momento del descubrimiento de la isla protagonizado por Cristóbal Colón, el 27 de octubre de 1492.

  Hombres y mujeres que derramaron cultura en busca de un derrotero, de un lugar que le diera cabida a sus aspiraciones de progreso para ayudar a sus familiares en las siete Islas o Perlas del Océano Atlántico que forman el Archipiélago canario.

Es indiscutible que el movimiento poblacional es un fenómeno social sumamente interesante por el impacto sobre el espacio a ocupar en su destino, tributando al cambio demográfico, histórico-social, ilustrativo.

El 3 de agosto de 1492 zarpó el Almirante Cristóbal Colón del puerto de Palos rumbo a Asia, punto desconocido en el inmenso océano. Unas 150 almas iban en tres naos -Santas Clara (La Niña) al mando del Almirante, La Santa María (La Gallega) por Martín Alonso Pinzón y La Pinta por Vicente Yáñez Pinzón.

Por esos azares del tiempo, de coincidencias, llegan a San Sebastián de La Gomera en busca de avituallamiento y apoyo del Gobernador que se encontraba en Gran Canaria, hacia allí se dirigieron y el 6 de septiembre reinician su viaje. Ulteriormente estuvo en otras dos ocasiones a su paso de nuevas conquistas.

Para muchos investigadores e historiadores esta fue la primera ruta de la emigración española, y en especial la canaria al Caribe, a la América, extendiendo el conocimiento de la humanidad.

Es el primer correo de sangre, talento, sapiencia; aunque no existen escritos exactos, es innegable que Colón también pudo incluir en su empresa a canarios que, seguro, aguzaron los sentidos en el atractivo paisaje del Nuevo Mundo.

Así pensaba Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara, ilustre historiador de La Trinidad (1926-2009) , villa fundada por el Adelantado Diego Velázquez, en 1514, en el centro sur de Cuba, y declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Los antiguos canarios, también llamados aborígenes o guanches, eran expertos marinos y participaron en otras grandes conquistas (1492-1506) guiadas por Alonso de Ojeda, Américo Vespucio, Nicolás de Ovando, Pedrarias Dávila, Pedro de Mendoza en la fundación de Buenos Aires (1535), Pedro Fernández de Lugo en la de Santa Marta en Colombia, Pedro de Heredia en el Sinú, Diego de Ordáz en Paria (Venezuela), Hernando de Soto en la Florida, Jorge Spira en Coro (Venezuela), y Francisco de Montejo en Yucatán.

Historiadores estiman que en estas conquistas participaron más de 15 mil personas y, entre ellas, miles de canarios llegan a América.

En el siglo XVI se asientan, primero en Santo Domingo y después en Cuba, y dan paso a otra emigración, que llamaría colonización, teniendo a La Habana como trampolín para seguir hacia Venezuela, Puerto Rico, Estados Unidos (Florida y Luisiana), y otros destinos de América.

Una minoría de los emigrantes eran -hombres y mujeres- de clase alta y media, casados con conquistadores, personas con oficio, hombres de letras, enviados por la corona.

Pusieron su capital y mano de obra en la fundación de Matanzas (1693), Sagua, San Carlos de Nuevitas, Manzanillo y Santiago de las Vegas, así como en otras poblaciones cubanas.

El grueso de los canarios llegó a Cuba en la primera década del siglo XVIII, la mayoría jóvenes, algunos acompañados de sus padres o familiares. Buscaban mejorar su difícil situación económica y, a la vez, escapar a la obligatoriedad del servicio militar establecida por el Rey de España.

El cronista Manuel Hernández, en su estudio Isleños en Cuba estima que después de 1882 arribaron al continente americano más de tres millones y medio de españoles, de los cuales un tercio fue acogido por la mayor de las islas caribeñas. Se integraron a las labores agrícolas en tabaco, caña, ganadería, cultivos menores, y crearon el arquetipo cultural del guajiro, vocablo empleado para denominar a los campesinos en Cuba, sin desconocer que otros, minoría, se dedicaron al comercio y progresaron con rapidez.

La generalidad de la población cubana vive orgullosa de llevar un apellido isleño, de escuchar en sus hogares el gentilicio de sus ancestros: canaril o canarios de Gran Canaria, gomeros de La Gomera, maxo o majoreros, de Fuerteventura, bimbaches, de El Hierro, y benahoaritas o aualtas, de La Palma.

LOS CANARIOS DERRAMAN SABIDURÍA

En medio del tiempo aciago de la adaptación derraman su sabiduría isleña y comienzan a formar parte activa de las transformaciones que se dan en la Mayor de las Antillas.

La primera obra literaria escrita en Cuba, Espejo de Paciencia, fue de Silvestre de Balboa Troya y Quesada, bautizado el 30 de junio de 1563 en Gran Canaria y llegado a la Isla entre 1590-1600.

La Giraldilla, símbolo de la capital cubana, fue elaborada por Jerónimo Martín Pinzón (1607-1649) y ésta inspirada en una reveladora leyenda que involucra al conquistador Hernando de Soto (1500-1542) y a su esposa doña Isabel.

Leonor Pérez Cabrera, la amantísima madre del Héroe Nacional cubano, José Martí Pérez, nació en Tenerife el 17 de diciembre de 1828 y, al decir del poeta, era puente entre dos orillas.

Gregorio Fuentes, natural de Lanzarote, siguió la práctica marina de sus padres y un día de 1928 se convirtió en el patrón del yate El Pilar, del Premio Nobel Ernest Hemingway, quien lo tomó como modelo en varias de sus novelas.

Ernesto Lecuona, figura cimera de la composición, autor de las zarzuelas María La O y El Cafetal (fallecido en 1963), era hijo de Ernesto Lecuona Ramos, quien había emigrado a Cuba procedente de Santa Cruz de Tenerife.

La poesía de Dulce María Loynaz es única en la Mayor de las Antillas, como fue fusión entre su Patria y la de su esposo, el periodista canario Pablo Álvarez Cañas.

Viajando en versos entre el tiempo y el espacio siempre se sintió entre Cuba y las Islas. En Un verano en Tenerife sentenció:

"Como yo soy criatura de islas, acontéceme que pienso mucho en ellas. Creo auscultarles el corazón y percibir el angustiado soplo de la víscera. Creo saber más de su intimidad, de su naturaleza singular, que aquellos que les miden cabos, montes o puertos. Más de una vez he escrito sobre ellas, y seguiré escribiendo si Dios quiere."

Por Raúl I. García Álvarez

Corresponsal de Prensa Latina en la provincia de Sancti Spíritus.