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lunes, 16 de diciembre de 2024 19:20h.
Opiniones

El día que el Majestic fue el Titanic

Cataluña le ha dicho no al proyecto independentista de CiU. Por una vez, Mas ha sido menos influyente que nunca, ni siquiera los hados más adversos podrían haber vaticinado un resultado tan pésimo para un político que iba claramente en pos de la mayoría excepcional que le abriese las puertas de su referéndum secesionista.

Cataluña le ha dicho no al proyecto independentista de CiU. Por una vez, Mas ha sido menos influyente que nunca, ni siquiera los hados más adversos podrían haber vaticinado un resultado tan pésimo para un político que iba claramente en pos de la mayoría excepcional que le abriese las puertas de su referéndum secesionista. Sí, es verdad que tampoco hay que lanzar las campanas al vuelo. ERC ha conseguido duplicar el número de actas y puede convertirse en el sostén de los convergentes para los próximos cuatro años. En la gestión económica no tienen puntos en común, pero en eso de hacer de la región su coto particular y desgajado de España están unidos y no sería descartable que tanto unos como otros se lancen por la calle del medio.

Es verdad que la cara de Mas en la rueda de prensa en el Hotel Majestic (que en la noche del 25-N fue más Titanic que nunca) era todo un poema. No se le da nada mal la faceta de actor al líder de CiU, pero tampoco podía disimular ese rictus al estilo del mejor Aznar de 1996, cuando en el balcón de Génova trataba de poner su mejor sonrisa ante un resultado envenenado, el de una victoria raquítica y con la obligación de sí o sí tener que pactar con los hombres del nacionalismo catalán, a esos a los que se les gritaba lo de "Pujol enano, habla castellano".

A Artur Mas se le viene una buena encima y tendrá que hacer algo más que encaje de bolillos para saber sacar adelante una legislatura que se espera muy movidita. Los catalanes ya le han dicho claramente al líder convergente que no quieren su plan secesionista, para nada. Los habitantes de esta autonomía sólo quieren que se haga una gestión como Dios manda, donde no haya recortes en sanidad, educación o servicios sociales para mayor gloria de dárselo a los medios propagandistas y pancarteros (TV3, La Vanguardia y, en realidad, todos los medios radicados en Cataluña que al final pasan por el aro de la subvención de la Generalitat porque ninguno se quiere quedar fuera de juego, aunque sea a base de sacrificar cierta independencia…mediática).

Cataluña lleva más de una década perdida en batallas independentistas, empobreciéndose y cabreando al personal ante los juegos florales de unos políticos que no piensan en el conjunto de la ciudadanía, sino en ver cómo pueden cargarse una autonomía que, dicho sea de paso, no es de ellos, sino de todos, pero han articulado mecanismos tramposos para hacer creer que la región es víctima de una conspiración de Madrid. Por eso, con resultados como el logrado por Ciudadanos supone una entrada de aire fresco, de tener constancia de que no todo está perdido y de que hay esperanzas de una regeneración democrática.

PD: El señor Artur Mas aún no ha dimitido tras perder su propio plebiscito. En un país serio, si el político en cuestión no se iba por sus propios pies, lo echaba la militancia, pero en eso Mas se nos ha revelado como un ’gran y clásico’ español, pegado con Supergen a la poltrona.