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viernes, 15 de noviembre de 2024 12:37h.
Opiniones

El gran Leo Zamora

Una vez más, tengo el alto honor de dirigirme a usted, para 

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Una vez más, tengo el alto honor de dirigirme a usted, para informarle sobre el curioso hecho que aquí, me atrevo a notificarle, con la sana esperanza de que nuestros buenos lectores, puedan obtener el mayor y más fructífero de los provechos.

Estará completamente de acuerdo conmigo de que, los niños, tienen los ojos y la sonrisa puros, porque son espontáneos y humildes y, a pesar . de todo... ¡cuán poco solemos asimilar de ellos!

Y, antes de iniciar los usuales extensos relatos que, gracias a su desprendida generosidad, propaga en MI RINCÓN, deseo dejarle la oportuna constanciade que, nuestro común amigo y gran colaborador, Rosendo Fragoso, en estos momentos, se encuentra rehabilitándose en su amado hogar, después de habersido intervenido en los difíciles trámites de una muy comprometida y delicada operación; algo que bastante nos complace y mucho, nos consuela.

Le diré que, habiendo disfrutado por unas semanas en el plácido rincón solariego de El Tamaduste, popular pueblecito ubicado en la colindante Isla de El Hierro, en la amorosa compañía de los queridos nietos, uno de 9 años, LEO y el otro de 4, TOM, he sacado la oportuna conclusión de que, nada hay tan confrontable en la existencia, como esa tan personal familiaridad que, de efusiva forma, nos ha permitido contactar con los inocentes retoños de nuestros propios hijos, viéndoles desarrollarse, corporal y mentalmente, para, así, saturarnos por completo de las más optimistas ilusiones y adecuadas perspectivas.

Nuestro barco, siguiendo la acostumbrada ruta, al regreso, se detuvo en el renovado Muelle de tu muy vanguardista delta, por el corto espacio de una hora, mientras desembarcaban los pocos pasajeros que iban a quedarse por allí y, yo, mientras descendían por los altos peldaños de la escala marinera, me vino a la mente, la de veces en que, antaño, teníamos que aprovechar los comprometidos servicios de unas arriesgadas lanchas o danzantes botecitos a remo, para conseguir el tan eficaz resultado.

¡Para los que un día vivimos aquella difícil época, ante la vista de lo que actualmente percibimos, resulta algo milagrosamente alcanzado, ignorando la presente juventud, los muchos sudores, terribles apuros y denodados sacrificios que, tan estoicamente tuvimos que sobrellevar!

Ya, en mi terruño, pasé unas deleitables mañanitas campestres, apenas percibiendo la canora trova de los madrugadores gallos, visitando las propiedades del querido primo hermano, ENRIQUE SÁNCHEZ para, diligentes ir hasta a sus rebosantes higueras y cargadas viñas, en busca de suculentos higos blancos, negras brevas y jugosas uvas crepusculares.

Otro día, una muy risueña sorpresa, al tropezarnos de pura providencia con el que, con tanto éxito y singular simpatía, ejerciera de Notario, en Valverde, DON FRANCISCO JAVIER JUAN RICO, entrañablemente acompañado de su muy distinguida esposa, una encantadora y muy recordada maestra, presentándonos a su tierno retoñito, un embrujo de criatura celestial, poniéndonos de manifiesto el enorme cariño y tremendo apego que, todavía por la isla, siguen profesando.

Las sosegadas anochecidas, dialogando entrañablemente con mi buen amigo, POLICARPO DÍAZ, puro descendiente de paternales raíces gomeras, eximio maestro jubilado, de cuyas sabias enseñanzas, muchísimos distinguidos profesionales en acción, le deben bastante parte de la ilustrada superación conseguida.

Su fallecido padre, POLICARPO DIAZ ABREU, fue todo un autorizado práctico perito para mí, habiéndome instruido con cariñoso primor, en las administrativas funciones burócratas, correspondientes al Departamento de la que un día fuera activa “Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos”.

Sucediendo que, una buena tarde, decidimos darnos un indagador recorrido por los encantadores predios de ECHEDO, gestionando una especial inspección por la nueva y flamante RESIDENCIA, con su bien acomodada estructura moderna, me llamó poderosamente la atención, el increíble vocablo de LEO, mi chaval nieto bilingüe quien, después de haber recorrido las bien cuidadas y extensas dependencias, al irnos, exclamó:

-.- ¡ABUELITO: ¡SE ME PARTE EL ALMA, VIENDO A TANTOS VIEJECITOS AQUÍ METIDOS, RETIRADOS POR COMPLETO DE SUS ALEJADAS FAMILIAS Y VIVIENDAS!

¡Aquí, aquí es cuando, reflexivamente, pude llegar a comprender el por qué, mi buen amigo, JOSÉ ANDRÉS, no debe de permitírsele las visitas a menores de edad, a ciertos lugares determinados, como el ya mencionado, incorporándoles además, los centros hospitalarios y dependencias análogas que ostenten un idéntico estilo!

Me confieso convicto de lo funestamente acontecido, algo que sobrevino por el simple hecho de no dejar solo al retoño y, me ha perturbado su tan pasmoso término, por el profundo contenido humano que el mismo sobrelleva y encierra.

Muchas veces, cuando contemplo a unas lindas aves, encerraditas de por vida en unas jaulas que, por muy bien cuidaditas que estén, nunca dejarán de encontrarse cautivas en esas tan agobiantes mazmorras... comparo a tantos seres desdichados que, por unas u otras causas, totalmente conocidas o marginalmente ignoradas; con poderosas razones o sin ninguna juiciosas de ellas, tienen inevitablemente que renunciar del querido hogar, para ser atendidos como el destino prevenga, en esos favorecedores o retribuidos Centros Residenciales, cada día, por doquier, proliferando más y más.

¡Es esta una retenida cuestión, digna de continuar ampliando, aclarando determinados conceptos y debatiendo diversos pareceres pero, también, a muchos de nosotros... ¡SE NOS PARTE EL ALMA!,tratando sobre un reservado tema que, desde hace ya bastantes años, como la cosa más simple y natural, resulta haberse convertido en el cotidiano pan nuestro de cada día!