En el Santo día de la Madres
Una madre, coloca en alto la luz de su amor, para iluminar a todos sus queridos hijos.
Una madre viene a ser como una casa llena, cuyas provisiones, nunca se terminan.
A ser madre, se aprende cada día, pero... nunca se perfecciona de un modo terminante, a pesar de que el amor y el cariño del corazón materno, logren alcanzar altas metas imposibles.
No hace demasiado tiempo, recuerdo que se organizará una especie de curioso concurso, a la busca y captura de la palabra más hermosa que figurara dentro del amplio margen del idioma castellano.
A cierta altura del patético evento, iban adquiriendo más votos las palabras, < PAZ > y < AMOR >, vislumbre totalmente comprensible producido por las muchas revueltas mundiales que en la actualidad, en cualquier rincón del planeta, angustiosamente proliferan y abundan, expandiéndose como mortal mancha de venenosa nube, penetrándolo todo con sangrante violencia y muerte, dándose el entristecido caso de que, por infortunio, el AMOR, no quiere realizar su aparición para nada.
No deja de llamar la atención de que, en ninguna parte, apareciese la palabra más grande, más linda, inmortal y sublime de < M A D R E >; la mujer que, según, la cantarina voz de Isabel González, “NOS PARIÓ SIN CONOCERNOS”; la que es capaz de dar su vida por nosotros.
Amante de los buenos versos, a lo largo de mi existencia, he tenido la personal ocasión de haber podido leer y declamar, hermosos poemas, totalmente originales, realizados por los más distinguidos autores universales.
De los consagrados a la madre, el que más fuertemente me ha impactado, ha sido el del inspiradísimo juglar, OLEGARIO VÍCTOR ANDRADE, nacido en Brasil, el 6 de mayo, (precisamente, un día después de la fecha en la que celebraremos esta amorosa efemérides), pero, del año 1.882, y fallecido a la corta edad de los 43, en Buenos Aires, Argentina.
Serenamente, clasifiquen ustedes y, francamente opinen, si su poema, < EL CONSEJO MATERNO>, no es muy digno de querer reproducirlo totalmente aquí:
“Ven para acá, me dijo dulcemente
mi madre cierto día,
(aún parece que escucho en el ambiente
de su voz la celeste melodía).
Ven y dime qué causas tan extrañas
te arrancan esa lágrima, hijo mío,
que cuelga de tus trémulas pestañas
como gotas cuajadas de rocío.
Tú tienes una pena y me la ocultas:
¿no sabes que la madre más sencilla
sabe leer en el alma de sus hijos
como tú en la cartilla?
¿Quieres que te adivine lo que sientes?
ven para acá, pilluelo,
que con un par de besos en la frente
disiparé las nubes de tu cielo.
Yo, prorrumpí a llorar- Nada, le dije,
la causa de mis lágrimas ignoro;
pero de vez en cuando se me oprime
el corazón y ¡lloro!...
Ella, inclinó la frente pensativa,
se turbó su pupila,
y enjugando sus ojos y los míos,
me dijo más tranquila:
Llama siempre a tu madre cuando sufras;
que vendrá muerta o viva;
si está en el mundo a compartir tus penas,
y si no, ¡a consolarte desde arriba!
Y lo hago; así cuando la suerte airada
como hoy, perturba de mi hogar la calma.
¡Invoco el nombre de mi madre amada
y entonces siento que se ensancha mi alma!”
¡SUBLIMES VERSOS!
CON ELLOS, DE INDIVISA ALMA Y CORAZÓN, YA, “GOMERA ACTUALIDAD”, FELICITA A TODAS LAS MADRES QUE, EN TAN ENRAIZADO DÍA, CELEBRARÁN SU FAMILIAR EFEMÉRIDE!