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viernes, 22 de noviembre de 2024 10:52h.
Opiniones

La crisis de la izquierda

En las elecciones generales del 20 de noviembre no ganó la derecha, que sólo aumentó poco más de medio millón de votos, sino que perdió la izquierda, principalmente el PSOE, que dejó de tener lo cuatro millones de votos que poseía.

En las elecciones generales del 20 de noviembre no ganó la derecha, que sólo aumentó poco más de medio millón de votos, sino que perdió la izquierda, principalmente el PSOE, que dejó de tener lo cuatro millones de votos que poseía. Aunque aumentó sus votos considerablemente Izquierda Unida, ésta formación, al igual que en el pasado el partido comunista, no ha sido ni será nunca por si sola alternativa de la izquierda, por mucho que lo sueñe Cayo Lara. La izquierda y los sindicatos, en lugar de unirse en un frente común con el PSOE, como hicieron en el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, para contrarrestar los efectos perniciosos de la globalización neoliberal, y del totalitarismo de los mercados, se ha fracturado en un cincuentena de organizaciones sindicales y en una pluralidad de pequeños partidos de izquierda, que Lenín llamaba “enanos”, lo que ha provocado la victoria de la derecha, y la humillante derrota de la izquierda en su conjunto en las recientes elecciones.

Comprendo la indignación de la izquierda por los ajustes económicos neoliberales del gobierno de Zapatero, que muchos socialistas hemos criticado sin reservas, pero la izquierda española cometería un grave error si intentara reorganizarse y regenerarse al margen de la necesaria regeneración del PSOE. La historia de España, desde que Pablo Iglesias fundó el PSOE en 1879 y la UGT, ha demostrado que es la única formación política de izquierdas que ha sido por si sola alternativa de gobierno y ha sobrevivido a monarquías, repúblicas, dictaduras, pronunciamientos y guerras civiles. Los cientos de partidos y formaciones de izquierda que se formaron en la Transición han perecido, sin que sea una excepción el histórico partido comunista, que protagonizó la oposición a la dictadura y prestó un inestimable servicio a la democracia durante la Transición. El PSOE ha superado divisiones internas suicidas, y situaciones mucho más difíciles, como la guerra civil y el exilio de cuarenta años,  que las que le pueden producir la reciente derrota en las elecciones, que superará, como ha hecho en momentos dramáticos de la historia de España. 

Tiene razón la izquierda en decir que  Zapatero, que sólo ha dirigido al PSOE un corto espacio de tiempo de su más que centenaria existencia, ha  desgajado algunas ramas del árbol del Estado del Bienestar, pero cometen un error pregonando que el PSOE es un partido de derechas, olvidando que éstas cortarán de raíz el Estado del Bienestar. El PSOE tiene que atravesar su camino de Damasco, como Saulo, a través del desierto, y preparar a las nuevas generaciones para entrar en la tierra prometida, a la que los actuales dirigentes se deben conformar sólo con verla de lejos. Pero el PSOE no puede atravesar el camino de Damasco de la mano de sus actuales dirigentes, que debieron dimitir todos la noche electoral, como ha sostenido en solitario Rodríguez Ibarra, sino que debe imitar la conducta política ejemplar de los socialistas franceses convocando unas elecciones primarias para que los militantes y simpatizantes del PSOE elijan a su Secretario General.

En mi artículo “La izquierda sin remedio” ya sostuve que en un mundo globalizado no basta con que la izquierda española se una en un frente común, ya que contra la dictadura global del mercado sólo se puede luchar con un frente común sindical y político, cuando menos de ámbito europeo, pero no creo que la izquierda europea, que se ha conformado con las migajas y el pesebre del capitalismo, se ha profesionalizado política y sindicalmente, y ha  renunciado a reconquistar el Estado del Bienestar, se una en un frente común, por lo  que, mientras discuten si son galgos o podencos, como siempre, abandonaran a los trabajadores y a los pobres a su suerte. Tendremos derecha para mucho tiempo. Celebraría equivocarme. 

Eligio Hernández. Vicepresidente de la Fundación Juan Negrin