La derrota siempre es huérfana
Dice el muy intuitivo refranero español que “el éxito tiene muchos padres pero la derrota siempre es huérfana”. No es de extrañar en un pueblo, el español, con muy poca capacidad de autocrítica y con un parco sentido de la crítica constructiva. El sentirse refutado es interpretado como ataque personal y la idea de que en el debate está el progreso es algo poco anclado en el acerbo cultural español.
Viene todo esto a cuenta de la reciente tragedia que ha sufrido nuestra isla de La Gomera. Antes que nada, recordando tragedias de épocas pasadas, hay que felicitarse de que no haya habido que lamentar desgracias humanas, que son las realmente imposibles de subsanar. Ya se está diciendo por ahí que la parte arrasada por el fuego se puede recuperar en 8 o 10 años, tiempo largo sin duda y que afectará a la economía de nuestra isla, pero que es un consuelo que no tendría la familia de una posible víctima que, a Dios gracias, no se produjo.
Dicho todo lo anterior, es hora de, como dijo algún político, empezar a pensar qué ha fallado en todo esto. Resulta lamentable como los políticos se echan la culpa unos a otros como si fuera el ruedo político un patio de un colegio: que si quitaste el nivel de alerta, que si no tengo hidroaviones, que si estabas de vacaciones … ¿Quieren que les diga una cosa? Aquí la culpa es de todos los gestores. En la naturaleza del politicucho medio español siempre está el querer más competencias pero, si todo sale mal, no asumir responsabilidades. Por otro lado está el problema de los cargos a dedo, enchufados para entendernos, que han sido puestos en lugares para los que, sencillamente, no tienen la preparación y las capacidades adecuadas. ¡Seguro que ustedes saben de más de un caso que ejemplifique lo que estoy diciendo! A la hora de luchar contra el fuego no solamente hace falta medios sino personas aptas en los puestos claves y no personas que estén ahí por conseguir tantos votos, dentro del clientelismo (también llamado pesebre) tan abundante en nuestra isla. Seguro que saben a lo que me refiero.
La estructura política española, consagrada en el título VIII de nuestra Carta Magna, ha hecho un flaco favor para atajar el fuego. Quiero decir que los cuatro niveles de poder, a saber, Estado, Comunidad Autónoma, Cabildo y Ayuntamientos, entorpecen la celeridad de la actuación y, a menudo, crean una cortina de confusión que evita la toma de decisiones por la gente realmente preparada: los ingenieros y personal vario que trabaja en el Parque Nacional de Garajonay.
Por un lado se equivocó el gobierno central. Su política de ajustes a toda máquina está resultando trágica para los servicios sociales mínimos que debe de dar un estado moderno, además de, como se sabe, empobrecer a la clase media-baja española. La lejanía de las Canarias a la península es un coste en todos los sentidos, pero es lo que hay y Madrid debe darnos los medios para mitigar en lo posible ese sobrecoste. Es un hecho que los diferentes gobiernos de Madrid han sido muy cicateros con nuestra tierra, sobre todo si se tiene en cuenta el aumento terrorífico de la población en las islas afortunadas. Ese aumento de población no ha tenido su correspondencia en el aumento de las partidas para Educación o Sanidad ni, en el caso que nos ocupa, para una base de hidroaviones.
Por otro lado se equivocó el gobierno autonómico. No sé ustedes pero yo estoy harto de ver cómo Paulino Rivero echa la culpa de todo a Madrid. Ya he comentado el injusto trato que se dispensa a Canarias por parte del poder central pero, no seamos ingenuos, el problema también está aquí. Si bien es cierto que no se da a Canarias los dineros necesarios para una mejor gestión, también lo es el hecho de que, lo que llega, está mal empleado. La frase de Soria “ más hidroaviones y menos televisión autonómica” ilustra muy bien lo que trato de decir. En Canarias, como en el resto de las Comunidades Autónomas, se ha despilfarrado el dinero y no se ha centrado en lo realmente importante. ¿Saben que la televisión y radio autonómica nos cuesta sobre los 100 millones de Euros al año? ¿Cuánto costarán los innumerables enchufados que hay en todos los organismos autonómicos e insulares? ¿Por qué se contrata a todo esta gente cuando hay suficientes funcionarios de carrera (por Oposición) para realizar esas labores? ¿No será que un funcionario de carrera, al no firmar lo que no es legal, es un impedimento para que el politicucho de turno haga lo que le dé la gana sin atenerse a las leyes?
Finalmente se equivocó el Cabildo de La Gomera. Su presidente se fue de vacaciones sabiendo que la situación era muy difícil. No es de recibo tal actitud ni algo propio de alguien que tiene una tremenda responsabilidad al ser la máxima autoridad en La Gomera, donde, como todo el mundo sabe, los alcaldes pintan muy poco, más allá de enchufar a los que les consiguen los votos. Debería usted, Sr. Curbelo, reflexionar sobre el hecho de que, quizás, son demasiados años en política y hay que dar paso a gente nueva. Esta idea sería extrapolable a TODOS los políticos de España. Debería cortarse por lo sano y limitar a dos legislaturas el máximo de años en política. Y, por cierto, nada de cambiar de cargo. A su trabajo normal. ¿Pero qué digo? Si muchos no tienen oficio conocido. ¡Ése es otro gran problema de la casta política!
Las culpas, como digo, repartidas según el nivel competencial de cada cual y los aplausos y elogios sólo para el personal NO POLÍTICO que trabajó en esta desgracia y para la generalidad del pueblo gomero que demostró, una vez más, su valentía y su amor por la isla.