La sombra iluminada
Opinión por Rafael Zamora Méndez
Estimadísimo amigos: Cincelemos las ofensas en arena; y los favores en mármol, porque, un índice de debilidad mental, tristemente, resulta ser el de la malsana ingratitud.
Gratamente impresionado, absorto y altamente entusiasmado, he podido leer en nuestro servicial Digital, el prodigioso buen informe de que la extensa CADENA ALIMENTCIA “TERENCIO”, para las familias más afectadas por los malévolos efectos volcánicos vigentes, residentes en El Pinar y Frontera, ha sido la generosa portadora de la desprendida distribución de contados miles de kilos, conscientemente seleccionados y, conteniendo, unos muy indispensables elementos sostenibles de positivo y efectivo provecho.
Es un muy apreciable caso de auténtica y ejemplar generosidad, de transparentes sentimientos herreños, claramente brotando con amplitud en todos los dignos herederos de un singular hombre, de un notorio paisano que pasó por nuestra existencia, dejándonos una inigualable estela de inverisímil laboriosidad, perseverante constancia y definitiva entrega comercial, a la altura de los más notables consignatarios que en tan competitivo ambiente pudieran existir.
¡Todavía, nos parece una inexistente ficción, un apesadumbrado mal sueño, el que TERENCIO ACOSTA, se nos haya marchado para siempre, habiéndonos abandonado, así, de golpe, de la noche a la mañana, de la indebida forma tan adversa e inesperada que a todos, en aquella desdichada tarde, tanto y tanto, nos sorprendiera e impactara!
Aún, conservo la transitoria y agradable biografía suya, amablemente cedida por una de sus diligentes hijas, mi amabilísima amiga, Lorena, en la que, de cuerpo entero, se retrata la impresionante vida de este descomunal y campechano ser, relatándonos unas pasmosas vivencias, desde sus esforzados iniciales comienzos, hasta el resonante logro de una cómoda estabilidad social de ambicionada situación económica.
Habiendo vivido tórridas aventuras, supo dar sentimentales muestras de agradable familiaridad particular, exquisito trato y amable parloteo, mostrándonos el sumo gusto y desmedido placer que por la buena lectura, la inspirada poesía y la harmoniosa música, a cada momento, solía experimentar.
En verdad que, tan sólo un par de contadas veces, tuve la pertinente coyuntura de haberle podido tratar.
Gran amigo de mi también difunto hermano, Fernando, ya sabía de sus exclusivos gestos que por esta época navideña, ampliamente, solía derrochar.
Cierta tarde, mientras almorzábamos en las dependencias de un peculiar mesón campestre, le vi en la placentera compañía de su muy querida esposa y, aprovechando el tan casual momento, presentándome, me atreví a ostentarle mis más expresivos respetos de sincera admiración.
Me dio a entender que sabía bastantes cosas de mis padres, a los que había ampliamente conocido; admirando sobremanera las legendarias hazañas del abuelo Méndez, en los convulsivos terreros de la deportiva Lucha Canaria.
En un agradable y encantador coloquio, repasando múltiples eventos, se me ocurrió alabarle el fenomenal prodigio de sus tan divulgadas y bien exploradas andanzas, trayéndome a la memoria, como así se lo comentara, la egregia figura del gran Libertador de Venezuela, Simón Bolívar, el cual, departiendo un buen día con su filósofo y capacitado profesor, Simón Rodríguez, le preguntara:
-.- ¿VERDAD, MAESTRO QUE EL MUNDO ES DE LOS HOMBRES VALIENTES?
A lo que el sabio educador le replicara:
-.- SIMÓN, AHÍ, ESTÁS DESACERTADO: ¡EL MUNDO ES DE LOS HOMBRES JUSTOS!
¡Dignísimo, hermoso y atinado epigrama éste, muy apropiado para asignárselo con toda igualdad, a mi prominente interlocutor, cuya trayectoria entre nosotros, persistentemente estuvo afincada en los inmóviles cimientos del TRABAJO, con la más BIZARRA y ECUÁNIME DE LAS ESTABLES RECTITUDES!
UNA VERDAD MUY ACERTADA:
¡POR EL HIERRO VIVE ANDANDO,
ESA SOMBRA ILUMINADA
DEL MÁS NOBLE CAMARADA
QUE NOS SIGUE ACOMPAÑANDO!