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viernes, 15 de noviembre de 2024 00:00h.
Opiniones

Los ojos que han llorado mucho ven mejor.

Mis siempre recordados y atentos buenos lectores de GOMERA ACTUALIDAD: Estarán totalmente de acuerdo conmigo de que, al parecer, desde hace ya unos durados años, algunas de las terribles Siete Plagas de Egipto Evangélicas, con insólita violencia, frenéticamente, se han desatado sobre la tan quebrantada faz terrestre.

Mis siempre recordados y atentos buenos lectores de GOMERA ACTUALIDAD:
Estarán totalmente de acuerdo conmigo de que, al parecer, desde hace ya unos durados años, algunas de las terribles Siete Plagas de Egipto Evangélicas, con insólita violencia, frenéticamente, se han desatado sobre la tan quebrantada faz terrestre.

Por doquier, saben de buena tinta, los grandes dificultosos repetidos fuegos forestales, como el tremendamente sufrido por todos ustedes, en el vergel gomero que, sin piedad, arrasan al medio ambiente, diseminando un probado cataclismo total, pavorosos sobresaltos, calcinadas, ruinas y entristecido temor general.

La llamada “Violencia de género”, en cualquier sitio y rincón, sangrantemente, suele hacer su acuchillada aparición, a cada relampagazo santiamén.
Las inmoladas guerras, habituales secuestros, fatales chantajes, perturbados robos, conyugales separaciones, excesivas ruinas, canallescos abortos, laboriosos menoscabos y plañideros días de seria crisis, desesperan, estremecen y asustan a cualquier ser sensible que todavía atesore algunos tolerantes sentimientos, con sobrados motivos de humana agudeza.
En estos días, nuestra hermana República de Venezuela, en carne propia, se haya sobrellevando el rudo garrotazo de una descomunal hecatombe petrolífera, causada por la imprevista explosión de unos contenedores tanques, cuyos escapes de comprometidos gases, han originado garrafales estropicios, con el concebido detrimento de muchos afanosos trabajadores que han perdido la vida, llevando con ello, el más forzoso luto y la tan amarga desolación, a múltiples hogares lacerados.
Para un servidor, este deplorable siniestro en particular, cobra específicos tintes personales, ya que, el mismo, aconteció en Amuay, delicioso rincón ubicado en la distinguida Península de Paraguaná, Estado Falcón, y, concretamente, en la tan recordada localidad de Judibana, en donde tantos amigos todavía conservo, por haber estado ejerciendo funciones educativas durante catorce largos años en el llamado “Instituto Educativo” y en el que existe esta trascendental Refinería Petrolífera, noble ejemplo y nacional orgullo de todo el país.

Con indisoluble convicción de que, algunos de estos llorados quebrantados, funestamente fallecidos, probablemente, un día tuvieron que ser juveniles alumnos míos y... el sentimiento que me embarga, no tiene las suficientes frases adecuadas para hacérselas llegar a sus desconsolados familiares, a todos los afectados para, por medio de este electrónico Digital, darles mi más sentido pésame, mi desalentada condolencia y la esperanza de una precisada resignación indispensable porque, la vida sigue y tenemos valientemente que hacerle frente a la misma, luchando a brazo partido, contra todos los infortunios que ella quiera presentarnos.
Son muy afligidas las horas que se viven en toda Venezuela y, más profundo el dolor, de las lacrimosas familias perturbadas, llegándonos sus enlutados rescoldos, a cuantos un día emigramos a este magnánimo país que, tan fraternalmente, supo acogernos con los brazos abiertos de par en par.

¡Sólo el que tiene un ideal, tiene una poderosa razón para vivir!
¡No digamos: Hemos perdido la batalla ¡Mejor exclamemos: Nos quedan muchas batallas por ganar!

Los metales se purifican y se forjan en el fuego. Los hombres en el dolor.

¡OH, RESONADO RINCÓN,

PERENNAMENTE QUERIDO,

ME HA DAÑADO EL CORAZÓN,

LA TRAICIONERA EXPLOSIÓN

QUE JUDIBANA HA SUFRIDO!