Saltos hacia el fracaso en el share
Nada más lejos de la realidad, al final esto dura lo que dura y cuando ya has visto saltar a Falete o a Olvido Hormigos, el resto es pérdida de tiempo,ver exactamente el mismo ritual que no aporta nada al intelecto.
Lo de los saltos desde el trampolín no interesan a la audiencia. Pese a todo el bombo y platillo con el que Antena 3 y Telecinco saludaron la llegada de sus realities piscineros, con indudables y excelentes datos de audiencia en sus estrenos, al final la realidad ha terminado por desplomarse a plomo desde el mismo trampolín del share y dejar en evidencia a quienes creían que tenían ante sí la gallina de los huevos de oros.
Nada más lejos de la realidad, al final esto dura lo que dura y cuando ya has visto saltar a Falete o a Olvido Hormigos, el resto es pérdida de tiempo, ver exactamente el mismo ritual que no aporta nada al intelecto. Este tipo de concursos (si es que se pueden definir así) tienen un seguimiento mayor en otros países donde, curiosamente, los saltos de trampolín tienen un montón de adeptos porque es una disciplina deportiva que genera una expectación tremenda.
En España no hay querencia, precisamente, por esta modalidad. De hecho, para el campeonato del mundo se llegó a solicitar desde la Federación Española una especie de casting o de operación triunfo de esta especialidad porque en nuestro país son muy pocos los que demuestran habilidades encima de la tabla. En este sentido, Telecinco parece haber sido más inteligente que su competidora, Antena 3, y ya ha dado pasaporte a la primera (¿y última?) edición. Ha aprovechado los buenos datos de audiencia y ha optado por echar toda la carne en el asador casi de golpe, en cuatro entregas.
Los de San Sebastián de los Reyes, en cambio, han ido dilatando la historia y puede ser que la finalísima acabe teniendo menos expectación que ver a un chino comiendo medio kilo de limones. Fuera de bromas, lo cierto es que tendrían que tomarse más en serio los responsables de las cadenas la confección de sus parrillas. El espectador (aunque así algunos lo crean) no es tanto y sabe discernir. Al final quiere acción, novedad y movimiento e insisto que 4 horas para ver siete saltos desde un trampolín ni entretienen ni matan el aburrimiento de quienes están delante de la pantalla. Vamos, para eso nos vamos a Génova 13 para comprobar si dentro del PPlasma está Rajoy o es la reencarnación de Polstergeist.