Sueños que se cumplen: Museo Antonio Padrón
Nicolás Guerra Aguiar.-Fue un felicísimo comienzo de mi segunda parte del día (ocho de la mañana) la llamada que recibí el pasado viernes. El interlocutor me comunicaba que el Cabildo grancanario, a través de la consejería de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural, iba a comprar a Bankia la parte baja que ocupa en lo que fue casa de las tías de Antonio Padrón, pintor galdense. Esto significa que, al fin, el Museo podrá ampliarse, urgencia vital.
Bien es cierto que las gestiones para su adquisición se remontan a años atrás, cuando gobernaba el PSOE en el Cabildo y era consejera de Cultura doña Luz Caballero (lo supe por ella). Y aunque la entidad bankaria mostraba disposición al diálogo, tal provecho no fue posible por razones que se me escapan, aunque las supongo. Hoy, sin embargo, es realidad: a propuesta de la Consejería de Cultura que dirige don Larry Álvarez, el Pleno del Cabildo aprobó su adquisición por un importe de 250.000 euros. Y esta compra es un clarísimo ejemplo de cómo, si los proyectos son serios y rigurosos y, a la vez, redundan en beneficio de la sociedad, todos los grupos políticos –incluidos algunos señores consejeros desajustados- pueden ponerse de acuerdo. O lo que es lo mismo, los intereses de la Casa-Museo Antonio Padrón estuvieron por encima de mezquindades partidistas a las que estamos tan acostumbrados en este disparate de la política canaria en la cual, a veces, imperan tacaños intereses de grupúsculos. Por tanto, y si bien la consecución –parece que algo se mueve correctamente- es de la actual Consejería que recibió el proyecto de la anterior, deben imperar también en este caso concreto los plácemes a los restantes partidos en cuanto que no pusieron obstáculos para tal logro. Lo cual significa, además, que pueden dominar razones, razonamientos, estabilidades emocionales y visiones universales por encima de racanerías.
Cuando en julio de 2005 publiqué un artículo (<<Casa-Museo Antonio Padrón>>) me llegó al alma la felicitación de don Antonio Cruz Domínguez, periodista y pariente lejano en un acto -<<Escritos a Padrón>>- organizado por la propia entidad museística, rigurosamente dirigida por don César Ubierna, entusiasta y apasionado padronista. Cualquier museo que se precie –y el <<Antonio Padrón>> es pinacoteca valorada mucho más allá de lo insular- busca siempre la amplitud para mostrar sus obras en cuanto que muchas veces queremos detenernos en una concreta y aislarnos de las restantes, o aquella merece por sus características físicas o artísticas la vital soledad de una pared no compartida. Pero eso solo se consigue de dos maneras: con grandes salas o guardando en sótanos habilitados una gran parte de la obra porque los espacios físicos son mínimos, muy reducidos. Pero hete aquí que el Museo Antonio Padrón ni goza de más salas (salitas) que las de su estudio ni, tampoco, tiene lugares de almacenamiento para renovar la exposición dos veces al año, por ejemplo.
En efecto. Cuando acompañé a mi entrañable amigo y exquisito fotógrafo don Santiago Pérez Batista a las de aquel en 2011 para fotografiar El niño enfermo y Pelea de gallos, dos pinturas sobre las que yo había escrito para la publicación de un libro dedicado a Gáldar, volvió a repetir un comentario anterior: <<Es una pena que los cuadros estén tan pegados, pues no solo se desvía involuntariamente la mirada sino que, lo peor, no se saborean algunos en su extraordinaria belleza o perfección técnica>>. ¡Cuánta razón la de aquel hombre cargado de sensibilidades artísticas, pues él también crea arte a través de sus máquinas fotográficas y, por tanto, sentía en mayor profundidad! En efecto. Ya no solo se trata de que las obras están demasiado compactadas pues, recordemos, aquel espacio físico era su estudio –amplio, cómodo, espacioso… pero muy, muy limitado como lugar de exposición-. Además, carece de la suficiente luz natural para mostrar –siempre con el bloqueo del cuadro vecino- los aparentemente nimios detalles que muchas veces significan elementos identificadores de rigores plásticos, estéticos.
Por tanto, la adquisición del espacio anejo con el que formó inicialmente una única unidad va a permitir –aun con limitaciones- una más racional distribución de la obra de Padrón, tarea que será rigurosa también en cuanto que estará en las manos de quienes hoy lo llevan, sus especialistas conocedores. Y a pesar de lo que se gana, el Museo necesita ascender a la planta superior, amplia y mucho más luminosa que la baja. Pero hete aquí que aquella está ocupada por el Juzgado de lo Social, dependencia de Justicia que no solo es necesaria en Gáldar sino, por suerte, de ella dispone el Noroeste. No consistiría la cosa, por tanto, en reclamarle al ministerio –o a quien corresponda- el espacio que ocupa: sí podría el Ayuntamiento –y sé que es brillante idea del señor alcalde- desplazar físicamente su ubicación dentro del término municipal. No voy a desvelar, claro, su proyecto ilusionante, serio, riguroso y factible. Además, don Antonio Castro Feliciano, presidente del TSJC, es un hombre de muy abierta mentalidad y racional capacidad. Con él puede contarse, estoy seguro, para que el Museo sea, definitivamente, todo el edificio.
En conclusión, esta compra demuestra que cuando en órganos de poder –trátese de una u otra institución- están las personas apropiadas y no simples representantes de siglas políticas, es la sociedad la gran beneficiada. El Museo Antonio Padrón va a ampliarse gracias a la consejería de Cultura cabildicia. Todos –incluso los desajustados- la apoyaron (PP, PSOE, NC, CC). Por fin, al fin, razones y no pasiones. O lo que es lo mismo, las palabras validaron la comunicación. En apariencia, no es tan complicado entenderse, ayuda la capacidad de raciocinio.