Superar la crisis no es dejar secuelas a la sociedad a la que nos debemos.

El actual momento que padecemos, que además es  cíclico por haberlo vivido ya  en otras ocasiones, está protagonizado por una crisis global, que afecta a territorios frágiles como Canarias de forma singular y de forma particular a territorios como La Gomera.

Difícilmente podríamos hablar de La Gomera del siglo XXI sin tener en cuenta, a través de la memoria histórica, el devenir de un pueblo que a lo largo de los siglos ha demostrado superar con esfuerzo y voluntad,  muchos inconvenientes marcados por la emigración, un territorio abrupto, la incomunicación y otros factores, que han determinado la forma de ser y de actuar de los hombres y mujeres de esta Isla.

La Gomera es hoy un trozo de Canarias que aporta cultura, formas de actuar que son ejemplos de sostenibilidad y de protección de un territorio que se muestra al Mundo con orgullo, por haber sabido también conservar tradiciones tan  ancestrales como es ese Patrimonio Intangible de la Humanidad, idioma de barrancos, que es el Silbo de La Gomera. Estas circunstancias y muchas más, han sido logradas gracias a un esfuerzo común, el que ha sido impulsado  generación tras generación, emanado de la unidad y de la participación general de todos los ciudadanos y ciudadana de esta Isla de poco más de 22.000 habitantes.

El actual momento que padecemos, que además es  cíclico por haberlo vivido ya  en otras ocasiones, está protagonizado por una crisis global, que afecta a territorios frágiles como Canarias de forma singular y de forma particular a territorios como La Gomera.

La doble insularidad adquiere nuevamente especial protagonismo, y se deja constancia de ella cuando observamos estadísticas crudas y duras, que detectan un desempleo sangrante y que vienen acompañadas de las  escasas posibilidades y nulas perspectivas que se divisan cuando se comprueba, además, la escasa sensibilidad de responsables políticos de ámbito estatal representados por una derecha alejada claramente del sufrimiento actual de miles de ciudadanos. Un conjunto de factores puntuales que ponen aún más difícil la superación a una situación doblemente desfavorable.

Tengo la esperanza de que este “ciclo”, un poco largo ya, será positivamente superado,  tal y como ha sucedido en otros momentos de la historia. Creo que, y a pesar de la que está cayendo en la que los nubarrones –encima sin lluvia—no terminan de esclarecer un panorama oscuro, debemos dar un mensaje de optimismo a la ciudadanía, nunca plasmar, como recientemente se hizo por parte de responsables del Gobierno de España, que la situación aún es nada esperanzadora y los sacrificios que están por venir aún son muchos, a pesar de que minutos después se contradijeran ese mensaje por otros. Es precisamente la contradicción en los mensajes la que confunde a nuestra sociedad.

Las enseñanzas que recibiremos de este  largo período de recesión económica,   tanto a los políticos como a los propios ciudadanos, nos aportarán el  mejor fruto que evitará cometer errores pasados. Cuando la Economía  pase a un plano normal de preocupación en nuestra sociedad, y nuevamente volvamos a poner en práctica políticas y formas de actuar, que puedan seguir garantizando una mejor calidad de vida, un bienestar que quizá en nombre de esa crisis algunos no respetan, tendremos la capacidad de asentar el futuro con esperanza y con la seguridad de ir por el camino correcto de tal forma que evitemos –insisto—que suceda lo que nunca debió suceder, prácticamente la fractura de un sistema que necesariamente debemos cambiar.

Las gomeras y los gomeros hemos sabido unirnos en momentos concretos de la historia para conseguir nuestros objetivos. Recuerdo situaciones en las que, por encima de criterios políticos o partidistas, como un puño y con una sola voz reivindicábamos un aeropuerto, o un nuevo hospital o mejores embarcaciones marítimas hasta conseguir nuestro objetivo.

‘La esperanza me mantiene”, decía Pedro García Cabrera, nuestro poeta universal. Y considero que así es. Con esperanza, unidad y otra vez mucho esfuerzo, tendremos la capacidad de superar este trance y de que nuestras familias vuelvan, con el apoyo de las instituciones, tanto insular como municipales, a recuperar el optimismo y la sensación de que seguimos progresando tal y como lo veníamos haciendo a lo largo de los últimos años. Pero para ello tenemos que contar con la solidaridad y colaboración regional y estatal, que nos permita continuar ese camino.

El salto cuantitativo y cualitativo dado por La Gomera en los últimos treinta años, difícilmente tiene similitud en otros lugares. Las políticas sociales, ejemplo ya en otras comunidades autónomas han posibilitado y ahora más, un impulso y un apoyo sin precedentes en la Isla a colectivos tanto de jóvenes, mayores, disminuidos y otros que por sus peculiares características podrían ser más débiles. Hemos sido los primeros en hacer frente a realidades sociales como la situación de una familia en los momentos en los que se pierde a un ser querido y se ha estado ahí en momentos en los que la enfermedad no espera y se necesitan soluciones. En definitiva, esa sensibilidad que ahora echamos en falta, está siendo incentivada por los que tenemos responsabilidades políticas en la Isla a través de las instituciones que gobernamos en nombre del Partido Socialista Canario –PSOE, y ahora con más razón.

No es una casualidad que de seis municipios que tiene la Isla, en cinco seamos la fuerza política más votada, y que además de diecisiete consejeros con los que cuenta el Cabildo Insular, doce sean socialistas. A ellos tenemos que sumar dos diputados y por la parte que me toca, tener el inmenso honor de poder representar a mis ciudadanos en el Senado de España.

Pero lo hecho, hecho está. Y quizás políticas o formas de hacer política que hasta hace apenas poco eran efectivas para resolver los problemas a la ciudadanía, ahora se muestran insuficientes, por el corto recorrido que tienen. Se hace preciso redefinir, con la experiencia que nos puede aportar este periodo de crisis y los errores cometidos, que los ha habido, nuevos objetivos, nuevas políticas, nuevas formas de hacerla, para que La Gomera se convierta en una Isla de presente y futuro.  Y ello resultará imposible sin la implicación de todas y todos; y ello se antoja improbable sin darle a la sociedad gomera la oportunidad de  participar más allá de los procesos electorales que cada cuatro años se celebran. Lo necesitamos, nos lo merecemos; a nuestra tierra y a nuestras mujeres y hombres nos sobra capacidad para ello.