Un hasta luego a la bondad.
Luis Manuel Gonzalez.-Acaba de morir Domingo Pila. No conozco sus apellidos. Ya le preguntaré a su viuda. Sencilla, hospitalaria y jocosa en todo momento como él. Y con la palabra fuerte, aunque no hiriente, cuando la ocasión lo ameritaba.
Lo conocí al mismo tiempo que un regaño por coger “las cosas ajenas (que) se piden”. Y desde entonces los frutos de su terrenito dejaron de ser sólo suyos porque cada vez que pasaba por allí si no era un aguacate o unos limones era una manilla de plátanos que me regalaba y de las que comieron varios en la cancha durante los descansos.
Continuamente me invitaba a su casa, incluso después de una primera visita en la que conocí a su esposa Sinda. Aquella vez la hospitalidad me recordó a mis abuelos. Al mismo tiempo que la sencillez sin suspicacias conque me mostraron cada rincón de la vivienda y el detalle conque describían cada foto que aparecía, me permitieron constatar la bondad que en ellos moraba.
Pero no sólo era digno en Domingo su generosidad, rectitud y caballerosidad. Era también el empeño conque hablaba de lo que estaba haciendo y de lo que pensaba hacer en su huerto. Ya con sus años. Un trabajador nato. Bueno también para contar anécdotas. Sencillas anécdotas que recogían una intensa historia -dice un refrán que cuando muere un anciano, muere una biblioteca.Y las anécdotas sobre su vida personal y la de La Gomera en general me enseñaron más, mucho más, de lo que había pretendido aprender en los libros.
Su diligencia contrasta con mi lasitud. Lo visité en el Hospital cuando estuvo ingresado hace unos meses. Y llevaba una semana pensando en pasar a verlo por sus tierras, donde su incansable fe en el valor del trabajo lo mantenía, incluso bajo el calor de este último Agosto, haciendo alguna que otra labor.
Las campanas doblaban hoy 21 de septiembre al filo del mediodía y no sabía por quién. Un conocido común acabó con la duda. Como no puedo perdonarme mi desidia, quiero que toda La Gomera sepa que acaba de morir un hombre bueno. Trabajador hasta el último de sus dias. Aún contra la opinión y el consejo de todos los que le estimaban o querían. Un ejemplo del que ha de estar orgullosa toda su familia, a la que doy mi más sentido pésame.