El fútbol, según Camilo.
Vengo posponiendo este escrito desde hace años. Tenía ganas de escribir sobre fútbol, y sobre todo de mi amigo Camilo, desde el día en que mi hijo Daniel, en el campo de fútbol de La Villa, me preguntó si el encargado del campo con el que había hablado también jugaba al fútbol.
Le respondí como pude, y como no tenía otras comparaciones a mano recuerdo que, cuando regresábamos a Vallehermoso, le dije que para hacerse una idea de lo bueno que era que simplemente se imaginara un Andrés Iniesta de color negro. En las siguientes líneas detallo algo más la descripción, aunque no creo que mejore la imagen breve y contundente que aquel día se me vino a la cabeza.
Camilo y yo somos de una edad. Nos conocimos en la Universidad Laboral de La Laguna, donde aterrizamos a mediados de los años 70 con una beca que nos permitía estudiar, comer y alojarnos en el mismo centro. Con nuestros catorce y quince años coincidíamos en el centro con estudiantes universitarios, muchos a punto ya de finalizar sus carreras. Camilo, cuando se hacía con un balón y hurtaba el permiso de los educadores se iba a la cancha y al poco rato ya tenía organizado un partido.
Con esa edad ya sabía jugar al fútbol, quiero decir que a pesar del individualismo que caracteriza la etapa juvenil, el sin embargo tenía muchos otros conceptos de madurez futbolística incorporados. En su forma de jugar tenía dos velocidades distintas según la parte de la cancha donde se encontraba, en posiciones retrasadas se lo tomaba con filosofía y tocaba el balón hasta el aburrimiento o cuando le parecía dedicaba un tiempo a gustarse a sí mismo haciendo conducciones largas combinando regates de cintura con amagos pisando el balón o simulando cambios de ritmos. Pero cuando estaba en posiciones de ataque afinaba, tocaba rápido, buscaba huecos, filtraba pases y pegaba duro y de empeine generando numerosas situaciones de peligro.
Hablaba poco mientras jugaba, muy poco. Pero sí se reía, muy socarrón y por lo bajo, y a poco que lo miraras lo descubrías con cara sonriente y divertida sacándole punta a cualquier ocurrencia. Valga como ejemplo que durante un tiempo buscó la diversión “abubiando” por el puro placer de ver la reacción y el desconcierto del contrario. Los universitarios, entre los cuales habían grandes jugadores, varios militando en el Tenerife como Blas Ramón Almenara, lo ficharon nada más verlo y ganó con ellos varios campeonatos escolares de fútbol sala.
Todavía en categoría cadete fichó por el U.D. Tarrasa y creo que por el C.D. Laurel , los equipos de juveniles que más cercanos estaban de la universidad laboral. Ya en La Gomera jugó, como no, con la U.D. Agulo y al poco dio un salto a la U.D. Gomera, y estuvo presente en los mejores logros deportivos de la época en ambos equipos. Los que tuvimos la oportunidad de verlo jugar, o de sufrirlo como contrario, sabíamos que estábamos ante lo que ahora se llama “un jugador diferente”.
Diferente porque tenía una colocación estratégica en el campo que parecía atraer a sus dominios todos los rebotes y balones perdidos, y es que parecía que sus controles con el pecho o con el muslo eran auténticos imanes que le permitían estar durante mucho tiempo en contacto con la pelota, controlando con ello el ritmo del juego. Diferente porque en un fútbol donde dominaba la fuerza física, el choque, el empuje o el patadón, él era capaz de liderar en la mitad del campo un juego de equipo, basado en mover la pelota y en ser incisivo desde la pausa y la paciencia.
Diferente porque siendo ambicioso y competitivo nunca fue egoísta, recuerdo enormes jugadas personales que nunca llegaba a terminar con un disparo a puerta, prefería ceder el balón a última hora. Y sobre todo diferente porque, al contrario de muchos de nosotros, se daba perfecta cuenta de que estábamos ante un simple juego consistente en correr tras la pelotita; creo que buena parte de su magia, su acierto y talento venía dado porque le quitaba dramatismo a lo que hacía, se quitaba de este modo presión frente a un resultado adverso y le ayudaba a desplegar su creatividad.
Camilo también hizo pinitos como entrenador de futbol regional y en fútbol base y como veterano formó parte de la mejor etapa de Los Tonelitos.
Soy de la opinión de que no es necesario ver la tele para disfrutar y admirar a grandes futbolistas. La calidad técnica y las cualidades de jugadores cercanos como Camilo han servido de referencia para nuestros jugadores gomeros más jóvenes. Y al referirme a Camilo lo hago sin olvidar otros grandes futbolistas de la isla con los que tuve la oportunidad de jugar o ver jugar: Güito, Andrés Raya, Juan Emilio, Jose, Juanele, Chani, Juanito, Minguito, Alexis Bembaré, Foncho, y un largo etcétera.