Socialista. Manuel Fernando Martín Torres
Llevo un viaje de meses sin escribir un artículo de opinión y me parece que ahora, precisamente ahora, tocaba salir al oreo, y probar con algo cortito.
El epicentro está en Ferraz, pero las sacudidas se sienten en toda España, y habrá, con toda probabilidad, réplicas del terremoto. Sabido es que el PSOE pasa un mal momento, partido que, según los tiempos y por mor de sus propias circunstancias, ha paseado sus siglas a lo largo de la historia reciente con sacrificio, orgullo, episodios de corrupción, sentimiento solidario o triste caricatura de sí mismo. El traqueteo de las noticias y las tertulias, que muchas veces enrarecen más que informan, han focalizado en las últimos meses su atención en ello, y al menos a mí me han virado el cuajo.
Vaya, y lo que se me ocurre decir es que me gustaría tirar un volador por el socialismo, por ser socialista. No me refiero a pertenecer al PSOE, no, de eso no estoy hablando. Ni de ser simpatizante de la Agrupación Socialista Gomera, no, no me refiero a eso. Ni de ser eco-socialista, social-demócrata, o socialista utópico. No.
Más bien tocaría las campanas simplemente para celebrar que uno se pueda sentir socialista a secas. Sin etiquetas políticas ni adjetivos que encorseten el significado de ese pensamiento, de esa idea o sentir: ser socialista.
Entender que el estado, los gobiernos, deben tener un papel redistribuidor de la riqueza, creer en la equidad socio-económica, hincar raíces y crecer en la defensa de principios que hicieron correr sangre en la Revolución Francesa y desgraciadamente en otras contiendas más cercanas en el tiempo, refrendar con una conducta personal coherente y solidaria lo que mantienes cuando se trata de hablar y tienes caliente el pico. Cositas así, son las que entiendo nos llevan a sacar pecho cuando se dice ser socialista.
Hay socialistas rojos, verdes, violetas y de otros colores. Hay mujeres y hombres socialistas. Creyentes y ateos. Gomeros y madrileños.
Detrás de todos hay socialismo. Y si no lo hay deberíamos empeñarnos en que lo hubiera.
Sobra quizá decirlo pero, por si acaso, matizar que entiendo y respeto –como no- que cualquiera pueda, con orgullo pleno, sentirse nacionalista, liberal, moderado, independentista, etc.