¿Cuanto cuesta un político?
Estarán ustedes de acuerdo conmigo que no es justo que, aunque uno intente distraerse sin pensar un par de días en los políticos, ellos no dejan pasar ni uno sólo sin incordiarme. Lo mío es un sino.
Se dice que el político en España gana menos que el de otros países europeos. Los que dicen ésto, no sólo tienen razón, sino que, además, están equivocados. Hay que atenerse a la errónea interpretación a que podamos llegar con ese dato. Sólo hay que pensar en el número de políticos que tenemos en este País, muy superior a cualquier otro, duplicando, en más de un caso, a otras naciones europeas con mucha mejor gestión política, por lo que el costo presupuestario, y mantenimiento real, de la raza política y sindical española (sin contar subvenciones) es muy superior al que destinan otros países para mantener a sus políticos.
Si el cálculo lo empezáramos al revés, es decir, pagando a nuestros políticos una cifra similar a otros de fuera, no cabe duda de que los recortes del Sr. Rajoy habrían sangrado definitivamente a todos los pobres ciudadanos con unos tropecientos euros mensuales más por cabeza; ¡lo que nos faltaba! Pero si, por otra parte, el presupuesto destinado al mantenimiento del político en Alemania, por ejemplo, fuera el que se distribuyera también para soportar (nunca mejor usado el verbo) a los nuestros, entonces los políticos españoles no serían ni mileuristas, y no podrían llegar a fin de mes; ¡lo que les faltaba!
No cabe duda de que el costo para el mantenimiento de los político en este País resulta muy superior al de cualquier otro, por el número excesivo que tenemos, y padecemos, de esta casta. Esta pequeña reflexión se desmadra si hablamos de lo que produce, o rinde, con su trabajo, un político español (considerando las honrosas excepciones) en comparación con los de otros países; entonces, la media estimada por cabeza política hace que el coste se dispare de forma astronómica: hay que considerar el valor que representa, por ejemplo, las influencias (con su tráfico incluido) los coches con chófer, las tarjetas de crédito con amplias coberturas y sin límite, los bono-taxi (flexibles donde los haya, al ser transferibles, incluso, dentro de la familia) dietas por desplazamiento en las mismas ciudades donde residen, y viven, algunos, y otras innumerables prebendas (algunas desconocidas aún) que representan un valor incalculable (tanto es así, que, a veces, ha de calcularlo la Justicia) y un costo añadido a los sueldos que ya perciben.
Si bien, esos otros políticos extranjeros carecen de los “sustentos colaterales” (que no daños) de que aquí gozan y disfrutan los nuestros, teniendo que, por ejemplo, viajar esos otros políticos en metro, o en clase Turista en los aviones; recordemos lo manifestado por Gonzalo Moliner, cuando era, hasta hace poco, Presidente del Constitucional, y, por supuesto, refiriéndose a él mismo : “Viajar en Turista no es la mejor imagen para quien preside el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional”; ¡qué tremenda falta de preparación humana para soltar semejante barbaridad!
La imagen se tiene por uno mismo, y se proyecta siempre desde dentro y con independencia de dónde se siente una persona válida. Por supuesto, que lo que se dice de los políticos de este País, se puede aplicar también a algunos jueces, sobre todo de la escala de mando.
En fin, se mire como se mire, los políticos en España, por su excesivo número y prebendas exclusivas en el concierto político civilizado, resultan muy caros. Los más caros del mercado. Carísimos. Y, por si fuera poco, nos queda la desesperanza de que nuestra raza política autóctona es una especie animal en peligro de no extinción.
Estarán ustedes de acuerdo conmigo que no es justo que, aunque uno intente distraerse sin pensar un par de días en los políticos, ellos no dejan pasar ni uno sólo sin incordiarme. Lo mío es un sino.