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viernes, 15 de noviembre de 2024 00:00h.

Cuarto y mitad de independencia

Mi madre solía comprar así los boquerones: cuarto y mitad. Artur Mas ha popularizado el pedido, pero con algo tan serio como es la independencia y lo ha llevado al más denigrante mercadeo.

Y, además, no encuentra nombre para definir la entelequia del nuevo Estado. Han de darse unas circunstancias ajenas al significado de independencia, y ha probado varios nombres: “Estado Libre Asociado”, como es Puerto Rico, “Estado Soberano”, “Consejo Ibérico” junto a España, Portugal y Andorra, como es el Consejo Nórdico entre Dinamarca, Noruega y Suecia, “Consejo entre España y Cataluña”, similar al Benelux.

Pero es imposible encontrar un nombre para una situación que no tiene nombre Si bien, Mas tiene claro que la independencia no puede ser absoluta, o sea, una separación rotunda del Estado español, con frontera y pasaporte. Nada de eso, sino una independencia a medias; sólo una porción de lo que se despacha en ese mercado.

Es vital la continuidad del cordón umbilical actual que la mantiene asida a la glándula mamaria estatal; un estado soberano donde siga entrando el dinero español, pero no pueda entrar la Justicia española. Ahí radica la intención personal e interesada de una porción de independencia suficiente para cubrir los planes del clan Pujol-Mas y otros líderes soberanistas involucrados en tanto abuso y corrupción.

Ellos saben, mejor que nadie,  que la independencia es inviable para Cataluña, igual que lo es para Escocia y Quebec, que tienen una industria muy superior a la catalana, por lo que estos últimos ya dijeron que no a la independencia, y Escocia lo dirá este mismo año, con idéntico resultado, de acuerdo a las encuestas.  

Los únicos que ignoran la realidad son los adoctrinados por esos líderes, los cuales no han tenido una formación y educación general objetiva que les permita discernir libremente; es el drama de esos niños que en la escuela catalana son iniciados en un adoctrinamiento que finalizará en un deseo de aislamiento social.

Es por ello que, aunque pierdan hoy el referendum impuesto por ellos mismos, el problema persistirá siempre, hasta que sea el propio Gobierno central, como lo hizo Inglaterra y Canadá, quien autorice la consulta. Entonces la perderán también, pero se habrá terminado el problema para siempre. Ya lo han dicho las encuestas.

“Por favor, señor tendero, póngame cuarto y mitad de independencia”. Ni un gramo más.