Yo no voté
Lo había decidido, no sólo por descontento, sino, además, por el gran ejemplo de honrada gestión política que lleva a cabo en Uruguay su Presidente, José Mújica, cuya entrevista vimos hace unos días en televisión.
Lo hace todo por el pueblo, y por encima de su propia ideología política. Aquí es justo al revés, y el resultado acabamos de verlo, una vez más, en las últimas elecciones del pasado domingo: caída de los partidos tradicionales, y aparición, por sorpresa, de un nuevo grupo “salvador”, llamado Podemos, al que muchos electores, también descontentos, y en una huida hacia adelante, han dado su confianza a esta formación marxista, en un último intento de agarrarse a lo que sea; han conseguido cinco diputados para Europa, y se colocan en la cuarta posición nacional.
Su éxito ha sido tan inesperado como efímero; darán un toque de atención a la política española,y poco más, ya que muchos de sus electores pronto se darán cuenta de su error, y será cuando su líder, Pablo Iglesias, trate de sacar a España de la crisis por la puerta grande del Marxismo.
Este hombre ingresó en las juventudes comunistas con 14 años, y estas educaciones, con independencia de que sean de derecha o izquierda, imprimen un deformado carácter en la persona, por la falta de coherencia entre las doctrinas universales y la situación real y concreta de cada pueblo; el Capitalismo busca equivocado la riqueza para el pueblo, y el Marxismo consigue, tras el mismo error, la miseria, igualmente repartida entre todos; Cuba y Venezuela son ejemplos de gobierno para el nuevo líder.
Con este dato queda dicho todo. Si Pablo Iglesias no es capaz de desprenderse de su deformado barniz ideológico para poner por encima los intereses reales de nuestro pueblo, habrá fracaso rotundamente. Una vez más, lo dicho: no pensaba votar, y no voté. Mi mujer tampoco.