Se pueden decir muchas cosas de nuestro Rey, Juan Carlos I, a favor y en contra, y cada cual se quedará con el recuerdo que más le haya marcado en casi cuarenta años de reinado.

 Yo, por encima de todo, me quedo con el recuerdo de un ser humano que, consciente de su error, supo pedir perdón al pueblo. Para ello es preciso tener una grandeza interior al margen de la que concede la Corona por simple herencia.  “Lo siento, me equivoqué, y no volverá a ocurrir” fueron sus palabras de arrepentimiento ante todos los españoles. Y fueron sinceras.

Deberíamos preguntarnos cuantos políticos y gobernantes españoles, con más agravantes que tuvo el Rey, se niegan a reconocer sus errores y sus daños, que, de forma reiterativa, pretenden presentar como aciertos ante todos. Pedir perdón engrandece al hombre, y el pueblo lo entiende y perdona. Por ello, destaco la valía del Monarca por saber pedir perdón a sus súbditos. Eso no se olvida nunca.