Los tiempos no cambian
Hoy, 3 de diciembre, hace 48 años que vine a Lanzarote. Es también mi cumpleaños.
Pero no les voy a decir los que cumplo, ni con qué edad llegué aquí, a fin de no entrar en detalles que pudieran concluir con datos no deseables. ¡Qué buena gente había por estas Islas en aquellos tiempos! No es que hoy sea mala, pero ha cambiado mucho.
En aquellos años, en Lanzarote sólo había conejeros; hoy, estamos en minoría. A cual más trabajador, respetado y respetable, afable, cordial, dialogante, gustaba de alegar con quien fuera, escuchando, con atención de sabio y clavando los ojos en quien le hablara, en un deseo de ampliar sus conocimientos de la vida que, sin saberlo, eran muchos los que poseía.
En mis días de descanso me gustaba deambular por la Isla con mi flamante volkswagen 1.200 (105.000 pesetas, de paquete, a plazos de 3.000 mensuales, o sea 18 euros de hoy) Me gustaba la fotografía. En Lanzarote, cada grado que giras la cámara, te sorprende una panorámica diferente; hoy me siguen sorprendiendo todas. Solía aparcar el coche (las llaves y cualquier pertenencia se podían dejar, sin problema) y adentrarme por los campos buscando fotos diversas que todavía conservo.
Cuando algún campesino notaba mi presencia, solía hacerme señas con la mano dando la bienvenida y deseoso de cruzar algunas palabras; me ofrecían, a veces, un pedazo de pan bizcochao en su propio horno, y una copa vino, y nos poníamos a alegar. La sencillez que mostraban era fruto de la sabiduría del que ha aprendido en el campo. Y yo, a la vez, aprendía bastante de ellos. Conocía los nombres de algunos campesinos, no de todos, porque este detalle, el nombre, no era tan importante, sino la persona.
Trataba siempre de identificarme con los que me recibían de forma tan afable y educada, que eran todos. Nunca me hicieron sentir de fuera. Conocí, de esta forma, a muchos campesinos que me saludaban en mis caminatas por las afueras de las distintas poblaciones. Volvía días después, y allí estaban, como si el tiempo no hubiera pasado, como si no se hubieran levantado del mismo sitio en una semana.
Impertérritos ¡Cómo ha cambiado esta situación!
Muchas casas, siguen en pié, pero ya no hay nadie sentado fuera, y dentro vive un tal Halvorsen, u otro nombre que ya no es de los que conocí entonces, ni te hacen señas para ofrecerte un pedazo de pan bizcochao y una copa vino.
Pero los tiempos no cambian, tampoco pasan. Somos nosotros los que cambiamos y pasamos.-