Así son y así los vemos
Cuando la sociedad española se pregunta que es lo que está ocurriendo en nuestro país con tanto dislate,y no solo a efectos económicos y de desempleo ( nos cabe alto honor de ocupar el segundo puesto en Europa con déficit más alto), afectando a diversos estamentos, las principales críticas, sin la menor duda, van dirigidas a los políticos.
En definitiva, los hechos son producto de las actuaciones más o menos acertadas de las personas.
El colectivo de sinvergüenzas y granujas ha adquirido tal dimensión, a tenor de la información proporcionada por los medios de comunicación, que sin entrar a cuantificarlos por su pertenencia partidista, el imponer cierto orden y recuperar la credibilidad resultará harto difícil.
Son demasiados los organismos en los cuales aparecen tal volumen desaprensivos y corruptos que se precisaría el esfuerzo de varias “UDEF” para tratar de regenerar la situación. Tras la aparición de Internet y redes sociales, los pícaros profesionales, con matices, cada día lo tienen más difícil. La utilización de los llamados “paraísos fiscales” está perdiendo seguridad y eficacia por momentos, con el agravante de que sus errores son difundidos en cuestión de segundos. Hoy día, cualquier conducta ostentosa en el gasto o llamativa adquisición, es suficiente para levantar sospechas y provocar el rastreo de los ingresos del presunto delincuente y que en muchas ocasiones termine con sus huesos en la cárcel y no solo por la cuantía de sus apropiaciones indebidas, sino por algo mucho más dañino y destructivo llamado incontrolable ambición.
Una de las enfermedades actuales padecidas por cierto sector de la ciudadanía se llama "desencanto”. La propia sociedad con su ejemplo y hábitos de vida nos han convertidos en auténticos “descreídos totales”, postura que triunfa entre las nuevas generaciones. De ahí por ejemplo cuando se suscita cualquier tipo de discusión sobre la honestidad la clase política, sea definida con el despectivo calificativo de "todos son iguales"
En estos momentos es práctica habitual el desconfiar y discutirlo todo, incluida la propia administración de Justicia, cuya aplicación y comportamiento es duramente cuestionada, dependiendo en muchos casos del nombramiento político de ciertos profesionales para garantizarse tratamientos de favor, y con estos mimbres, el creer y prosperar es imposible.
El gran problema, o al menos unos de los principales, en que ninguno de los líderes de los partidos actuales, inspira la suficiente confianza y equidad para gobernar adecuadamente el país. Algo que ingeniosamente refleja el chiste del humorista Ricardo en El Mundo del pasado jueves día, 21 en el cual aparecen dos señoras muy bien arregladas que manteniendo el siguiente diálogo:
-¡Deberían encerrar a los cuatro líderes en un cuarto y no dejarles salir!
-¿Hasta que no lleguen a un acuerdo?
-No, hasta que sus partidos elijan a otros candidatos.
Y a todo esto los españoles, sometidos a una presión fiscal insufrible, con nuestros impuestos, continuamos manteniendo a unos políticos impresentables, tal como reflejan todos los sondeos de opinión; dándose la circunstancia de que los citados dirigentes, al margen de las corruptelas ya citadas, además, exigen descaradamente un reconocimiento social inadmisible. Prácticamente ninguno dimite a pesar de su manifiesta inoperancia y así nos va….
La sociedad ha perdido la confianza en los actuales gobernantes, y quizá la única fórmula para recuperarla es que más pronto que tarde sean suspendidos de sus responsabilidades todos aquellos sobre los que pesen fundadas sospechas de comportamientos irregulares. Al margen lógicamente de que en paralelo se arbitren las necesarias reformas en Justicia y obsoleto sistema electoral.
Continuar inmersos en nuestro patético desconcierto actual puede suponernos grandes problemas de inimaginable y peligrosa transcendencia. Los ciudadanos demandan seriedad, rigor y seguridad que nos proporcionen la tranquilidad que merecemos y de la que tristemente carecemos…..¡¡Tiempo al tiempo!!
José-Tomás Cruz Varela