Las cartas boca arriba

"La administración pública de Canarias tutela hoy a casi seis mil niños llegados de África. Es una cifra que desborda con mucho la capacidad de acogida de cualquier comunidad autónoma".

Es difícil encontrar otro momento en la historia en donde el comportamiento de Canarias haya sido tan ejemplar. Un referente de solidaridad, de responsabilidad y de unidad. Un ejemplo de resiliencia, de contención y de comportamiento humanitario. Y por contraste, sería igualmente complicado elegir un momento en el tiempo en que este Archipiélago haya sido tan olvidado como en estos últimos tiempos por parte de las instituciones comunitarias. 


La administración pública de Canarias tutela hoy a casi seis mil niños llegados de África. Es una cifra que desborda con mucho la capacidad de acogida de cualquier comunidad autónoma. A lo largo de los últimos meses hemos vivido dos caras de una misma moneda. Por parte de la gran mayoría de los partidos políticos de las Islas hemos visto una actitud unida en defensa de los más vulnerables, que son los niños, y en la necesidad de atenderlos como es debido. Por la otra, el comportamiento de partidos de ámbito nacional y en otras comunidades autónomas, activando la máquina de las excusas para no hacer frente a un problema que les concierne tanto como a nosotros, porque se trata de un problema humanitario.


Uno no puede sentir más que decepción y asombro ante el egoísmo y la ceguera de aquellas comunidades que han dicho abiertamente que no quieren asumir su parte de responsabilidad en la atención a esos niños que necesitan protección. Es irresponsable, es indigno de personas con un mínimo de humanidad y es una enorme demostración del desentendimiento de ese proyecto común que debería ser el Estado español. Lo que ha pedido Canarias no es más que una extensión del comportamiento solidario que ha tenido Europa en el caso de graves acontecimientos, como la guerra en Siria o la de Ucrania, que provocaron oleadas masivas de migrantes que pretendían salvar sus vidas y las de sus hijos. Pero hasta el momento, ese llamamiento ha quedado en nada.


La Conferencia Sectorial de Comunidades Autónomas para tratar sobre el reparto de los menores que atiende Canarias, celebrada esta semana en Tenerife, quedó en muy poco. Sin bien es cierto que desde el Gobierno de España, su ministro, Ángel Víctor Torres, al igual que el presidente de las islas, Fernando Clavijo, han trabajado para dar una salida a esta realidad, el compromiso de derivar a cuatrocientos menores palidece ante la cifra de niños que atendemos hoy en las islas y ante las previsiones de incremento para los próximos meses. 


Y ante esta gravísima situación nos encontramos con un Gobierno que no cuenta con la mayoría parlamentaria que le apoya para sacar adelante esta medida solidaria, porque algunos de sus aliados no están dispuestos a apoyarla. Y por el otro tenemos unas comunidades en manos del PP amenazadas por sus socios de Vox, que han roto los gobiernos de aquellos territorios que aceptaron echar una mano a Canarias. 


Ya se han dado todas las excusas y se han escenificado todas las jugarretas políticas. Porque es un hecho, bien triste, que sobre el tema de los niños migrantes que desbordan la capacidad de acogida de las islas se han desplegado todas las estrategias electorales. Sabemos que hay comunidades que no están dispuestas a asumir la tutela de una parte de los menores que hay en las islas y, lo que es peor, que no se sienten dispuestas a participar solidariamente en el reparto de los que pueden venir antes de que acabe el año. Y como bien se ha dicho estamos al borde del colapso.


Así pues, se acabó lo que se daba. Es el momento de afrontar esta crisis humanitaria. Este asunto tiene que ir al Congreso de los Diputados para que los representantes de los ciudadanos de este país voten a favor o en contra de una medida de Estado y por la solidaridad con Canarias, la frontera sur de Europa. Y de esa manera se pondrán las cartas boca arriba y sabremos a lo que atenernos. Ya está bien de dilaciones, de tácticas, de excusas y de tinta de calamar. Es hora de que sepamos de una vez si de verdad estamos solos; si Canarias se enfrenta a un drama humanitario sin el auxilio de nadie, o si contamos con el apoyo de quienes representan legítimamente a los ciudadanos de este país. Y a la vista de lo que ocurra ya sacaremos nuestras propias conclusiones. Este asunto no aguanta ni más demagogia ni más tiempo perdido. Repito: pongamos las cartas boca arriba.