Es el momento de echarle cabeza
Nuestras islas, para lo bueno y para lo malo, tienen una economía de servicios enormemente dinámica, que es capaz de soportar con flexibilidad los cambios del mercado. Cuando se desploma un sector industrial es muy difícil volverlo a poner en pie, pero el tejido turístico y comercial es capaz de aguantar momentos de enorme sequía y recuperarse inmediatamente con las primeras lluvias.
Casi hemos vuelto a las mejores cifras de turismo, hemos conseguido crear más empleo y se ha facturado una cifra récord de ventas en el sector que mueve de forma principal la economía de nuestra tierra. Son datos esperanzadores y muy relevantes sobre todo después de haber padecido un cero turístico: no olvidemos la imagen de los hoteles, restaurantes y comercios cerrados a cal y canto y nuestras ciudades turísticas vacías.
Pero que hayamos rellenado la despensa vacía no significa que debamos cerrar los ojos ante las amenazas. Primero, la inflación que padecemos y que nos empobrece a todos va a ser muy difícil de erradicar: llevará mucho tiempo y muchos sacrificios. Segundo, la crisis en determinadas materias primas y en el suministro energético puede provocar un frenazo en el crecimiento económico de los principales países europeos. Estos dos factores, combinados, pueden afectar muy negativamente, en el peor escenario, a la economía de nuestras islas.
Muchos expertos han avisado del “peor invierno” para Europa. Las incertidumbres y efectos de la guerra en Ucrania, la escasez de gas y el encarecimiento de otros combustibles, la inflación, la depreciación de la libra frente al euro, la inestabilidad política…. Todo este potaje de complicaciones pueden terminar afectando a las economías de la Unión Europea. Y Canarias, que depende del gasto vacacional de cientos de miles de familias de esos mismos países, se puede ver afectada en su turismo. Sector que registra un 25% menos de reservas de las que se dieron en la misma fecha de 2019, justo antes de la pandemia.
Por eso, es el momento de echarle cabeza a las cosas. Hay que apretarse el cinturón y hacer reserva de recursos por si el panorama se pone tan feo como algunos advierten que se puede poner. En los presupuestos del Gobierno canario y de las restantes administraciones de las islas, tendremos que poner especial atención en dedicar todos los fondos que se puedan, y algunos más, a reforzar necesidades de muchísimas personas que se encuentran en dificultades, recuperándose aún de unos años de calamidad económica.
No hay que ser pesimistas. Las amenazas que aparecen en el horizonte en muchas ocasiones se despejan con el paso de los meses. Pero como siempre digo, hay que esperar lo mejor y prepararse para lo peor. Los fondos extraordinarios de Europa y la extraordinaria recaudación de impuestos en este año de bonanza va a permitir que el sector público, que ha sido fundamental para mantener vivo el tejido empresarial de las islas, el turismo y el comercio, tenga los recursos necesarios para defender a los más vulnerables, si las cosas se complican.
Canarias tiene hoy más empleo que nunca y nuestra economía crece de forma robusta, por encima de la media de nuestro país. Esa es la mejor garantía de progreso y de bienestar social. Pero si nos sacude una nueva crisis, tenemos el seguro de unas instituciones públicas que han demostrado ser capaces de impedir el naufragio colectivo.
Que se contengan ahora los beneficios, que se modere razonablemente la necesaria mejora salarial y que los gobernantes eliminemos los gastos innecesarios concentrando nuestra actuación en las inversiones públicas, que generan trabajo y progreso, y en las áreas sociales, es una tarea que nos va a servir para contener la inflación, pero además será útil para tener músculo si al final vienen curvas.