Nacimos para cambiar las cosas
Durante décadas, las burguesías de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria se han repartido la riqueza y han competido por el poder y la influencia en Canarias. Eso que en las islas se llama “el pleito insular” no es, en realidad, tal cosa. Las islas no están enfrentadas en ningún terreno. No lo están las cinco llamadas “menores” (aunque alguna sea mayor en superficie) y ni siquiera las dos llamadas “mayores”. Los que se han enfrentado una y otra vez son las dos grandes capitales en una batalla por el protagonismo y el poder.
Es desde esa óptica desde la que se puede entender algo tan extraño como que las instituciones de la CCAA de Canarias no estén ni en una sola isla, que sería lo normal desde la lógica de los costes económicos, ni en las siete, que sería lo normal desde la lógica de la oportunidad política, sino sólo en dos.
Tal vez esto explique la creciente incomodidad de algunos poderes ante el hecho de que un partido de una isla “menor”, la Agrupación Socialista Gomera, lleve ya algunos años teniendo un creciente protagonismo en la conformación del poder político en Canarias. Y eso también puede explicar la animosidad de algunos comentarios en torno a quienes representamos a este partido. Porque hemos venido a romper el duopolio político que se repartía plácidamente las influencias y el ejercicio del poder omnímodo que han tenido durante décadas algunos grupos de poder en las dos capitales.
Sería bueno que todos ellos entendieran que las cosas han cambiado. Que las islas “menores” se han despertado. Que los más débiles, los más vulnerables, los más olvidados, se han sacudido para ponerse en pie de igualdad. Hemos superado una historia de abandono en los servicios públicos y de padecer peor educación, peor sanidad y mayor incomunicación, soportando además los sobrecostos de una doble insularidad que jamás han sido ni entendidos ni compensados.
En la última legislatura, esos poderes, gravemente preocupados, promovieron una reforma del sistema electoral para intentar extirpar la influencia de las “islas pequeñas” en la vida de Canarias. El sistema electoral en España no funciona estrictamente por el sistema de una persona un voto. Hay una representación territorial, asignada por provincias y nadie, nunca, lo ha cuestionado. Pero en Canarias se aprobó una lista regional —con nueve diputados— para darle más representación a las dos islas más pobladas. La operación, en ese sentido, no tuvo demasiado éxito. La Gomera, con los tres diputados de ASG, siguió siendo relevante en el mapa político de esta tierra.
Quienes rechinan los dientes y miran con desconfianza la emergencia de fuerzas que representan a las islas no capitalinas, tendrán que acostumbrarse. Hemos llegado para quedarnos. La tierra que defiende ante Bruselas y Madrid la necesidad de atender la ultraperiferia y la lejanía padece también una ceguera incurable para entender su propias injusticias interiores. Hay que atender a las necesidades y esperanzas de quienes viven más allá de las megacapitales donde están los grandes hospitales, las sedes de las grandes empresas y polígonos industriales, los grandes puertos y aeropuertos y los ciento cincuenta mil empleados públicos de las administraciones. La Canarias despoblada también existe.
Las islas no capitalinas tienen problemas propios y distintos. Y especialmente las Occidentales que no han desarrollado —afortunadamente, diría yo— ese modelo de explotación masiva y destructora del turismo de masas. La Palma tiene un potente sector platanero que está en riesgo y que ahora, con la catástrofe del volcán, puede quedar herido de muerte. El Hierro padece problemas de abandono en servicios públicos. La Gomera se enfrenta al techo de cristal de la conectividad que en ocasiones impide el crecimiento de su economía. Tenemos problemas comunes que ni se entienden ni se resuelven en la mentalidad de unos grandes partidos que consideran que Canarias empieza y termina en el ombligo de las dos grandes capitales. Pero Canarias es mucho más que dos.
Hemos venido para cambiarlo todo. Para que Canarias sea de todos y para todos. Y no podrán evitarlo, por mucho que intenten cambiar las reglas del juego para sacarnos del tablero. Más vale que lo vayan asumiendo.