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viernes, 15 de noviembre de 2024 11:09h.

El puerto que la isla se merece (ll)

Retomando la historia en el punto en que la dejamos deberíamos decir que nuestro muelle experimentó un notable impulso durante la década de los años sesenta y definitivamente se relanzó con la llegada de los turistas en los setenta. 

Hace algunas fechas recordábamos los principios de nuestro puerto, relatados por el historiador gomero, Alberto Darias Príncipe en la edición del año pasado de la cátedrá José Aguiar. Llamaba la atención que una Isla que pasó a la historia por ser enlace con el Nuevo Mundo no contara con unas instalaciones portuarias en el sentido estricto del término hasta hace poco más de medio siglo.

Retomando la historia en el punto en que la dejamos deberíamos decir que nuestro muelle experimentó un notable impulso durante la década de los años sesenta y definitivamente se relanzó con la llegada de los turistas en los setenta. 

El desarrollo de este sector en el Sur de Tenerife tuvo una repercusión directa en nuestra Isla. Fue entonces cuando se establecieron líneas de ferries y el puerto creció hasta sumar 400 metros. En la década de los ochenta se mejoraron los servicios turísticos, ampliaron viales, se construyó la estación marítima con nuestra característica piedra roja e instalaron servicios básicos como el agua y una mejor red eléctrica.

En la década de los 90 se estabiliza el tráfico de mercancías pero sigue imparable el de pasajeros que llegan a bordo de Ferry Gomera y Transmediterránea, embarcaciones deportivas y cruceros turísticos. La novedad de aquellos años. Para cubrir esta creciente demanda se diseña la prolongación en 240 metros del dique principal y se construye un puerto deportivo de 260 atraques. 

A finales de esa década operaban en San Sebastián la Naviera Fred Olsen y Trasmediterránea, sustituida luego por Naviera Armas. Las obras de remodelación de este espacio siguieron avanzado intentando dar respuesta al creciente interés que despertaba la Isla. Así, a finales de la primera década de los años dos mil se prolongó el dique en 102 metros más.

Por esas fechas también se acondicionaron 16.400 metros cuadrados en la explanada del Roque de La Hila donde hoy por hoy se sitúan aparcamientos para guaguas, taxis, coches de alquiler y particulares. Pero una parte se encuentra sin uso. Esta situación es precisamente la que pretende resolver ahora la Autoridad Portuaria con la inversión de 1,3 millones de euros, en unas obras que han empezado por estas fechas. La actuación consiste también en la urbanización y acondicionamiento de los accesos. Desde el Cabildo hemos celebrado esta decisión y a la vez invertirmos 300.000 euros en la Parada Preferente, a punto de culminarse.

Si importante son las actuaciones no menos lo es la planificación. Hace algunas fechas quedó aprobado el Plan de Utilización de Espacios Portuarios (PUEP), cuya relevancia en su momento califiqué de decisiva. El documento delimita una zona de servicio que incluye espacios de tierra y agua necesarios para los usos portuarios.

Fija otros de reserva para garantizar el crecimiento de las infraestructuras y algunos más para usos no portuarios. El PUEP es el encargado de la delimitación de áreas y la ordenación portuaria, pero no la urbanística que recae en los planes especiales. Viene a actuar como deslinde donde antes sólo había una delimitación histórica. Hace pocas fechas el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó la valoración de estos bienes que ascienden a unos 70 millones de euros, entre lámina de agua y tierra firme.

¿Y cuál ha sido el papel protagonizado por el Cabildo en la historia de nuestro puerto?. Pues lógicamente desde la institución insular siempre hemos defendido una mejora de las instalaciones, la ejecución de obras que considerábamos prioritarias y que se concrete la planificación lo antes posible. Para ello acudimos puntualmente a las reuniones del Consejo de Administración que se celebran en Tenerife con el fin de opinar sobre los asuntos que afectan a la Isla. Este papel reivindicativo se justifica porque consideramos a nuestro puerto el auténtico hilo umbilical que nos une al resto del mundo y del que necesitamos de forma ineludible para progresar.