Sentido común para evitar la cuarta ola
Son muchos los que se han llevado las manos a la cabeza tras conocer las últimas medidas urgentes puestas en marcha por el Ministerio de Sanidad para evitar a toda costa que llegue una cuarta ola que nos hunda más en las profundidades. La nueva ley, publicada este martes en el BOE, trae medidas de contención que pasan por la obligatoriedad del uso de la mascarilla en todos los espacios públicos, independientemente de si se puede respetar o no las distancia interpersonal. Esto, lamentablemente, exigía, en un primer momento, también su uso en playas, piscinas y en la montaña, algo que en plena Semana Santa, en la que se abren las puertas al buen tiempo y al verano, no ha sentado nada bien al sector del turismo en las Islas, y tampoco ha sido recibida con los brazos abiertos por la amplia ciudadanía canaria.
Coincido que son medidas muy duras, eso no lo pone ni la propia ministra en duda, y lo cierto es que estas decisiones han sentado como un jarro de agua fría al sector turístico y a la amplia mayoría de los canarios. Si bien, surgen ante la necesidad de cercar al dichoso virus para no lamentar la llegada de esa cuarta ola de la que tanto se habla últimamente, precisaban de una mayor reflexión para responder a la realidad de cada territorio.
En estos momentos de incertidumbre, demandamos más que nunca algo de luz y sensatez para implantar medidas que, lejos de asestar duros golpes a nuestra débil economía, supongan un hálito de oxígeno a nuestros sectores productivos. Mientras el Gobierno central trabajaba en una propuesta técnica-jurídica con participación de las comunidades autónomas para modificarla, Canarias evitó su aplicación aludiendo a la propia norma autonómica y la figura de autoridad sanitaria.
Todas las restricciones que se han aplicado desde el inicio de esta cruel pandemia, hace ya más de un año, han tenido como único objetivo el de frenar la curva de contagios. Y en esta ocasión, el Gobierno estatal, lejos de ser un intrépido surfero que espera con ansias cabalgar la ola de sus sueños, se ha pertrechado del mayor equipaje de seguridad que está a su alcance para proteger a todos los ciudadanos. No obstante, en la aplicación de estas nuevas medidas debe primar el equilibrio entre la protección de la salud y de la economía. Aquí reside la clave de muchos de nuestros males: el equilibrio. Ya lo decían mis abuelos, que en esta vida, todo debe hacerse con mesura y con mucho sentido común, por ello, muy pocos entenderían que hubiera que ponerse la mascarilla de forma obligatoria al estar completamente solos en medio del Parque Nacional de Garajonay, por poner un ejemplo.
Ahora, todas las esperanzas se depositan en el horizonte de la vacunación masiva, con la meta puesta en alcanzar el 70% de la vacunación de la población española este verano. Y como todo no van a ser malas noticias, esta misma semana el Ministerio de Sanidad, confirmaba que ya son más de dos millones de personas las que han recibido las dosis necesarias para alcanzar la inmunidad, siendo la primera semana en la que se superan ya la administración de dos millones de dosis de vacunas. Sin duda, lograr la vacunación masiva será nuestro principal reclamo turístico. Nuestros paisajes, playas, naturaleza, gastronomía y cultura popular se quedan en agua de borrajas si no contamos con unos bajos índices en el nivel de incidencia del virus en nuestras Islas y eso sólo se combate con una mayor agilidad en la vacuna para ganar tiempo a la expansión del virus, pues no podemos seguir permitiéndonos una incidencia de más de 128 casos por cada 100.000 habitantes, ya que ello conlleva a un aumento de la presión hospitalaria y al colapso de nuestras UCI.
Con la vacunación ganaremos la larga batalla al virus y sólo de esta forma venceremos a su vez la crisis económica y social que afecta a todas las comunidades y en mayor medida, a Canarias, por su dependencia del exterior y del turismo. Mientras tanto, debemos protegernos a nosotros para proteger a los demás, cumpliendo con las normas de seguridad sanitarias, con sensatez y sentido común, algo que no debería ser una "tarea herculeana"