El Teletrabajo y el día del trabajador
Supongo que muchos de mis lectores, que también pueden ser trabajadores, no se han preguntado nunca por la antinomia en lo conceptual y en lo práctico que supone celebrar el día del trabajo, no trabajando. Pues yo sí. Y he creído encontrar la respuesta, y esta no es sino una celebración de la izquierda comunista. La antinomia es una más de sus contradicciones y mentiras clásicas que se ha colado de rondón en nuestras vidas.
El origen se sitúa en la huelga que se celebró el primero de mayo de mil ochocientos ochenta y seis que culminó en la revuelta de Haymarket. Todos estos hechos se produjeron en un país que había creado la democracia y donde los obreros podían protestar por sus condiciones de trabajo, y reclamar la jornada de ocho horas. La protesta que fue encabezada por lideres obreros anarquistas de Chicago, en aquel entonces la segunda ciudad mas populosa de los Estados Unidos, se saldó con las ejecuciones de cinco de ellos en junio de aquel año.
Algo mas tarde, en su prefacio a “El manifiesto comunista” Federico Engels, escribía:
“Pues hoy en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!”
Pues bien, esos cinco mártires a los que se homenajea eran comunistas libertarios que se jugaron la vida para que después a los anarquistas los purgasen los comunistas, tanto en sus internacionales, como de hecho. Siempre ha sido así. Los comunistas internacionalistas se aprovechan por un lado de las libertades de los países democráticos y socavan estas hasta hacer perder a sus ciudadanos la propiedad, la vida y la libertad. ¿Existen jornadas de ocho horas en China, país comunista? Por supuesto y de doce horas también.
Por eso, se producen tantos suicidios al año en sus fábricas, aunque aquí se silencien o no se hable de ellos. China es el país con mas de mil millones de esclavos a los que el comunismo ha servido para negar sistemáticamente los derechos de los trabajadores, y para que sean estos quienes paguen con sangre, sudor, lagrimas, su propia vida y su libertad un régimen asesino y liberticida. Para ese régimen, y su cabeza visible se ha cerrado media isla de Tenerife y los accesos al Teide en la corta visita y escala técnica que hizo Xi Jinping el dieciséis de noviembre pasado. El mundo libre se arrodilla ante el mundo esclavista, asesino y represor. Nunca John Ronald Reuel Tolkien estuvo más actual: las fuerzas de la oscuridad contra las fuerzas de la libertad, podría haber titulado “El señor de los pardillos y también de los rojillos”.
Ya comenté hace semanas como el virus chino ha cambiado nuestras vidas, y las sigue cambiando. Como primera consecuencia el teletrabajo. Al nuevo marco regulatorio que se producirá, los cambios ya están aquí. Este que ahora les escribe, está desde el dieciséis de marzo trabajando más que nunca. Y lo digo con lastima, porque nunca he negado que soy un vago filosóficamente hablando.
Sí, señores: no me gusta trabajar. No lo oculto. Considero el trabajo una maldición bíblica: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado.Porque polvo eres y al polvo volverás”. Y este versículo del Génesis me ha perseguido toda mi vida. No me han quedado otras narices que trabajar, pero por gustar, lo que se dice gustar, a mí me hubiese gustado dedicarme al pensamiento, al trabajo cerebral, a la cultura. Ser un diletante que tuviese todo el tiempo libre para utilizarlo pensando, leyendo, escuchando música, cantando, escribiendo, y no, no ha podido ser.
A mi me hubiese gustado ser un vividor como Karl Marx, quien no dio un palo al agua en su vida, ni en bajada. Y por eso se le murieron algunos hijos de inanición, mientras el vivía primero de su mujer la baronesa Jenny Von Westphalen y una vez arruinada ésta, de su adorado millonario Federico Engels. Tampoco soy rojo, ni tampoco me seguirán millones de tontos. Me conformo con unos pocos fieles, pero no me conformo con trabajar, pero no me queda otro remedio, y por eso ahora con este nuevo invento del teletrabajo, trabajo desde casa pero muchas mas horas y con más productividad.
Al respecto, hay que decir que el teletrabajo y su progresiva implantación creará un nuevo marco regulatorio, que para los que hemos desarrollado nuestra actividad jurídica en estrecho contacto con el derecho laboral, será muy interesante. “Ubi societas ibi ius”, decía el viejo aforismo latino: Dónde hay sociedad, hay derecho.
El derecho siempre ha ido por detrás de la sociedad: primero llegan los cambios sociales y después se crea el marco regulatorio. Y en este nuevo “local de trabajo que es el propio hogar, también habrá que trabajar unas horas, en ese hogar ya se producían accidentes domésticos y a ver como los distinguimos de los accidentes laborales, y así muchas cuestiones que a golpe de BOE y/o a golpe de Jurisprudencia de las salas de lo social, habrá que ir definiendo. Me explico:
Un teletrabajador deja su “puesto” delante del ordenador, y va a su cocina a hacerse el desayuno, (veinticinco o treinta minutos que estaban regulados bien por convenio colectivo, bien por normas estatutarias), durante la preparación de ese desayuno se produce una quemadura o cualquier otro accidente, pensemos en que simplemente baja al cuarto de baño de su domicilio y se cae por las escaleras, resultando lesiones. Primera pregunta: ¿Es accidente doméstico o laboral? ¿Le cubrirá la seguridad social y si lo hace esta lo considerará accidente profesional o doméstico? ¿Le cubrirá su seguro privado del hogar, en caso de que se considere accidente doméstico?. Todas estas preguntas requieren respuesta por parte del derecho laboral y/o civil y al final será que el primero tendrá que adaptarse a los nuevos tiempos y dar soluciones adaptadas a estos, y el derecho civil también.
Se plantean retos interesantes tanto para los jueces y magistrados de los social, como para los legisladores, aunque mucho me temo que en un parlamento de rufianes y analfabetos, tal y como hoy está configurado, harán de un pan unas tortas. Pero el problema está ahí y poco a poco se tendrá que ir regulando. Lo mismo ocurre, si el teletrabajador sale de su casa para desayunar en el bar cercano o va a comprar el pan en esos minutos que la ley o el convenio le concedía hasta ahora. ¿Si tiene un accidente al ir a buscar el pan, a pie o caminando, se le considerara “in itinere”, y por tanto accidente de trabajo o no? No son cuestiones de poca importancia.
¿Y que pasará con los sindicatos y delegados sindicales? ¿Harán estos visitas, cómo hoy las hacen a los domicilios particulares para corroborar que se cumplen las condiciones de Higiene y Seguridad? ¿Lo harán los inspectores de trabajo o del ICASEL, (Instituto Canario de Seguridad Laboral?. Aquí también se plantean retos interesantes. ¿Hasta que punto, mi derecho a la inviolabilidad del hogar, el derecho a la intimidad, no entra en colisión con el derecho del delegado sindical o del inspector a entrar en mi hogar para ver si se cumplen las normas de seguridad e higiene, la ergonomía del puesto de trabajo, o la salud laboral y medidas preventivas de medicina del trabajo?
El derecho del trabajo, nació como una rama escindida del derecho contractual civil.El contrato de trabajo, está sometido también a las normas de la autonomía de la voluntad, pero que tiene algunas normas indisponibles para las partes contratantes que impone el Estado. Por eso, es tan importante el tema, porque el derecho laboral podría invadir la esfera privada, la esfera del individuo que decide ollas normas sanitarias le imponen trabajar en casa, pero que su hogar no sólo es suyo, sino que además tiene la obligación ética de preservar su intimidad.
Probablemente los temas laborales, como los económicos despierten tan poco interés como mi último articulo de la semana pasada, (a juzgar por el número de comentarios), pero creo que el hecho de que empecemos a hablar de lo inminente, del futuro que ya está aquí tras el coronavirus, puede ser interesante y además, seguiremos sin hablar de la nefasta gestión de la crisis sanitaria que es lo que quieren Pedro y Pablo, nuevos apóstoles del desastre. Pero todo llegará, y ya me encargaré yo de ajustar cuentas con los Picapiedra, desde los datos y las razones. Por cierto, que no han picado una piedra en su miserable existencia, ni eso, ni cualquier trabajo útil, eso sí, se arrogan por la cara, la presunción de defender a los trabajadores. Esa “defensa” de los derechos de los demás estoy seguro de que la seguirán haciendo con firme y sacrificada abnegación desde la comodidad de La Moncloa o la de Villa Tinaja en Galapagar. Fíjense si no teletrabajan estos a golpe de tuit,”mass media” y redes sociales. Pues como ellos, muchos de nosotros, solo que bastante menos privilegiados.
Y ahora sí, disfruten del día del trabajo, sin trabajar, aunque el desocupado lector se tome el trabajo de leerme. Gracias por hacerlo.