Formación Profesional y Futuro
La formación profesional cumplirá dentro de no mucho tiempo un siglo de existencia, sólo que en sus primeros estadios con los estatutos de la Enseñanza Industrial en 1924 y de Formación Profesional en 1928, era una regulación realizada desde el Ministerio de Trabajo y no desde el Ministerio de Instrucción Pública, que así era como se denominaba a la cartera ministerial de Educación. Hubo que esperar a la Ley General de Educación de 1970, y al desarrollo que de esta hizo el Decreto de 14 de marzo de 1974, para que la conociésemos como una variante más orientada al mundo profesional dentro de la educación.
Recuerdo como ya les dije con cierta sonrisa, como la FP llegó a La Gomera, pues yo estaba en el Instituto de la villa, que era como conocíamos al Instituto de enseñanza media José Aguiar. En aquella época, debía de ser 1975 ó 1976, veía a los primeros estudiantes de formación profesional que compartían las instalaciones del Instituto, si bien, no las mismas aulas.
Como los de mi edad y mayores que yo recordarán fue por 1975 cuando se llevó a cabo el proceso de descolonización de la entonces provincia del Sahara occidental, aunque más bien pareció un abandono aprisa y corriendo de una parte de territorio español en favor de un ocupante como Marruecos. Ocupación a la que se oponía un grupo armado conocido entonces y hoy como el Frente Polisario, por sus siglas FP, lo que les hacía coincidir con las de la Formación Profesional, y, en consecuencia, el ánimo burlesco con que tratábamos a aquella nueva rama educativa estaba implícito en la comparación de lo que nada tenía que ver, salvo en unas siglas. Pero como suele ocurrir éramos nosotros los burladores los que seriamos burlados por la realidad.
Como se vería más tarde, aquellos jóvenes que en ese momento habían apostado por una formación distinta, fueron auténticos adelantados a su tiempo, y se insertaron más rápida y fácilmente en el mundo laboral que los que habíamos optado por el bachillerato general o al uso. Al menos yo, no recuerdo a ninguno de los estudiantes de formación profesional de aquel entonces que no estuviese insertado laboralmente poco tiempo después de acabar sus estudios, incluso haber emprendido sus propios negocios en la rama de la actividad profesional estudiada.
Esta errónea actitud que teníamos hacia la FP de considerarla como la “hermanita pobre” del bachiller perduró algún tiempo sin justificación alguna, y, es más, según los datos que maneja el Centro Europeo para el Desarrollo de la FP se prevé que para 2025 el 49% de los puestos de trabajo en España corresponderá a personas con un nivel medio de cualificación. En otras palabras, que casi la mitad de los puestos de trabajo en nuestro país, estarán ocupados por personas con un perfil más bien técnico que una formación en humanidades o ciencias sociales, por poner dos ejemplos clásicos.
La verdad, es que no puede decirse que no se viese venir, tanto dentro como fuera de nuestro país. Recuerdo perfectamente el testimonio de algún conocido que ya en los años ochenta había ido a estudiar a los Estados Unidos y como me relataba que, residiendo en la casa de unos obreros especializados, estos tenían un nivel de vida y confort que aquí se nos antojaban de privilegiados. Tener una buena mansión con piscina y disfrutar de innumerables adelantos técnicos y de recursos para gastar en ocio, parecía al alcance de aquellos que laboralmente habían optado por profesiones de especialización técnica.
Y es que todo el mundo necesita poner un especialista, al menos una vez en su vida y estos, cuando son buenos profesionales, resuelven problemas. Lo que nadie, en su sano juicio, quiere obviamente es al “deformado profesional”, digamos al chapucero o en el argot canario al “cachanchán” que bajo pretexto de profesionalidad no solo no te resuelve el problema, sino que lo multiplica y además te sablea a golpe de factura, o no, porque no crean que el fraude fiscal es sólo cosa de artistas o grandes empresarios, en una más que apreciable porción está en la pymes de obreros especializados, que son muchas, pero como además de especialistas llevan el sustantivo de obreros, pues no es políticamente correcto hablar de fraude. Esta realidad, puede constatarse en las islas donde la competencia escasea, como es el caso de la nuestra.
En las ciudades, sobre todo en las grandes, al haber más competencia, la profesionalidad suele estar mejor representada. He tenido ocasión de comprobarlo recientemente y si lo comparo con algún sinvergüenza que me ha tocado en suerte en las islas, iban a salir estas muy mal paradas a nivel profesional, eso sí, el trabajar “en negro” de unos y otros exactamente el mismo.
A tenor de las previsiones mencionadas del Centro Europeo para el desarrollo de la FP, del entorno internacional y lo que venimos experimentando desde hace décadas era fácilmente predecible observar que el mundo en que vivimos tiene un perfil marcadamente técnico, y así parece que las profesiones que más se demandarán, al menos a corto plazo, serán todas aquellas relacionadas con las nuevas tecnologías: internet de las cosas, robótica o domótica, entre otras, no es algo que no viésemos en las películas de ciencia-ficción de los años setenta.
Y no sé si alguno se preguntará donde quedará el arte, las humanidades y la cultura en general, en este mundo tan tecnológico que las ha ido dejando por el camino desde hace tiempo hasta el punto de que la filosofía y las lenguas clásicas ya han desaparecido de la educación. Pues en los museos y en cada uno que se interese por ellas, que una cosa es la profesión y otra la devoción.
Muchas veces los padres nos ilusionamos con grandes carreras profesionales para nuestros hijos, que casi siempre no se cumplen porque una cosa son nuestros anhelos y otra los gustos de los hijos y la realidad, pero si el criterio a seguir fuese el del lucro personal, le diría que se buscase una buena formación profesional especializada y si además tuviese alguna inclinación cultural que fuese esta su hobby y su ocio.