¿Hacia una Demeritocracia?
En estos días de mucho permanecer en casa y demasiada exposición a pantallas, tuve la ocasión de escuchar una conferencia pronunciada el doce de marzo de dos mil dieciséis por el periodista John Müller en el seno de “El Club de los Viernes”, en Valladolid.
En ella, como se ve, hace algo ya mas de cuatro años, reflexiona sobre lo que ya escribí en este mismo medio, en mi artículo que titulé “Reinventarse”, sobre lo que fue la oportunidad perdida de la pasada crisis a nivel mundial que comenzó hacia dos mil seis, pese a los intentos de algunos desde el poder, de minimizar los efectos de la misma. Recordemos:
A los conocidos efectos sobre las instituciones financieras y crediticias, y aquí habría que refrescar la flaca e interesada memoria de algunos, en el sentido de que en España no fue ningún banco al que se rescató, sino a las cajas de ahorros que quebraron porque se habían expuesto demasiado con las llamadas hipotecas-basura que supusieron un endeudamiento arriesgado por parte de los pequeños inversores al hilo de la llamada burbuja inmobiliaria y también de las cajas que sobrevaloraban propiedades, que el mercado se encargaba de abajar, empleando un arcaísmo que Juan de Mariana usaba en aquel siglo de luces que fue la Escuela de Salamanca y sus continuadores.
La replica que obtuvo aquella crisis financiera por parte de las autoridades de los bancos centrales es lo que se conoce en inglés por políticas monetarias de”quantitative easing”, es decir expansión cuantitativa. Este último término se refiere a la creación de una cantidad especifica de dinero y que se traduce en reducir la presión sobre los bancos, aumentando el exceso de reservas del sistema bancario, por lo general mediante la compra de activos financieros en el mercado, sean acciones, bonos privados, y/o bonos del estado.
Al aumentar la masa monetaria, el valor de la moneda disminuye y se produce inflación. En términos coloquiales, a la expansión cuantitativa se le conoce por “imprimir dinero”, ya que la compra de activos a la banca por parte del banco central se hace con dinero nuevo creado por este último.
Otro efecto añadido a la sobrexposición de las cajas al riesgo, era el hecho de que en sus consejos de administración no había expertos financieros, sino políticos y sindicalistas al uso. Ejemplos: Ramón Espinar Gallego, ex-presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, y Sánchez como representante socialista en su Consejo.
No nos extrañe entonces que Caja Madrid acabase como acabó, con uno en la cárcel, por gastarse 178.400€ de las tarjetas “Black” y el otro aprobando la emisión de preferentes de Caja Madrid, de la que algunos fuimos seriamente damnificados, y gracias a Dios resarcidos, tarde y mal, pero se hizo justicia. Que quede claro entonces que en Consejo de administración no estuvieron solos Blesa y Rato, por cierto, este ultimo al entrar en la cárcel pidió perdón al pueblo español. El video puede verlo el que quiera en YouTube. Por cierto, ¿han oído a Sánchez o a Espinar pedir perdón por estas actuaciones?
La cuestión es que no se aprovechó la crisis para emprender las reformas liberales que hubieran traído aire fresco a unos países inmersos en una forma caduca de concebir el estado, y esta crisis que a algunas economías les costo unos años, hacia el dos mil diez, a nosotros nos llevo bastante más y estuvimos así hasta el dos mil catorce, aproximadamente, casi una década en crisis.
En el momento que Müller pronuncia la conferencia, (marzo de dos mil dieciséis), las cifras que se manejaban de población activa, se situaban en los diecisiete millones de personas, y trece millones de pensionistas o perceptores de algún tipo de ayudas o rentas. Escalofriante.
Pero para el periodista lo mas preocupante de todo es que haya una gran mayoría, de españoles, en torno al noventa siete por ciento de la población, cuya opinión se alinea con el llamado “consenso socialdemócrata”, es decir que sobre un noventa y cuatro por ciento expresan su parecer en que el estado debe procurar el bienestar de sus ciudadanos, el llamado “Welfare state” y a eso se le suma un tres por ciento de la población conservadora que cree en algún tipo de función asistencial para aquellos mas desfavorecidos.
Sólo el tres por ciento de la población nos alineamos con el pensamiento liberal, identificado como aquellos que creemos que cada ciudadano debemos procurarnos nuestro bienestar y felicidad. Recordemos el preámbulo de la Constitución de los Estados Unidos de América: “...y asegurar la bendición de la Libertad a nosotros mismos y a nuestra posteridad...” Pues bien, como dice Múller de un amigo suyo, llegar a un país que piense así, es como para salir corriendo y no volver más, porque en ese país, ni se respeta la propiedad, ni se valorará nunca el esfuerzo y el trabajo personal.
Lo mas chocante de este “consenso socialdemócrata” es que es algo casi exclusivo de España. En países de arraigada tradición socialdemócrata, como son los nórdicos, la gran mayoría de la población, en torno a un setenta por ciento, piensan que el esfuerzo individual ha de premiarse y están de acuerdo con ello. Pongamos por caso Suecia. Sería impensable para un sueco que considerase que el difunto fundador de IKEA, que creó una multinacional a partir de una obsesión por el reciclaje, no fuese una persona de mérito, cuyos esfuerzos se han visto recompensados.
Muy al contrario, la mayoría de los españoles en torno al mencionado consenso, piensan que todos deberíamos tener igual sueldo, remuneración o salario y que es mejor pegarle un tiro en el pie al emprendedor, que dedica una vida a estudiar, sacar una oposición, inventar, crear una empresa y/o patentar una idea. Esa, desgraciadamente, es la mentalidad y la triste realidad.
El problema se complica porque los bienes de este mundo son escasos, y todos queremos tener acceso a ellos, y hay mas millones de personas de otros países que quieren tener lo que nosotros tenemos, quieren tener mas bienes y servicios, y los que ya disfrutamos de ellos ya nos hemos hecho a la idea de que para que el estado pueda “echar una mano” al necesitado, cada vez pide a quienes producimos bienes y servicios, no una mano, sino los dos brazos y hasta la pierna.
Y eso, molesta y mucho y el llamado estado del bienestar se convierte en estado del malestar para las clases más productivas, de quienes viven las clases mas improductivas. Por si esto fuera poco, el estado, en realidad no es un ente abstracto, sino que se traduce en los políticos que gestionan los órganos de gobierno y copan las instituciones del estado, y este no para de crecer y crecer e intervenir e interferir en la vida de las personas físicas y jurídicas.
Sí además de todo lo expuesto, vemos que a esos poderes, órganos e instituciones del estado, no llegan los mas emprendedores, los mas creativos, los mas preparados y los que mejores resultados han cosechado en su trayectoria profesional y vital, en resumen, los mejores, sino que por el contrario llegan los mas mediocres, es hasta cierto punto lógico pensar que se fomente y extienda una apología de la mediocridad y una filosofía del fracaso.
No es baladí que en estos días se haya estado hablando de una supuesta renta mínima que se uniría a las ya existentes de integración, que pagan en ocasiones las comunidades autónomas, y que no se sabe exactamente de donde saldrá, entre otras cosas porque dadas las circunstancias, y la pésima gestión, (cuando no dolosa y criminal), de la crisis actual se ha hecho, motiven a los asesores áulicos del presidente a vender humo en forma de renta mínima.
La idea no sólo no es novedosa, (y soy de los que puedo decir que ya en el año mil novecientos noventa y dos trabajé en una iniciativa legislativa autonómica, que se concretó en unas ayudas económicas básicas que son hoy las rentas de integración), sino que además inciden negativamente sobre los ciudadanos de este país desmotivando el estudio, el esfuerzo, el trabajo personal de forma palmaria, porque a ver quien es el guapo que quiere levantarse temprano, ir al instituto o universidad, ir a trabajar a turnos y después en el turno libre estudiar como forma de superación personal, sí, sin moverte de casa ya te cae “el maná” en forma de sopaboba. Esto unido a la inversión de la pirámide de población activa, una suerte de estafa piramidal a lo Ponzi, en la que cada vez hay mas pensionistas bien por el nivel no contributivo como por el nivel contributivo y menos cotizantes al sistema público de pensiones, cuyo efecto tan previsible como perverso se traducirá en la quiebra del mismo, ya anunciada para este año por el que fuera ministro de economía para dos gobiernos socialistas, Pedro Solbes.
Como comprenderán vivir en un país así desmotiva hasta a los mas motivados, y los grandes perdedores somos los de la generación del “baby boom” que aún seguimos cotizando a un sistema en quiebra.
Nada me gustaría más que ser algo optimista, pero los pesimistas somos unos realistas bien informados. Sólo los que creen en quimeras socialdemócratas, pueden creer que esto se soluciona con mas impuestos, con los que acuchillarían aún más a las clases medias, que cada vez somos menos media y cada vez somos menos clase.
Ya lo decía Galdós en escritos como “La fe nacional”, y que alguna vez he citado, todo será burocracia, inútil trabajo de recomendaciones y no solucionarán ninguno de los problemas que tiene este país. Esas quimeras, no es opinable que sean intentos fallidos de resucitar un estado del bienestar clínicamente muerto, porque los hechos contrastados son que todas las reformas que se han realizado en los países nórdicos tradicionalmente gobernaos por la socialdemocracia han sido reformas que se han inspirado en las corrientes de pensamiento liberal, no se ha dado un paso más a la izquierda, no se han acercado más al comunismo, todo lo contrario y quizá inspirado en un saber viejo, y es que el comunismo es el hermano cainita del socialismo.
Por eso, me dan autentica pena esos pseudointelectuales de la socialdemocracia española, porque son los colaboradores necesarios y los tontos útiles del comunismo. Que con su pan se lo coman.