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lunes, 16 de diciembre de 2024 09:30h.

La importancia de educar en Valores

Tiene gracia que mas de ciento veinticinco años después de aquel retrato de la sociedad Victoriana inglesa, nuestra sociedad y no me refiero sólo a la española, sino en general la sociedad occidental haya caído en la banalidad más chabacana y ramplona, y de que muchos hemos llegado a la conclusión de que es muy difícil encontrar “gente seria” por el mundo.

Me gusta mucho leer biografías. Mejor dicho, me gusta mucho leer biografías que “a priori” me parezcan atractivas, tal es el caso de las dos que ahora mismo tengo entre manos. Una de ellas muy larga, pues consta de dos tomos de unas mil páginas cada uno, está por culminar su lectura pues ya acabé la primera parte, pero me está gustando sobremanera la segunda de las biografías, no sólo por lo coetáneo del personaje, su popularidad o la inmensa simpatía que despierta entre nosotros sus paisanos y en el mundo en general, sino porque la biografía pone mucho en valor el entorno y el marco de relaciones familiares y amistosas que el mismo biografiado describe como clave, básico en su éxito profesional. De hecho, en la dicotomía entre la persona y el profesional, si se tiene que elegir entre la primera y el segundo, al decir de toda su familia y de su entorno más íntimo, la primacía la tiene la persona.

En la comedia de Oscar Wilde traducida como “La importancia de ser serio” se ambientaban las costumbres y la seriedad de la sociedad y se subtitulaba la obra como una comedia sin importancia para gente seria. Tiene gracia que mas de ciento veinticinco años después de aquel retrato de la sociedad Victoriana inglesa, nuestra sociedad y no me refiero sólo a la española, sino en general la sociedad occidental haya caído en la banalidad más chabacana y ramplona, y de que muchos hemos llegado a la conclusión de que es muy difícil encontrar “gente seria” por el mundo.

Y en este último sentido resulta curioso y hasta casi paradójico que los buenos ejemplos vengan del mundo del espectáculo que es en lo que se ha convertido el mundo del deporte para el consumo de masas. Encontrar por tanto a un personaje tan serio y un ejemplo a seguir por nuestra juventud como es Rafa Nadal proveniente de un mundo donde tanto divo y niño malcriado hay como es el del tenis, es un hallazgo.

De la biografía, y que yo sepa hay varias sobre el tenista, que hizo el periodista John Carlin, hace casi diez años, del mejor tenista y deportista español de todos los tiempos, destaca, como les dije, ese entorno familiar e intimo que propició el caldo de cultivo en el que se vino cociendo el héroe desde su mas tierna infancia, precisamente porque nunca hubo la intención de crear un mito, de fabricar un héroe, sino mas bien de hacer una persona, una buena persona y permítanme ahora mis amables lectores que entresaque de la biografía unos párrafos que me parecen tremendamente clarificadores:

“Pero mis valores como persona y mi forma de ser, que en ultima instancia son los factores que determinan mi juego proceden de mis padres. Es cierto que Toni insiste en que tengo que comportarme como un caballero en la pista, que tengo que dar ejemplo y por muy furioso que esté, no tirar nunca la raqueta al suelo, cosa que no he hecho en toda mi vida. Pero -y esta es la cuestión- si en casa me hubieran dado una educación diferente, es posible que no le hubiera hecho mucho caso. Mis padres siempre me educaron con disciplina. Eran muy rigurosos con cosas como el comportamiento en la mesa “No hables con la boca llena”, “Siéntate recto”-, o con la importancia de ser educados con los demás: decir “buenos días”  “buenas tardes” al encontrarme con otras personas, dar la mano a todo el mundo.

Mi padre y mi madre, y para el caso, también mi tío Tony, siempre me han dicho que, al margen del tenis, su principal objetivo era educarme para que fuese una “buena persona”. Mi madre dice que si no lo fuera, si me comportase como un niñato malcriado, me seguiría queriendo, pero se sentiría muy incomoda viajando por medio mundo para verme jugar. Desde muy pequeño me inculcaron la idea de que hay que tratar con respeto a todo el mundo. Cada vez que nuestro equipo de futbol perdía un encuentro, mi padre quería que me acercara a los jugadores del equipo rival y los felicitara. Que dijera a cada uno cosas como “Ben hecho, campeón. Muy bien jugado”. A mí no me hacía gracia.

Me sentía fatal cuando perdíamos y en mi cara debía leerse que que no decía aquellas palabras con sinceridad. Pero sabía que tendría problemas si no hacía lo que me indicaba mi padre y en consecuencia obedecía. Acabé por acostumbrarme y ahora me sale con naturalidad el elogiar a un oponente si me ha derrotado, incluso aunque yo haya ganado, sí se lo merece.”

Como puede leer el desocupado lector el objetivo familiar siempre fue educarle para ser una buena persona, es más estoy firmemente convencido, que no sería el extraordinario y fuera de serie deportista que es, si no hubiese primado el objetivo de la bonhomía en la educación que recibió en el seno familiar.

Alguna experiencia docente tengo, si bien no tanta como mi amigo y vecino columnista para este medio, Óscar Mendoza, por la que me atrevo a parafrasear el dicho de que de casa no solamente se viene ya llorado, sino además criado. Cuando el menor llega a la escuela primaria, ya ha tenido tiempo de recibir algún tipo de  crianza en el hogar de sus padres, y obviamente esta puede ser buena o mala crianza. Porque las primeras normas de comportamiento al niño se les proporcionan en la república independiente de su casa.

Mala crianza darían unos padres si se desentendiesen de proporcionar una disciplina al menor en la creencia de que esas normas deben de aprenderse en la escuela, porque realmente no es así, la escuela debe de formar, dar conocimientos, proporcionar herramientas de aprendizaje, pero criar, se viene ya criado de casa, y un docente diferenciará inmediatamente a quien llega con un deficit de crianza y a quien llega con buenos mimbres desde la cuna.

Y es en el marco de esta sociedad banal, desprovista de valores, principios y en buena medida de educación por la que naufragamos en el marasmo. Eso explica el efecto  opiáceo, el efecto adormidera que nos hace yacer como una sociedad fracasada, como un estado fallido y para ejemplo de falta de valores, no tienen sino que echar un vistazo al “espectáculo” que dan un día sí y otro también los que dicen representarnos.

Fíjense si estarán ausentes los valores en el Consejo de Ministros, que  ya pueden hacerse los ofendiditos los señores ministros socialistas con las continuas traiciones y deslealtades del esquizoide vicepresidente del gobierno, que trabajar no trabajará, pero que bien simultánea la vicepresidencia del gobierno por la que cobra, con el liderazgo del primer partido de la oposición.

Al final para vergüenza de los ministros, de su descendencia y de este país se tragaran el sable que la adherencia de lapa al colchón de la Moncloa de su jefe les diga que se traguen y lo que quedará en la foto “finish” de su paso por el gobierno será su servil genuflexión garbancera. Así que menos rasgarse las vestiduras señores ministros  que ya no engañan a nadie. ¡Y no se lo pierdan! Mientras el vicepresidente cobra por serlo y hace oposición al mismo tiempo en ausencia del fraCasado líder del primer partido de la oposición, este  está haciendo oposición al único partido de la oposición, y que lo que son las cosas, es quien le esta prestando su apoyo en Andalucía, Madrid y Murcia. No me digan que no es lo más parecido a un patio de manicomio. 

Dice un conocido al que tengo por muy buen analista de la realidad socio-política que los políticos no dejan de ser sino un reflejo de la sociedad a la que dicen representar. Si esto es así, muy mal tenemos que haber hecho los deberes en materia de transmisión de valores para que tengamos estos dirigentes tan malcriados y maleducados. 

Sí alguna posibilidad tenemos de sobrevivir como sociedad, de que no acabe de sucumbir este estado fracasado, es que empecemos a recuperar valores y principios y a transmitirlos desde familias unidas como la del deportista que inspiró este artículo y para que los buenos profesionales del futuro y quienes hayan de gestionar los asuntos públicos hayan sido criados  y educados como buenas personas.