Un nacimiento en cada uno
No sé si el título que da al artículo es “La vie este belle”, o si este último es como denomina a su columna. En cualquier caso, tengo que felicitarla por un escrito que despierta en el lector tiernos sentimientos y ensoñadoras imágenes del invierno que invita recogerse en la confortabilidad del hogar en “momentos de compartir, de cenas, de pelis y manta, de cocinar en familia y, como no, de echar de menos”. Pero, no sólo. Ese recogimiento en el interior domiciliario, en mi humilde opinión debería de venir acompañado del recogimiento interior, de la reflexión.
Los últimos días del año de alguna manera también son el momento de hacer balance sobre lo que hemos hecho mal, que algo incorrecto habremos hecho, digo yo, pues no todos somos del gobierno que todo lo hace bien, y a juzgar por la ausencia de autocrítica, y también algo habremos hecho correctamente. Diciembre pues debe invitarnos a la introspección, a mirar dentro de nosotros para poder diagnosticar y en su caso mejorar nuestra salud mental y emocional.
Este año ha sido especialmente difícil para todo el mundo, si bien no tan catastrófico como lo pintaba un titular de una conocida revista extranjera. Si vamos a comparar cualquiera de las confrontaciones bélicas mundiales e incluso nacionales del siglo pasado fue infinitamente mas mortífera y dramática que este año de la pandemia. Es más, durante la gran guerra, entre 1914 y 1917, también hubo una pandemia, a la que se dio el injusto nombre de la gripe española, ya que solo los diarios españoles daban cuenta de las muertes que se producían en las trincheras y que por razones obvias y para no desmoralizar a las tropas en la contienda, no se mencionaban por los distintos bandos aliados. Hubo pandemia hasta 1919.
Y en este año y, en todos, al hacer ese viaje al centro del alma, al centro del comportamiento, al hacer ese análisis conciliatorio sería conveniente recordar una vez más que es lo que celebra la Navidad y que es lo que representa, y para nuestra civilización cristiana es el nacimiento de un niño-Dios. Un nacimiento que lo es también de la familia cristiana, célula primaria de la sociedad, tal y como la conocemos en buena parte del mundo. Y digo que sería conveniente recordarlo, porque en la Europa desmemoriada de la Unión Europea, solo parecen acordarse Hungría y Polonia, y eso no parece ser del agrado de la Europa amnésica.
En ese viaje navideño al interior, en esa revisión y examen de las acciones pasadas hay, como en toda crisis, una oportunidad, y es ahí donde esta el nacimiento presente. Cada Navidad puede ser la oportunidad para el nacimiento de una nueva persona, para ser mejores personas, para aprender y para ejercitarnos en el difícil arte de convivir. El nacimiento del niño-Dios es la invitación anual que nos llega por Navidad, de que ya que somos frágiles, ya que somos imperfectos, ya que no somos dioses todopoderosos e omnipotentes, tratemos de acercarnos a la bondad, a la concordia, en resumen al amor.
Das en estas fechas algo mas que un paseo, por prescripción facultativa, por el casco de el pueblo, y te congratulas de ver en los jardines bien cuidados de El Sauzal, la belleza de las flores de pascua. Escuchas los villancicos con que el ayuntamiento obsequia a los viandantes y ameniza las calles con el volumen de sonido adecuado y al reparar en la decoración e iluminación sientes porque todo nacimiento debe ser motivo de alegría, porque se dice dar a luz.
En otro paseo, esta vez virtual, por una conocida red social, reparas en el hecho de que un amigo catalán con raíces maternas en La Gomera como Francisco Javier Durán Suárez, celebra el primer cumpleaños de su hija Yaiza Manuela, y te acuerdas también de otros como Óscar Mendoza que también tienen niños pequeños a los que darles calor, cariño, comprensión, educación, enseñarles sentido del deber y de la responsabilidad con los demás, con los mas vulnerables, tal y como son los propios menores, pero también los mayores, aquellos quienes cuando nosotros nacimos desnudos y desvalidos nos cuidaron, ahí en cada una de esas acciones está el milagro del nacimiento, el sentido de la Navidad.
Por todo eso, y por mucho más y a pesar de todo el sufrimiento que ha causado esta pandemia, por todos los que aún la sufren y padecen en propia carne, por todos los que no hemos podido salvar, consolar, acompañar en su último tránsito, velar, por ellos y por los que vendrán celebremos esa Navidad interior alumbrando nuevas fuentes de armonía para la convivencia, nuevos nacimientos interiores para hacer la vida agradable al prójimo y sentirnos satisfechos de dar a luz, cada año, a una mejor persona.
Decía Antoine Lavoisier que la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Quizá el químico no reparaba en el hecho de que no solo somos materia, sino también espíritu, y si la materia se transforma, el espíritu también. Con el nacimiento el recién nacido ve transformado ese mundo intrauterino en el que vivía por uno exterior, y desde ese momento empieza a aprender y en ese aprendizaje estará hasta el ultimo suspiro, de ahí el hecho de que renacer cada año por navidad es una oportunidad para cultivar el espíritu y para perfeccionarnos cada año, cada mes y cada día, aunque nos acordemos más de ello al final de cada año.
Ortega y Gasset acuñó la frase “No somos participio, somos gerundio. No estamos hechos del todo sino que poco a poco nos vamos haciendo”. Una frase desde luego a la altura del gran filósofo que era, y para estar a la altura de los mejores hay que vivir la Navidad como el nacimiento del hombre nuevo, del individuo perfectible.Nadie nos dijo que fuese fácil, pero tampoco imposible.
Que el espíritu de la Navidad les acompañe en estas fiestas. Este año un poco distintas por las restricciones de movimiento en algunos lugares de las islas y de España, y rogándoles una vez mas que sean prudentes y observen las recomendaciones sanitarias. Fiestas siempre entrañables, siempre transformadoras, siempre alumbradoras de vida y esperanza. ¡Feliz Navidad!