El Verano gris del "Baby Boomer"
Parece que a los días tristes de la pandemia le siguieran días grises de una anunciada recuperación, que muchos no atisbamos a ver en el horizonte. Posiblemente por pesimistas, pero no menos posiblemente por atentos observadores y oyentes de un gobierno de embusteros mal disimulados, cosa que tampoco nos debería extrañar, dado quien preside y como llegó, no ya a donde llegó, sino antes, cuando se “doctoró”. Así tampoco es de extrañar que a alguna vicepresidenta, se le hayan “caído” tres “másteres” del curriculum, que al contrario que un doctorado no habilitan para nada, pero “visten” muy bien a reyezuelos desnudos.
De un tiempo para acá, en este país se ha impuesto una suerte de sistema métrico bastante extraño y disparejo a la hora de medir la justicia con que debe tratarse por igual a todos los ciudadanos, y no me estoy refiriendo al tema de de los indultos a los golpistas, que más que indulto es como bien ha escrito el director de este medio, un insulto.
Insulto a las víctimas del terrorismo, a las que se lleva años humillando y a las víctimas del terrorismo callejero que se produjo en 2017 con el referéndum y todos los desmanes que vinieron después. Insulto a los cuerpos y fuerzas de Seguridad del estado que se desplazaron y sufrieron las agresiones, pedradas, quemas de contenedores, etc. A algunos les han arruinado la vida, hasta el punto de que por las lesiones sufridas han tenido que dejar su profesión de policías, y todo ello, como consecuencia de esa “pacífica revolución de las sonrisas”.
Vaya por delante mi solidaridad y admiración por todos estos héroes casi anónimos que fueron a Cataluña a proteger el ordenamiento constitucional, frente a una panda de terroristas descerebrados de “kale borroka” dirigidos por unos cobardes golpistas sin escrúpulos.
Tengo que aclarar que si en algo discrepo del artículo al que he hecho referencia de José Andrés Medina, es en que no considero que las penas impuestas a los golpistas fuesen duras, supongo que esto fue una suerte de ironía del director, pero la ironía se entiende mal en la radio, a la que el tanto admira, como a veces por escrito, y este es el caso.
Y para ver la calidad “blandiblub” de las condenas a los golpistas, que repito, incitaron a la violencia que todos pudimos ver en televisión, no hay sino que comparar las condenas con las de el golpe fallido del 23-F de 1981.
Otro intento de golpe de estado, que se saldó con un agujero de bala en el techo del congreso, y los treinta años de reclusión de Antonio Tejero, Milans del Bosch y Alfonso Armada que por cierto cumplieron condena hasta su libertad condicional, que en el caso de Jaime Milans del Bosch, se produjo nueve años mas tarde, en 1990; en el caso de Antonio Tejero quince años mas tarde, en 1996; y en el de Alfonso Armada, que si fue indultado, pero en 1988, es decir después de cumplir siete años de condena. Los tres fueron condenados a treinta años. Compárese con los trece, doce, once, diez y nueve años de Junqueras y su banda que no van a cumplir y la cosa no tiene color.
Porque aunque ya sé que poner esto negro sobre blanco puede ser políticamente incorrecto, tengo para mí que a el golpista habría que condenarlo igual sea del color político que sea.
Pero no es a esta desigualdad de trato ante la ley de la que quiere ocuparse este artículo, sino de otra que por reiterada, no deja de ser menos sangrante, lo que pasa que las víctimas, esta vez si que somos pacíficas y en buena medida sumisas. Y me refiero a los que somos llamados por su terminología anglosajona, los “baby boomers”, esto es los que tuvimos la suerte de nacer con la explosión demográfica que se produjo en España entre 1958 y 1977. Periodo en el cual nacimos casi catorce millones de niños, dos millones y medio mas que en los veinte años anteriores y cuatro millones y medio más que en los veinte años siguientes.
Observará el desocupado, pero atento lector, que he escrito que los aludidos “tuvimos la suerte de nacer”, y así lo pienso, puesto que fuimos generaciones privilegiadas con respecto a las anteriores, (y mucho me temo que a las posteriores), quienes vivieron bien una guerra, bien una postguerra; que no pudieron acceder en su gran mayoría a la educación superior; y que como ha descrito en su reciente libro, “Agulo en el recuerdo”, nuestro gran paisano, mejor profesional y excelente persona, Leoncio Bento “una infancia en la que se carecía de casi todo, en la que había que inventar pelotas de ristras, carros de verga y trompos artesanos”.
Pues bien, aunque conocimos algunos de estos juguetes artesanos, a diferencia de esa generación nos tocó vivir el llamado desarrollismo económico, pues en esos años mejoraron las condiciones de vida en general, con respecto a las penurias anteriores. Y también conocimos la paz, no hubo terrorismo apenas y disfrutamos de una infancia feliz y de una adolescencia relativamente sana.
Pero a estas generaciones privilegiadas, quizá por una suerte de mecanismo de corrección de desequilibrios, también le ha tocado trabajar y lidiar con tiempos no tan prósperos y halagüeños, y así nos hemos tenido que adaptar a tiempos de limitaciones, como en la pasada crisis, con congelaciones salariales, recortes en derechos laborales y mas recortes en las expectativas económicas que cabría esperar cuando pronto salgamos del mercado de trabajo por imperativo de edad y legal.
Y no voy a decir que lo hayamos asumido en completa resignación y silencio, porque algo si que nos hemos quejado, aunque sea en nuestro circulo íntimo mas cercano, pero tampoco hemos sido especialmente ruidosos en nuestras protestas, en general, porque el sentido común y nuestra responsabilidad nos decía que debíamos ser solidarios y apechugar cuando venían mal dadas, porque al fin y al cabo también habíamos gozado de tiempos de bonanza económica y en consecuencia era nuestro deber aceptar con resignación los sacrificios que se nos pedían.
Pero el problema no era tanto el qué o el cuanto se nos pedía, sino el quien, a quien y el por qué nos lo pedían, y ya empezaba a chirriar porque siempre parece que nos toca a los mismos apretarnos el cinturón, mientras quien te lo pide no sólo no se lo aprieta, sino que además tiene que hacer varios agujeros mas al cinturón, porque el Estado, sus instituciones y las personas que las encarnan si que engordan, mientras que a los “baby boomers” nos toca hacer dieta forzosa.
Y hombre, no es por nada: Aceptamos gustosos mantener a nuestros mayores, ¡que menos!, al fin y al cabo también ellos nos cuidaron y mantuvieron cuando no podíamos hacerlo por nosotros mismos; aceptamos el mal necesario que supone sostener los gastos del Estado, pero que las autoridades de ese Estado no sólo no se bajen sus emolumentos, sino que además se multipliquen como conejos, (y para ello no hay sino que fijarse en los veintidós ministerios de Sánchez, y ninguno bueno, ni austero), y que el Estado, las autonomías, la administración local e institucional, sus empresas públicas y organismos autónomos, sus órganos consultivos, sus subvencionadas "oenegés" además de la plaga de asesores y consejeros áulicos, y demás “chiringuitos” como suele denominarlos VOX no pare de crecer, no parece ni ético, ni estético, además de que parece que nuestros dirigentes siempre utilicen la misma receta para tiempos de recesión: subir impuestos.
Y esto aparte de demostrar su estrechez de miras y poca inteligencia, también es un indicador de un egoísmo atroz que les impide velar por el bienestar general, al que se supone que están llamados por su condición de políticos, y velar solo por sus intereses particulares. Porque a ver, si exceptuamos el caso de Rajoy, quien renunció a su sueldo de ex-presidente, (cierto que no le hacía falta siendo registrador de la propiedad, pero lo hizo) o del difunto Julio Anguita, quien renunció a la pensión que le correspondía por varias legislaturas como diputado, y se quedó cobrando su jubilación de maestro, ¿Cuántos políticos más conocen que renuncien a sus sueldos o pensiones?
Con todo, llega uno de los veintidós de Sánchez, Jose Luis Escrivá, ministro de Seguridad Social y se le escapa una media verdad el jueves pasado: “[los baby boomers podrán] elegir entre varias opciones: una puede ser un pequeño ajuste en su pensión, que sería muy moderado, o alternativamente podrían trabajar un poco más” ¡Ay, Virgen de La Merced, que cuando alguien del gobierno te emplea los términos “muy moderado” y “pequeño ajuste” o “trabajar un poco más” puedes darte por condenado a galeras.
La “moderación” y el “pequeño ajuste” para nosotros será por poner un ejemplo, que como se te ocurra jubilarte a los sesenta y cuatro años, estando la edad legal en los sesenta y seis, veras reducida tu pensión en un veintiuno por ciento. ¡No esta mal, mas de la quinta parte de lo que podrías cobrar a los sesenta y seis, se lo queda la seguridad social, porque después de mas de treinta años de trabajo y cotizaciones, pero menos de treinta y ocho, decides que estas cansado y que debes dejar paso a jóvenes dos años antes, en un país con cifras récord de desempleo juvenil!
Me pregunto que piensan de todo esto compañeros de juegos de Agulo que nacieron algo antes que yo, pues en 1959 en Agulo se produjo el mayor número de nacimientos de las ultimas décadas, otros de mi generación, la del sesenta, y otros incluso alejada de la mía en casi una década, como sería el caso de mi amigo y colaborador de esta casa Óscar Mendoza pero también de los grupos mencionados anteriormente al que pertenecen compañeros del Instituto José Aguiar como Ernesto Mendoza Méndez de Hermigua, Juan Luis Mora Herrera de San Sebastian y tantos otros compañeros que después de esforzarse en estudiar primero fuera de su pueblo, después fuera de su isla, en otras islas y/o en la península y cursar estudios difíciles como son los de Ingeniería Industrial e Ingeniería Agrónoma, en el caso de los dos últimos.
Creo que deben de sentir cierta sensación de agravio con respecto a quien se les ha bajado el listón de la excelencia, como muy bien ha escrito recientemente Óscar Mendoza al reivindicar su muy honrosa vocación de profesor, porque sucesivos gobiernos de descerebrados han decidido que el culto a la excelencia y la cultura del esfuerzo es cosa de “fachas”, y por tanto rechazable y lo progresista y deseable es tener un país de iguales en la ignorancia y la incultura.
Algo de malestar y de descontento intuyo en mis paisanos “baby boomers” porque recuerdo los agrios comentarios en un verano del 2011, de un empresario de éxito del sector del metal, cuando el ex-presidente Rajoy y su gobierno, llevó a cabo lo que se llamó una reforma de las pensiones.
Se quejaba de toda una vida trabajando desde muy joven, como para que se lo tuviesen en cuenta a la hora de prejubilarse, no que se la retrasasen. Lo cierto, es que mas que una reforma, fue un parche a una depauperada Seguridad Social, para que sin mucho escándalo “tirase pa´lante” un sistema que llevaba mucho tiempo amenazando con quebrar, y esa amenaza era tan real como que un Ministro de Economía de uno de los Gobiernos de Felipe González, Pedro Solbes dijese en febrero de 1994 que el sistema entraría en quiebra en 2020.
Naturalmente, le cayó un rapapolvo de su jefe, pues en este país nos gusta que nos mientan, y eso es una regla de oro que vale tanto para el votante promedio, como para el político al uso. Confieso mi sana admiración, pese a sus hipocresías, por el mundo Anglosajón donde una mentira de un cargo público suele acarrearle la dimisión, ¡oiga y hay hasta quien dimite por olvidarse de citar al autor de una frase en una tesis doctoral! Ni contarles lo que pasaría con una tesis que además de mala, te la hacen otros por completo.
El malestar crece aún más cuando quien decide que o trabajas más o cobras menos es otro “baby boomer” aunque tardío, (Sánchez nació en 1972), que no tendrá esos problemas porque ya se ha preocupado él y se preocupa de blindarse, con las pensiones de diputado o de ex-presidente cuando lo sea, que ¡ojalá sea muy pronto!
Y no pensarán ustedes que personajes como Sánchez, y probados holgazanes como el desaparecido Iglesias, (¡y que siga así de por vida!), o Rufián van a trabajar en su condenada existencia de otra cosa que de charlatanes de la feria política, porque si lo piensan es que están tan lejos de la realidad, como ellos de las penurias de los sufridos contribuyentes.
Siempre nos quedará el recuerdo a los de la explosión demográfica de los veranos de tres meses, cuando las andoriñas revoloteaban por cientos encima del campo de futbol de Agulo, el calor invitaba a bañarte en el pescante de Agulo o Hermigua o en una tanquilla y por la tarde hacía fresco y hasta necesitabas una rebeca.¡Aquellos si que eran veranos azules como los de la famosa serie televisiva!