Que el repudio social caiga sobre José Bretón
Apenas han pasado unas horas desde que en los juzgados de Córdoba se ha
procedido a la lectura del veredicto y aún sentimos el escalofrío de pensar
que un individuo de esta calaña ha sido capaz de vivir tranquilamente no
sólo ya tras haber matado a sus hijos
Veredicto, culpable. Por unanimidad, los miembros del jurado que tenían que
dictaminar sobre el futuro del preso José Bretón, encarcelado desde hace
unos meses por ser señalado como supuesto autor de la muerte de sus hijos,
Ruth y José, han concluido que este sujeto se pudra en la cárcel 40 años
(aunque lo máximo que estará serán 30 años), 20 años por cada uno de los
dos asesinatos.
Ahora será el juez quien determine a cuánto ha de ascender
la pena, pero tal y como se ha expresado el portavoz del jurado, la firmeza
en los argumentos y la, insisto, unanimidad de todos los miembros, no
parece que vaya a haber ninguna sorpresa. El magistrado aplicará la pena
máxima a la que se he hecho acreedor este siniestro individuo.
Lo que más ha llamado la atención de Bretón a lo largo de estas semanas es
su expresión cuasi pasiva, como fija, a lo ’Norman Bates’, alguien sin
sentimientos, con horchata corriendo por sus venas, un elemento que no
parece haya sabido adaptarse a la sociedad y que durante unos días ha
conseguido sembrar la sombra de la duda por sus intervenciones que rayaban
en el melodrama y luego porque aquella forense de marras volvió a montarla
al recordar la metedura de pata del análisis de los restos óseos (los
confundió con huesos de animales) y decir que es que la muestra número 8 se
había ido de copas. No parecía probable que el futuro judicial de Bretón
cambiase por este error, pero el temor de un fallo en un caso tan claro
podía echar por tierra todo el trabajo y el esfuerzo de muchos meses. En
eso mismo, en buscar el descrédito, consistió la defensa del abogado de
Bretón.
Apenas han pasado unas horas desde que en los juzgados de Córdoba se ha
procedido a la lectura del veredicto y aún sentimos el escalofrío de pensar
que un individuo de esta calaña ha sido capaz de vivir tranquilamente no
sólo ya tras haber matado a sus hijos, supuestamente tras arder en la
hoguera (que eso es algo que no se podrá determinar jamás salvo que Bretón
decida hablar algún día y confesar la verdad), sino que fue inasequible al
desaliento y a los nervios las semanas previas, cuando ya tenía en su
cabeza el plan concebido, desde la compra de somníferos a la adquisición de
material para proceder a montar una ’barbacoa’ de proporciones descomunales
en las que, siempre supuestamente, echó adormilados a sus niños. Desde
luego, uno va aprendiendo y no voy a ser un salvaje de desearle la muerte a
José Bretón, pero sí que se pudra de por vida en la cárcel y que si algún
día sale que siente sobre sí todo el repudio de la sociedad.