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viernes, 15 de noviembre de 2024 00:00h.

Importancia de las Academias de Bachillerato en La Gomera (Por Oswaldo Izquierdo Dorta)

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Se ha dicho muchas veces que “el mejor centro docente es el que está más cerca de casa”, y es posible, pero, en el inicio de los años 40, del pasado siglo, no existían centros oficiales de bachillerato ni cerca de casa, ni en toda La Gomera, ni en El Hierro, ni en Fuerteventura. Entonces seguían estando muy lejos.

          Muy lejos, porque desde mitad del siglo XIX, cuando en España se ponen en marcha los Institutos de Bachillerato, uno por provincia, salvo algunas excepciones, hasta avanzados los años 70 de la pasada centuria, durante 130 años, no tuvimos institutos en ninguna de esas tres islas. Y, aunque, obviamente, la distancia de La Gomera a Tenerife o a La Palma, donde sí había institutos, sigue siendo la misma, resultaba mucho mayor por la lentitud y poca frecuencia de los barcos, por las dificultades económicas del periodo de postguerra, por la escasa liquidez de las familias... 

          Pero no solo estaban distantes los centros oficiales sino que, además, el bachillerato era muy largo: siete cursos académicos en los cuarenta y seis en los cincuenta y sesenta. Circunstancias que impedían, a la mayoría de los jóvenes, abordar los estudios de bachillerato, ya que las posibilidades de realizar este se hallaban muy lejos, física y económicamente de la capacidad de la inmensa mayoría de los padres para afrontar los gastos que suponía el desplazamiento y la manutención durante tanto tiempo para llegar solamente a las puertas de la Universidad. Luego vendría una nueva andadura, la de las carreras universitarias, cinco años más, para las que, salvo Filosofía y Letras, Derecho y Ciencias Químicas, era necesario trasladarse a la Península.

          Por todo ello, a principio de los años 40, el bachillerato seguía siendo un nivel de enseñanza elitista, dirigido a las clases medias y altas, al alcance solamente de los que residían en las grandes ciudades o de los muy pocos que contaban con medios económicos suficientes para enviar a alguno de sus hijos a estudiar en centros oficiales o internos en colegios privados, pero que, por la escasez de esos centros, apenas podían atender las necesidades formativas de la burguesía urbana de las capitales, espacio en el que se habían creado. 

         En Canarias, durante los años 40 y 50, dispusimos solo de cinco institutos, distribuidos, atendiendo a la fecha de su creación, de la siguiente manera: La Laguna, Las Palmas, Arrecife, Santa Cruz de La Palma y Santa Cruz de Tenerife. La creación del sexto, el femenino de Las Palmas, tuvo que esperar hasta 1962. Luego, a finales de esa década y primera mitad de la siguiente, se crearon institutos en todas las islas y en las localidades más importantes de cada una de ellas, aparte de otras instituciones de menor calado. De estas últimas, se crearon en La Gomera el Colegio Libre Adoptado de Hermigua, en enero de 1962, y la Sección Delegada de San Sebastián, en el curso 1969-70, ambas dependientes del Instituto de Santa Cruz de Tenerife, actual “Andrés Bello” 

         Es cierto que existían colegios privados, en su mayoría religiosos, pero tampoco estaban en La Gomera. En la provincia, solo los había en las ciudades mayores de Tenerife y en Santa Cruz de La Palma, y eran, por su precio, prohibitivos para la mayoría de la población. 

          Esta difícil situación se había hecho más restrictiva a partir de 1938, con la prohibición de la enseñanza libre y de la coeducación. Pero la primera fue reautorizada en diciembre de 1942 y con la segunda, aunque oficialmente se mantuvo hasta la Ley General de Educación de 1970, se fue muy flexible en su cumplimiento.   

          Con la reactivación de la enseñanza libre y dando razón a la máxima de que “la necesidad crea el órgano”, fueron surgiendo en La Gomera y en el resto de nuestro archipiélago, las academias de bachillerato. Entre ellas la de Hermigua, con el nombre de “Colegio Libre de Bachillerato Cristo Rey”, que se creó en la primera mitad de la década de los 40 y que fue el primer centro de enseñanza de este nivel en la Isla y uno de los primeros de Canarias, que contó en toda su trayectoria con dos licenciado y un profesor nativo de Francés, y, en parte de la misma, con una profesora nativa de inglés, un lujo docente en aquellos tiempos.  Luego surgieron las de San Sebastián, Vallehermoso y Valle Gran Rey, en la segunda mitad de esa década; y las de Playa de Santiago y Agulo en la segunda mitad de los 50. Esta última, la de Agulo, fue de muy corta trayectoria. 

          Las academias funcionaron, con mayor o menor duración, en todos los municipios, incluso en aquellos que contaban con enseñanza oficial y colegiada, como Santa Cruz de La Palma, donde la “Academia Pérez Galdós” convivió con el Instituto Nacional de Enseñanza Media y el Colegio de las Madres Dominicas.


Edificio construido para sede del Colegio “Cristo Rey” de Hermigua,  completamente terminado y posterior a su uso como tal.

Edificio construido para sede del Colegio “Cristo Rey” de Hermigua,completamente terminado y posterior a su uso como tal.

La existencia de las academias y, posteriormente, a partir del curso 1948-49, el desplazamiento de los  tribunales de los institutos de Tenerife a examinar en los municipios de La Gomera y de El Hierro, cambiaron radicalmente la situación, dándole un giro de 180 grados, en el sentido de acortar la distancia a los centros de estudio, de tal manera que podríamos decir: 


          LAS ACADEMIAS SITUARON LOS ESTUDIOS DE BACHILLERATO Y LOS EXÁMENES FINALES HASTA CASI LAS PUERTAS DE NUESTRAS CASAS. NUNCA, NI ANTES NI DESPUÉS, HAN ESTADO LOS ESTUDIOS DE BACHILLERATO TAN CERCA DE LOS ALUMNOS COMO ENTONCES LO ESTUVIERON. 

 

          Por primera y única vez, se pudo cursar todo el bachillerato, entonces de siete o de seis años, sin salir del pueblo, incluso la carrera de Magisterio. Ahora el bachillerato solo tiene dos cursos, pero todos los estudiantes de La Gomera, salvo los de la capital, tienen que trasladarse a esta para realizarlo.

          Para conocer los resultados que produjo este acercamiento, podemos utilizar los tres parámetros con los que se acostumbra medir el éxito o el fracaso de los cambios docentes: el incremento en el número de alumnos, la mejora en la calidad de la enseñanza y los resultados posteriores. 

          El número de alumnos creció de forma exponencial, ya que pasó de entre uno y dos anuales por municipio hasta alcanzar, en algunos cursos y en las academias mayores, el medio centenar.            

          La mejoría en la calidad de la enseñanza fue evidente, porque se pasó de no poder estudiar la gran mayoría, a poder estudiar casi todo el que quiso hacerlo, de tener escasas posibilidades a contar con muchas. 

          Y, en cuanto a los resultados, estos se hicieron visibles a partir del último tercio del siglo, por el elevado número de profesionales salidos de ellas.  

          Como ejemplo de esos resultados, destaca Magisterio, carrera que tuvo el más alto porcentaje entre los estudiantes de las academias, por dos motivos obvios (que solo requería el bachillerato elemental y que se podía estudiar libre en la propia academia). 

 

          LA ENSEÑANZA PRIMARIA QUE, HISTÓRICAMENTE, HABÍA TENIDO QUE IMPORTAR MAESTROS DE LA PENÍNSULA, TUVO UN EXCEDENTE DE PRODUCCIÓN QUE OBLIGÓ, EN LA SEGUNDA MITAD DE LOS 50 Y PRINCIPIO DE LOS 60, A EXPORTAR PROMOCIONES ENTERAS DE MAESTROS A LA PENÍNSULA, CON LO QUE, POR UNA VEZ, PASAMOS DE SER RECEPTORES DE CULTURA A SER EXPORTADORES DE LA MISMA. 

  

          El éxito de las academias se debió a la confluencia de varios factores: la situación de precariedad laboral que le ofrecía el futuro a los más jóvenes y que les reducía a tres las expectativas: estudiar, emigrar o vegetar; la disposición a enseñar de maestros, párrocos y otros; el apoyo incondicional de muchos padres; y la convicción, por parte de los alumnos, de que este era el mejor camino para el futuro.

          No fue ajeno a esta corriente generalizada de estudiar bachillerato el factor de imitación o emulación, ya que, al desarrollarse en el ámbito limitado de los pueblos, donde todos se conocían, si el hijo de un vecino iba a la academia, los demás se planteaban la posibilidad de mandar también a los suyos.  

          En cuanto al profesorado, destacó también la labor de los licenciados en Letras y en Ciencias, en Canarias Filosofía y Letras y Ciencias Químicas, que, sin plazas en los centros oficiales, por la escasez de los mismos, ejercieron en muchas academias, preferentemente en las de La Palma y Tenerife, pero también en La Gomera, ya que por la de Hermigua pasaron diez licenciados, cinco en Letras y cinco en Ciencias.          

           La plenitud de las academias se alcanzó en los años 60 y en el primero de los 70, cuando estaban funcionando todas ellas, salvo la de Agulo. En esas fechas y en varios cursos, se llegó a superar la media nacional de estudiantes de bachillerato con respecto a la población.  

           Luego, a partir del curso 1971-72 se fue eliminando progresivamente ese bachillerato de seis años y sustituyendo por el Bachillerato Unificado y Polivalente (BUP), el de la Ley General de Educación de 1970, de tres años de duración. Con la implantación de esta nueva Ley, finalizan las academias.

          La convicción de la importancia trascendental que tuvieron las academias, durante casi un tercio de siglo, para varias generaciones de jóvenes gomeros, al servir de puente cómodo y económico entre la Enseñanza Primaria y la Universidad, nos creó una deuda de gratitud permanente con ellas, deuda que nos obliga a  mantener vivo el recuerdo y el agradecimiento a todos aquellos que las hicieron posibles.