Carnaval y Transgresión (Por Juan Prado Piñeyro)
No he oído el pregón del carnaval de Santiago. Ni lo pienso oír. Se cuenta que se le llama puta a la Virgen María. Ignoro si hay matices amortiguadores de la intención. Para lo que quiero explicar me resulta innecesario saberlo.
El año pasado se originó en Las Palmas un escándalo en la gala de los Drag Queen porque uno, que luego resultó ganador, utilizó una coreografía emulando a Jesucristo en la cruz. El obispo saltó como un resorte hasta el punto que le llevó a decir la insensatez de que era el acto más penoso desde que está en canarias comparándolo con el accidente de spanair. Posteriormente se dio cuenta de lo que había dicho y pidió disculpas. Pero para su desgracia lo dicho queda dicho.
Sin embargo ello no quita que fuera lógico que el obispo se molestara porque vio en el hecho una ofensa a la fe de millones de creyentes católicos, y a quién opine de otra manera al valorar su malestar es que le faltan dos luces ya que lo incomprensible sería que estuviera partiéndose de risa. Pero creo que el señor obispo se equivocó en su reacción, lo cual no deja tampoco de ser entendible, ya que un obispo es un hombre, con su innata capacidad de equivocarse.
A mi juicio, y dicho con el máximo respeto, la actitud, del mismo obispo, y la de ese grupo de abogados católicos que interpusieron querella criminal ante el juzgado, no fue muy afortunada. Y ello porque a mi criterio estamos tratando de una fe basada en el amor y la entrega al prójimo. Si se reacciona como en las cruzadas, flaco favor se hace a la función evangelizadora que implícitamente conlleva atraer hacia esa fe a la mayor cantidad de los seres humanos. Por otra parte a mí me gusta decir que una de las diferencias entre el Dios cristiano y el de otras creencias es que aquél tiene un excelente humor. Se cuentan chistes de Jesucristo, la Virgen y los apóstoles, que hacen reír hasta al mismo Papa, porque están desprovistos de maldad y sólo pretenden referir aspectos de la liturgia en clave de humor.
Damos por descontado que estas circunstancias no son viables ante la figura de Mahoma por las reacciones que suscitan y que no precisan mayor comentario. Si la fe cristiana es ecuménica y expansiva por naturaleza, que utiliza el amor y la caridad como herramienta de trabajo, no parece que acudir a los tribunales sea la mejor expresión para logar el propósito evangelizador, por decirlo de forma gráfica.
Mi opinión particular es que, aun entendiendo que los fieles católicos se sientan muy molestos, la reacción del obispo debiera haber consistido en analizar lo sucedido y una vez valorado, si así lo entendiera, manifestar públicamente su lamento en nombre de toda la cristiandad, y en seguida perdonar como lo hizo Jesucristo en la cruz a quiénes “no saben lo que hacen”. Y luego exponer las razones por las que piensa que la coreografía era impropia e irreverente. Y es precisamente esto lo que trataré de exponer a continuación, en una opinión personal que, naturalmente, admite otras de distinta índole.
Se dice que el carnaval es transgresión, y un recurso para poner en evidencia las “peculiaridades” de los grupos de poder fácticos que actúan en la sociedad. Visto así no cabe duda que aparece como un medio de control y profilaxis social que lo hace, si no necesario, sí al menos conveniente. No debe olvidarse, sin embargo, que el carnaval encierra en sí mismo una componente artística que se manifiesta en los disfraces, en las letras de las canciones de las murgas, en los bailes de las comparsas y, cómo no, en las coreografías. Más prestigio tendrá un carnaval cuánta más dosis de arte contenga. Por eso hay unos carnavales más celebrados que otros. El problema es averiguar si hay o no arte en todos esos elementos que configuran el carnaval.
Y tirando un poco de pedantería, conviene recordar a Nietzsche y Schopenhauer que entendían que el mundo está dirigido por una voluntad imperativa, de la que no se puede desprender nadie y que rige inexorablemente el universo. Pero ¡amigo! con una excepción: el arte. Ahí el ser humano es autónomo y libre en su plenitud. Luego una de las características que definen el arte es la libertad porque, en este concepto no puede penetrar esa voluntad ciega y sin sentimientos que dirige todo. Y para que esa libertad se pueda manifestar se exige el requisito de la creación, y a su vez la creación demanda por propia esencia originalidad. Lo que pretendo decir es que si una persona utiliza recursos ajenos a la creatividad y, consecuentemente, originalidad, es evidente que no está haciendo arte. Estará coqueteando con alguna forma más o menos estética, pero no haciendo arte.
La Drag Queen de Las Palmas lució una vestimenta preciosa; un maquillaje espléndido, y una puesta en escena llamativa. Pero utilizó un recurso pobre, vulgar diría yo. Cosas similares se hicieron tratando de transgredir, que no quiero citar para no caer en lo soez, porque las muestras a poco pensar pueden llegar a la mente de cualquiera. Yo siento decirle a la “reinona”, que su futuro no se halla en la creación artística. Y si no, al tiempo.
Curiosamente más adelante pude comprobar viéndolo en los informativos de la televisión, cuando lo entrevistaban en la puerta de los juzgados para enfrentarse a la querella, que resultó ser un chaval entrañable que hasta transmitía ternura. Y eso me hizo pensar que unas palabras distendidas del obispo a este chico le hubieran hecho recapacitar, o no, pero seguro que se habría ganado su simpatía. Y lo único que se ha logrado es dividir a la población entre defensores y adversarios.
Ahora le toca el turno al pregón de Santiago. Si es verdad eso que se cuenta y tal como se cuenta, me temo que el pregonero se ha equivocado de cabo a rabo. Y no sólo por lo que dice, sino por decirlo delante de un público sabiendo que está plagado de niños. Esto es imperdonable y la autoridad que lo contrató debiera tomar nota y hacer examen de conciencia. A buen seguro los electores se lo van a tener en cuenta. Porque hijos los tienen los que votan derechas y los que votan izquierdas.
Y en lo que se refiere a lo de llamar puta a la virgen, se me ocurre decir que yo no me preocuparía tanto por el adjetivo sino por la intención con que se utiliza. Viene al caso recordar que en la semana santa de Sevilla se le llama puta a la virgen como elogio, con todo el cariño del mundo. Pero claro, dentro del contexto de la frase ...”que bonita es la hija de puta...” Claro, se trata de una expresión como tantas otras dónde se utiliza el adjetivo para expresar otra cosa que se encuentra en el contexto de lo que se está transmitiendo, ...“¿tendrá suerte el muy hijo de puta?; ...cagon la puta....; ...de puta madre..., y así hasta cansarnos. Pongamos pues al pregonero en el contexto. Como dije, yo ni le oí ni le oiré. Así que corresponde juzgar a cada uno de los que se hallen interesados. Lo que sí está claro es que aquí tampoco hay arte que lo justifique.
Juan Prado Piñeyro.