No es un País para viejos ¿O sí? (Por José Ana Perez Labajos)
La reciente entrega de títulos a nuevos Magistrados, 25-09-2020, ha sido un día de bochorno para todo el País y supongo que de disgusto especial para los que ratificaron la Constitución en el referedum del 06-12-1978, que todavía están entre nosotros, es decir los que han alcanzado o superado los sesenta años y para los difuntos que podían tener esta edad, de no habernos abandonado prematuramente.
Estamos ante otra embestida más a la Carta Constitucional, que ha reportado a los ciudadanos de este país los años más prósperos de su historia moderna.
Tomando como base que actualmente los mayores de sesenta años pueden ser aproximadamente doce millones de conciudadanos, y aplicando los porcentajes oficiales que resultaron de la votación, es decir 67% aproximado de votantes sobre el número de electores y que a su vez el 87,78% fueron votos afirmativos, actualmente viven y siguen teniendo derecho al voto 7 millones aproximadamente de españolas y españoles, que defendieron el texto constitucional.
O sea más ciudadanos que los que votaron al Partido Socialista de Sánchez en las últimas elecciones. Dicho de otra manera, estos ciudadanos que apoyaron la Carta Magna y que por su resultado parece que no se equivocaron, constituirían el mayor partido político del país, si se ponen de acuerdo.
Por tanto, existe una burla directa que une la Moncloa con todos y cada uno de estos “viejos” españoles seguramente orgullosos de una de las cosas más importantes que han hecho en su mísera o alegre vida, eliminando la confrontación de las dos Españas. Da que pensar.
Podemos imaginar una larga fila india virtual de mujeres y hombres que llegan hasta la sala del Consejo de Ministros en las próximas elecciones (que no deberían tardar) y desalojar a estos personajes con un pasaje gratis hasta Venezuela o mejor a Corea del Norte.
La Constitución española de 1978, mal que les pese, incrementa su prestigio con el transcurso de los años y preside nuestra convivencia en todos los órdenes interpretada por el Tribunal Constitucional.
Su vitalidad está fuera de dudas y el Monarca tiene facultades íntegras para arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones, sin estar sujeto al gobierno de turno.
Efectivamente, no es un país para viejos… mientras podamos votar.