La Gomera, isla Mariana
Esta pequeña talla, más allá de leyenda que envuelve a su aparición, la encontramos ya en La Gomera en torno a 1530
Esta tarde llegará la Virgen de Guadalupe al Valle Alto de Hermigua, y lo hace dejando atrás el templo parroquial de La Encarnación camino al ex-convento dominico de San Pedro. Podríamos decir que aquí se cierra el ciclo Mariano en el recorrido insular de la Morenita.
Esta pequeña talla, más allá de leyenda que envuelve a su aparición, la encontramos ya en La Gomera en torno a 1530 y responde, tipológicamente, al exitoso modelo exportado desde Malinas, en los Países Bajos; por tanto, una escultura de origen flamenco que se une a las efigies de las Nieves (en la iglesia matriz de La Asunción, San Sebastián) y a la conocida como Virgen de la Salud (en la ermita de las Nieves) como representantes de estas piezas que tanta importancia tuvieron en las Islas Canarias durante el siglo XVI al amparo del comercio del azúcar, en donde La Gomera jugó su papel, con un total de cinco ingenios que funcionaron, en mayor o menor medida, durante esta centuria.
Atrás, a su paso por San Sebastián, compartió templo con otra efigie mariana de valor indudable: la sevillana imagen de la Asunción, atribuida al círculo de Blas Molner, por tanto, una joya de la escultura hispalense del siglo XVIII en La Gomera.
En Chipude acompañó a la Reina, a la Candelaria, una de las mejores piezas de la imaginería canaria y cuyo escultor -¿acaso Estévez?- tuvo el valor de imprimirle una belleza y dulzura en su rostro comparable, acaso, con su otra gran imagen esculpida para la isla, como es la Virgen de la Encarnación de Hermigua, el culmen de su etapa más clásica, modelada en madera y tela encolada en la década de 1830.
En Valle Gran Rey tomó de su mano a la imagen de Los Reyes que, bajo mi punto de vista, fue esculpida en los valencianos talleres Cuesta con una delicadeza exquisita, similar en cuanto a concepción y suavidad de línea con esa otra joya de la imaginería gomera que es la Virgen de la Salud de Arure.
En Vallehermoso la vio la Candelaria en San Juan, la candela que hunde sus raíces en La Gomera desde los albores del siglo XVI y que fue otrora una de las grandes devociones insulares, para terminar en Agulo haciendo pareja con la Merced, la Virgen redentora de cautivos, documentada en este pueblo de empedradas calles antes de 1638.
Hoy llega al exconvento, y acompañará en su casa a la Virgen del Rosario, la Madre de los dominicios, los fieles custodios de la palabra, una imagen traída de la Península por un vecino del pueblo, Miguel Ramos, hacia 1611. Aquí se cerrará el ciclo Mariano de la Virgen, compartiendo no sólo la fe de un pueblo volcado con su Patrona antes de su regreso a Puntallana el próximo 14 de diciembre, sino también advocaciones en esta isla singular, llena de efigies de un valor incalculable: un patrimonio de primera magnitud a nivel devocional y artístico.
Pablo Jerez Sabater
Grupo de investigación Lhisarte
Universidad de La Laguna