La Gomera a veinte años del fallecimiento de Virgilio Brito (Por Ricardo J. Valeriano Rodríguez)
El jueves 17 de febrero del año 2000 murió Virgilio Brito García en su pueblo natal, Hermigua. Su sepelio tuvo lugar dos días más tarde de su fallecimiento, el sábado 19 de febrero. Su muerte llenó de consternación a todos sus familiares y numerosos amigos que poseía. Pero para La Gomera también supuso una gran pérdida al despedirse de este mundo una de las personas que con más ahínco defendió el acervo cultural de la isla.
En unos tiempos hoy en día donde desde el pueblo gomero y desde sus instituciones públicas se ha conseguido que nuestras tradiciones como el baile del tambor y sobre todo el silbo gomero alcancen un importante auge de popularidad y conocimiento por gran parte de la población canaria y foránea, es justo y necesario recordar a aquellas personas que lucharon en solitario en medio de la dura travesía del desierto causada por la dejadez de la sociedad civil y política de hace unas décadas con el objetivo de conseguir que nuestras tradiciones no cayeran en el olvido para siempre.
Virgilio Brito fue uno de estas personas sin lugar a dudas. Nació en Hermigua en 1922. Desde muy joven se interesó por las costumbres y tradiciones de La Gomera sin haber cursado ni un solo estudio universitario, pero esto no fue impedimento alguno para que pudiese discutir sobre cuestiones de su isla ya fuesen geográficas, históricas o de cualquier tipo ante el catedrático de turno que se prestase a hacerlo. Fue un auténtico autodidacta. Participó en la elaboración de libros y artículos científicos sobre la cultura, la historia y las tradiciones de La Gomera. Fue ante todo un hombre muy preocupado por guardar y por transmitir el pasado y las cosas de su isla.
El secreto de su vasto conocimiento sobre La Gomera fue sin duda el hecho de que estuviera siempre en contacto sobre todo con los gomeros de avanzada edad (de La Gomera “profunda” y rural) que le transmitieron su conocimiento. Asistió a conferencias y charlas, algunas de ellas en círculos científicos del extranjero, como cuando viajó a Alemania a participar en una conferencia sobre tradiciones y costumbres. Todas estas actividades las realizaba de forma altruista y sin ningún tipo de interés.
Fue poco, sin embargo, el legado de Virgilio de forma escrita. Uno de los pocos escritos que se conservan fue un artículo que apareció plasmado en el programa de las Fiestas de El Cedro de 1978. En él escribe unas palabras que son hermosas y transmiten una honda preocupación por el peligro de que el silbo gomero acabase por desaparecer por aquellos años setenta del siglo pasado:
“Como un eco, cortando la negritud de la noche, ondulando montañas, llegaba, apagado y lejano, el sonido de un silbo. El tono de atención y el nombre del demandado. Los oídos de la isla estaban atentos a traducir el mensaje. Con una visión pesimista, se tenía la certeza de que un silbo en la noche era el presagio de una enfermedad, una llamada angustiosa para un galeno. Y el más cercano al pueblo tenía la obligación de repetir el mensaje hasta que llagaba al interesado”.
Se conocía al dedillo la geografía física y espiritual de su tierra. La caminó innumerables veces, recogiendo consejas, dichos populares, el léxico propio, salvando aperos, alentando a las buenas gentes de los poblados perdidos de la Isla a que no olvidaran sus ancestrales prácticas artesanales. Fruto de su amor a la isla y de su curiosidad es el espléndido conjunto de testimonios de la vida rural gomera que Virgilio reunió pacientemente en su casa de Hermigua, hasta que se le quedó pequeña para tanta olla de ordeño, tanto bernegal, tantas queseras, tantos aperos como fue rescatando con amorosa dedicación.
Poco a poco, durante décadas, fue reuniendo aperos, instrumentos, objetos típicos, hasta hacerse con una colección que estuvo en su comienzo en las dependencias del ayuntamiento. Fue su gran legado sin lugar a dudas. Hoy en día casi todo lo existente en el Museo Etnográfico insular, salvo su nombre, es suyo.
Virgilio fue uno de los vecinos que más conocían La Gomera. El gran hombre de Hermigua, el hombre que más sabía de las cosas de esta isla mágica de la laurisilva y palmeras, fue el gran impulsor sin lugar a dudas del conocimiento que hoy tenemos, no sólo los gomeros sino el resto de canarios, acerca de nuestra isla. Virgilio Brito fue un autodidacta, enamorado de su isla, de sus bosques, de sus costas, de su arquitectura popular, de su gastronomía, de su folclore, de su historia… De todo eso sabía Brito y todo eso nos transmitió.