Intentaron volar
"Mi presencia en estos medios de información digitales dista ya de años. He representado siglas, he condenado con mi palabra las injusticias sociales, he recibido reconocimientos que decían ser merecidos".- Hilda Esther Barroso Cabrera
He elogiado comportamientos y también los he repudiado.
Hoy, ahora, en este preciso instante confieso que me es difícil
sentarme ante un papel impoluto y expresar este galimatías que desde
lo más profundo de mi ser me parece imposible entender y por ende
explicar, pero ante el que no puedo ni quiero permanecer impávida.
Amparados dicen por el paraguas del AMOR ,hemos asistido casi a diario a una deplorable violencia machista, esta simbiosis producto de la
barbarie y lo absurdo, cuya fusión genera dolor y deshilacha los
corazones de por vida.
No quiero referirme a un determinado asesinato, todas están
presentes: Marta, Laura, Vanessa, Gloria, Lucía, Sara; muy
extensa, demasiado extensa esta lista ¡Cuanto dolor gratuito!
Me pregunto ¿Dónde está la dicotomía que convierte a un ser engendrado con amor en un asesino?
Sentir la vida gestarse, es la primer maravilla del mundo, te entregas
sin reservas a ese ser, que paulatinamente va moldeando tu cuerpo, en
definitiva, proyectas un vuelo que quizás se trunca, pero por y para el
que bates las alas con todas tus fuerzas, dejando tras sí una estela
que te gustaría sirviese de guía a esos pequeños traviesos: nuestros
hijos, nuestras hijas.
En mi humilde opinión estos sentimientos confluyen en todas las
madres. Allí estaban esos brazos que arroparon el sueño o calmaron la
pesadilla de ese verdugo y otros brazos, quizás a corta distancia, que
arroparon a esa niña inocente y mitigaron sus miedos.
Ambos, víctima y verdugo recibieron besos, caricias, sonrieron y alegraron ese hogar hoy destrozado, ambos acallaron su llanto por esos pechos que agrietados supieron amamantar, ambos escuchaban la voz de esa madre, ya desde su vientre intentando entonar esa nana que los haría inseparables de por vida....aunque: Aprendí que aún muerta, esa unión será indisoluble.
Aprendí a reconocer el dolor ajeno, el dolor de esa madre que hoy
llora la muerte de ese hijo constructor de sueños rotos, justiciero
inclemente en manos de la justicia y que sin embargo vive.
Aprendí sobre todo lo absurdo del mañana, si como diría el poeta la
vida no vale nada. Aprendí que todos somos víctimas y todos, absolutamente todos somos responsables.
Aprendí que esta gran problemática no puede vencer a la esperanza .
Hilda Esther Barroso Cabrera