Un sueño con La Gomera

¡En sueño me pareciera que anduviera La Gomera!

¡En la noche me acostaba a soñar con La Gomera! No puedo recordar nada sobre el momento en que fuera, si ocurrió de madrugada o quizá en horas primeras.

El caso es que me encontraba sobre un trozo de madera, cual gente desamparada que abandona una patera, flotando en aquellas aguas que sabidas parecieran.

Y aunque remaba y nadaba sin saber de qué manera, no notaba que avanzaba y como anclado estuviera, tal vez no me percataba que en círculos me moviera.

Abrí los ojos sin ganas como aquel que no pudiera, mirando entre las pestañas para ver qué hubiera afuera, pues las mismas me pesaban como bloques de cantera.

De pronto me aparentaba ver una línea costera y aunque trabajo costaba o algo así me pareciera ¡Mi corazón se agitaba por saber que tierra era!

El mareo se espantaba y como pez que ‘juyera’ paso cerca de unas bajas rebasando una escollera y cuando llego a la playa ya estoy con la lengua fuera.

Me detuve apenas nada a que el resuello volviera, entretanto aprovechaba para mirar la rivera y observar si recordaba algo que reconociera.

Los tarajales se hallaban como si fueran barreras, se extendían por la playa formando una verde acera de modo que separaban el mar de las plataneras.

Me metí en una llanada con plátanos por doquiera, cuando una piña dorada me invitaba a que comiera y comí con tantas ganas que me pegué una ‘jartera’.

El barranco se encausaba entre cañas y palmeras y cuando la vista alzaba sobre empinadas laderas se erguían grandes montañas a una y a otra vera.
 

¡Qué pequeño me apreciaba ante tales cordilleras! ¡Pero qué bien me notaba en medio de esas cumbreras! La tranquilidad reinaba y en un edén me creyera.

Y como el agua bajaba escurriendo por doquiera me remojé en una charca quitándome la salmuera que con el agua salada saturaba ropa entera.

Con las cañas y las palmas me preparé una sombrera, pues hacía las trenzadas tal como se hace una estera, tanto que me aparentaba que aún mi abuela viviera.

El barranco remontaba con un andar con esperas y a los lados verdegueaban plátanos y tomateras, pues la prisa no contaba porque estaba en mi Gomera.

Con las pausas apropiadas y entre el bosque de palmeras, a cada paso que daba más hermoso se entendiera y mi vista disfrutaba con la estampa mañanera.

Y si alguien me preguntara al ver cuán tallada era: ¿Dios mío cómo llegara hasta la misma cimera? En el sueño contestara que podía haber manera:

Despacio y con mucha calma
cualquier persona pudiera, que medianamente sana no le duelan las caderas y entendiendo que no haya algún tipo de cojera.

Las papas y las batatas se aprecian por donde quiera y cuando alcanzo las plantas de la misma cordillera, vi los saos y las zarzas entre un montón de ñameras.

Copiosamente regadas con agua de torrenteras que los berros anegaban y que rico apetecieran mezclados en ensalada o si en potaje se hicieran.

Continúa la trepada a las tierras medianeras por sendas zigzagueadas cual si fueran escaleras, por tejados con retamas tabaibas y vinagreras.

Y entre otras clases de matas resaltaban las tederas, encontrándome bandadas atestadas de tuneras y un poco más disgregadas se distinguen las higueras.

Ya comienzan las lomadas con las fértiles praderas de distintas yerbas bajas que los ganados comieran, para hacer rica cuajada con la leche que ofrecieran.

Alguien llevaba a las cabras una carga de tederas y al poco tiempo ya estaba exprimiendo en la quesera, mientras se asaban las papas con cepas y charasqueras.

En las zonas apropiadas me topaba con las eras donde trillaban cebada sembrada en la sementera. Vegas plantadas de papas que en inglés son tempraneras.

Barranqueras y cañadas forman hoyas y longueras, donde las frutas se daban y además tierra viñera, con paredes rematadas por las filas de junqueras.

Un vergel se congregaba: Los membrillos con las peras, las ciruelas con manzanas, castañas y tamareras. ¡Con las ganas que me daban me llené las faldriqueras!

Las palmeras se plantaban junto a hileras de piteras y con majanos marcaban las muchas fincas linderas ya que estaban tan pegadas que cual puzle se advirtieran.

Algunas fuentes de agua al lado de hayas creceras, se las encuentra cercanas que una con otra se vieran y que la sed me saciaban fresquita cuan de nevera.

Las cuestas ya son más planas y no sé si hay carreteras, yo seguía anda que anda
ni sentía la cancera, porque el aire que me daba casi de oxígeno fuera.

Mi afán era si llegaba a la misma cabecera, para apreciar brezo y hayas que por monte se nos dieran y la laurisilva amada fuera un Parque de primera.

Me acuerdo que recordaba las hornillas carboneras, la leña que acarreaba para que mamá cociera y el juargazo que cargaba para hacer estercoleras.

¡De repente reparaba que bastante era de veras! Y cuando más disfrutaba de la eterna primavera y hasta ya veía alzadas las ramas como banderas:

¡De pronto me despertaba en un lecho de helecheras! Mientras que me acariciaba la brisa refistolera. ¡Con mi corazón y el alma cuánto adoro a mi Gomera!

Les enuncio un hasta luego si Dios a bien lo tuviera darme un poco más de tiempo que regalo me supiera y antonio luis de san pedro otros versos compusiera.

Antonio Luis de San Pedro