Zafarrancho de limpieza (Por Oscar Izquierdo)
Por todos lados, en cualquier municipio, ciudad, pueblo, barrio, paraje natural o zona costera, montes y barrancos, calles, plazas, avenidas, parques, espacios públicos, polígonos, carreteras. Es un mal generalizado, cada vez más abundante, preocupante y peligroso, no sólo desde un punto de vista sanitario, que ya tiene su importancia por sí mismo, sino también, de una falta de concienciación ciudadana, donde hay que incorporar la solidaridad y la implicación activa y efectiva, del vecino o residente del lugar que corresponda.
La inmensa mayoría de los ayuntamientos están desbordados, en esta cuestión de primera necesidad, porque los servicios de limpieza no llegan a cumplir sus funciones con la normalidad deseada, unas veces por carencia de personal humano y medios materiales, otras, por falta de gestión y planificación eficiente del servicio correspondiente, también, por las continuas discrepancias entre la empresa adjudicataria y la entidad municipal, así como por dejadez, cansancio y apatía de los responsables públicos, ante una problemática que les supera con creces y no saben o no pueden atajarla. En muchos casos, impotencia gestora es lo que se aprecia, así como falta de contundencia, a la hora de tomar medidas drásticas para acabar con esta lacra. Sanciones económicamente ejemplares, serían disuasorias.
Por otro lado, además destacable, hay que reconocer, agradeciéndolo, porque sería injusto no hacerlo, la labor del personal de las empresas de limpieza pública, que desde madrugada ya están ejerciendo su oficio con diligencia, buen hacer y profesionalidad, llegando hasta donde pueden, con su único esfuerzo personal.
En honor a la verdad, toda la culpa no viene de la parte pública, sería demagógico plantearlo así, ya que precisamente, lo que provoca principalmente este contratiempo cotidiano, que sufrimos visual y olorosamente, como una parte más, añadida a nuestra convivencia diaria, hay que achacarlo a los ciudadanos incívicos, que pululan con total impunidad, alevosía y descaro. Siendo verdaderos insolidarios, egoístas, gandules y como decimos en Canarias, frescos. Evitan, por comodidad e indecencia, los Puntos Limpios¸ esas buenas instalaciones públicas, estratégicamente colocadas en sitios asequibles en cualquier isla, donde se reciben determinados residuos urbanos, previamente seleccionados por los ciudadanos, constituyendo un sistema de recogida selectiva de desechos con seguridad.
Prefieren ir a los barrancos o espacios naturales, a esparcir su bazofia, que puede ser de cualquier clase o condición, llegando a verse hasta lo más insólito. Además, no respetan los horarios establecidos para depositar la basura en los contenedores, siendo habitualmente los que dejan las bolsas por fuera, a expensas de las ratas o demás animales callejeros.
Desde FEPECO, como patronal de la construcción en nuestra provincia venimos denunciando, desde hace décadas, con hechos concretos, informes, fotografías, videos, datos específicos, que la economía sumergida, por cierto, ahora más floreciente que nunca, que podemos definir como el conjunto de actividades económicas que se desarrollan al margen de la legalidad, es visible en nuestras islas.
No está escondida, oculta o desapercibida, como debería entenderse en una actividad fuera de control, porque se ve, principalmente, junto a los contenedores, barrancos o espacios aislados, donde los desalmados, abandonan enseres, basuras de todo tipo, restos de obras de reforma y rehabilitación, principalmente de baños, cocinas, cañería o tuberías e incluso bidones de amianto, escombros, electrodomésticos, colchones, muebles, sillas, aceites, loza sanitaria, ropa y toda clase de desperdicios.
Restos que provienen, principalmente, de desechos de los hogares y del cada vez más abundante trabajo ilegal, de los que se dedican a los cáncamos. Allí donde se encuentran estos escombros, cerca o lejos, porque son listillos para despistar a las autoridades, se está desarrollando alguna actividad prohibida. La inmundicia y porquería que generan es proporcional a su falta de conciencia comunitaria.
Presidente de FEPECO