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jueves, 26 de diciembre de 2024 00:00h.

Soledades. Aparcados como trastos en el desván

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En mi cita quincenal con los lectores de GomeraActualidad hoy voy hablar de la soledad. Hay varias clases de soledad, resalto tres que considero importantes y a tener en cuenta: La soledad de las personas mayores, la soledad elegida y la soledad en compañía.

Últimamente leo y escucho casos de personas mayores que se mueren solos en sus casas, el caso más triste que escuche fue el de una señora dependiente que vivía con su hija y al fallecer la hija que era quien cuidaba a su madre, esta murió por falta de cuidados.

Qué pena, que deshumanizados nos estamos volviendo, cada uno va a su bola y ni echamos cuenta al vecino aunque no le veamos con la misma frecuencia que lo veíamos.

En la época de mi niñez los abuelos estaban en sus casas y los hijos les cuidaba hasta el último momento; los hijos de ahora dicen no tener tiempo, tienen que trabajar, el sueldo no llega y quien paga los platos rotos son los abuelos, pasan de ser dios para sus hijos “mientras les sacan las castañas del fuego” a ser un estorbo cuando ya no les sirve, entonces les meten en una residencia como pago por los servicios prestados y allí les dejan como quien deja una maleta en consigna.

Tampoco les duelen prendas si les tienen que dejar en una gasolinera o los llevan a urgencias de un hospital y allí les dejan, mientras ellos se van a disfrutar de sus merecidas vacaciones que para eso trabajan y las necesitan.

Como si nuestras madres y abuelas no hubieran dado palo al agua en su vida, ellas lo han tenido mucho más difícil que nosotros, tenían que encender la cocina de carbón para hacer la comida y calentar el agua de la caldera que llevaba la cocina incorporada, lavar la ropa en el río, y la echaban al verdín (extenderla en el prado y cada poco la salpicaban agua por encima) el sol hacia el resto, la ropa quedaba blanca e impoluta.

Trabajaban la tierra sembraban patatas, maíz, pimientos, lechuga etc. atendían a la familia hijos, marido, abuelos y demás familia y la mayoría tenían animales que atender, vacas a las que había que ordeñar y un sinfín de tareas.

Trabajaban en casa, en el campo incluso trabajaban para otras personas y ahí estaban al pie del cañón “Pero claro eso… no era trabajar”
El progreso llegó y lo puso todo patas arriba, ahora tenemos redes sociales y nos conectamos con el mundo entero sin movernos de casa.

Las redes sociales de nuestras madres y abuelas era hablar de ventana en ventana o salir a la calle a la fresca para echar unas risas mientras estaban al tanto de sus hijos y estos jugaban, al aro, a la goma, a las canicas, peonza al cascayu, (la rayuela) a la queda, a las cocinitas y las muñecas, en fin jugar y disfrutar, no como ahora que solo se entretienen con los juegos electrónicos y cada vez están más encapsulados y aislados de la realidad.

Hay un refrán que dice, una madre ha sido capaz de cuidar a sus siete hijos y ahora sus siete hijos no son capaces de cuidar y atender a su madre.

Ya se sabe que los tiempo cambian y se va evolucionando (aunque viendo lo que se ve, más bien vamos involucionando) ahora las mujeres también trabajan fuera de casa y es normal que así sea, lo que no me parece tan normal es que cuando sus padres los necesitan no les responden dándoles cuidados y cariño y casi siempre se desentienden de ellos.
Como en todo siempre hay excepciones, afortunadamente hay mayores que están atendidos por sus hijos con todas las atenciones y cariño que se merecen.

Pienso que los mayores donde mejor están es en su casa y si sus hijos por razones de trabajo no les pueden atender lo que se puede hacer es tener una persona que les atienda mientras ellos trabajan, al menos están en su ambiente y rodeados de sus seres queridos.

Hay casos que por sus características tiene que estar en una residencia, porque es lo mejor para ellos, pero siempre deben de tener las visitas de sus hijos para que vean que si por razones mayores no pueden estar con sus hijos, sus hijos si pueden estar con ellos visitándoles y preocupándose de su bienestar.

Hay también la soledad elegida, nada que objetar cada quien está en su derecho de vivir su vida como le plazca, la soledad cuando es por decisión propia tal vez es una buena compañera de viaje.

La que considero más triste es la soledad en compañía, muchas veces el vivir acompañados no quiere decir que estemos arropados, que nos apoyen, que nos escuchen cuando necesitamos comunicar penas y alegrías, muchas veces la soledad en compañía viene a ser como una casa de paso o un hotel, y las personas que ahí viven son como viajeros que usan la casa para comer, asearse y dormir pero son como extraños compañeros de viaje que coinciden en momentos puntuales y necesarios pero sin más vínculo afectivo.

Pienso que la soledad de los mayores y la soledad en compañía están emparentadas, la primera es una soledad impuesta por el egoísmo de los que se piensan que ellos no van a envejecer y siempre van a ser válidos y no se dan cuenta que los años pasan para todos.

La segunda es más compleja y la forman otros componentes, la costumbre, el miedo a perder la parcela de confort, el acomodamiento, la cobardía de no dar un paso adelante y romper con todo, la doble moral, los intereses y un largo etc.

De todas formas al paso que vamos todo se va ir al garete y acabaremos todos como un filete a la plancha, los fuegos ya están encendidos en gran parte del planeta, los glaciares se están derritiendo, las enfermedades campan a sus anchas, los alimentos contaminados a tope etc.
Qué pena de mundo, qué pena de valores perdidos, tal vez por inhumanos nos merecemos todo lo que nos está ocurriendo.