Me hago Viejo, sí.

Hoy que cumplo 68 años, he querido hacer esta reflexión.

Me hago viejo y camino por la tarde de mi vida, mientras tanto, este mundo no para de rodar; ya mis pasos son ecos de un tiempo que se va.
Me hago viejo y mis pensamientos están cansados, como hojas que al viento ya no quieren volar.
Me hago viejo y no quiero mirar atrás, pues cada recuerdo es una espina más.
Me hago viejo y mi corazón anhela juventud, un fuego que arde, pero que no puede durar.

Pasa la vida...

Me hago viejo, sí, pero mi risa aún resuena por las paredes de mi hogar.
Me hago viejo, y el amor que he dado vuelve en eco pleno, viendo a los amigos que están.
Me hago viejo, sí, ahora comprendo que esta vida es un ciclo ajeno, que tarde o temprano se irá.
Me hago viejo, sí, en el camino de mis días reflexiono: la vida es un suspiro, un instante, un soplo, como decía mi padre.
Me hago viejo… y en mi silencio comprendo que cada marca en mi cuerpo es una historia, un tesoro que cuidar.

Me hago viejo, sí, pero cada día es nuevo, una oportunidad para amar, para vivir el presente.
Me hago viejo y así, en la quietud de mi serenidad, acepto el paso del tiempo con dignidad.
Me hago viejo, sí, pero en mi alma se percibe la niñez y la juventud que ya no está.

Me hago viejo, sí, pero dando gracias a este regalo que es la vida, que fluye como río en su andar, con sus curvas y saltos sin cesar.
“Envejezco, sí, y la vida es un regalo para valorar. Cada momento es una oportunidad para amar y disfrutar. Ahora vivo plenamente el presente, la fuente de la vida, antes de partir.”