Póstumo homenaje
A este fallecido buen amigo mío, Domingo Quintero Pérez, le conocí, hace ya unos cuantos y transcurridos años, precisamente, durante los celebrados actos de una mariana Bajada de La Virgen herreña, con motivo de que se me encomendara una exaltación poética, dedicada por entero a los folclóricos y acreditados Bailarines de la Isla.
Durante un familiar almuerzo y, habiéndome tocado la cautivadora fortuna de poder estar sentado a su lado, finalizando mi extensa perorata, difundida entre una infernal algarabía, a grito pelado por falta de micrófonos, va y me dice: -.- ”Se merece un fuerte abrazo por sus acertados versos y por ser el único que ha sabido mencionar en toda su musical magnitud a uno de mis más queridos familiares, como en su día lo fuera el Gran Simancas”.
A partir de entonces, nos acoplaron los fuertes lazos de una estimuladora hermandad. Nos fundíamos en cordiales abrazos, en las diversas ocasiones en que tuvimos la feliz circunstancia de volver a poder vernos. Hombre, más que juicioso, sincero y altamente conocedor del ambiente local, no se cansaba de alabar hasta más allá de los translimites, las beneficiosas delicias de su amada localidad de SABINOSA, de la cual, durante unos muy complicados años, fuera Alcalde de la misma, laborando por ella, con inusitado arrojo, modélica perseverancia y resultantes buenas mejoras. Tenía cosas y peculiares sorprendentes pensamientos de auténtico filósofo.
Varias veces, le obsequié con una grabadas cintas magnetofónicas y, según, me constataba una de sus hijas, que, “las escuchaba y las hacía escuchar, sin descanso, horas tras horas”.
Individuo abigarrado de suma sencillez, simplicidad y cordura, para todos, tenia a flor de labios, el oportuno consejo, la necesitada palabra de consuelo, apoyando todo lo practicable y bueno, batallando a brazo partido contra las frecuentes injusticias, continuos desmanes , espinosas faltas de respeto e imprudentes discernimientos, sin dobleces ni falsarias posturas.
Cuando la saludable prudencia y el médico me lo permitía, más de un par de veces, saboreábamos juntos unos encanutados puros y, al volátil compás de las humaredas, hasta llegamos a comentar sobre los desastres acaecidos en los siniestros días de nuestra deplorable Guerra Civil, tan desastrosa y fratricida.
Otro buen amigo que se nos ha marchado, peregrinando,¡Dios sabe ahora!, por qué oscuros horizontes y desconocidos misteriosos senderos del más allá. Y, si, hasta GOMERAACTUALIDAD, me he permitido traerles estos hechos, hoy a colasión, es por la simple circunstancia de que, todos, podemos sacar algo de bueno y positivo, intentando seguir las refulgentes huellas de una tan dignificante y ejemplar existencia, merecedora de haber dado a conocer, en este particular RINCÓN que, tan generosamente, se me ha asignado.
Es el póstumo Homenaje, a un amigo singular, a un modesto personaje, que se encuentra ya de viaje, sin que logre retornar.