De patriotas y no patriotas
Dicen por ahí que los humanos tenemos cinco sentidos e incluso, algunos, un sexto sentido para darse cuenta de lo que el resto de los mortales no aprecia o fija. Como recordarán este último hacía referencia a la mujer como ente que percibía más y mejor que los varones, hecho que queda claro si tenemos en cuenta que, para un servidor, suelen ser más intuitivas y sagaces o, incluso, más inteligentes.
Hace mucho que alguien me dijo que el sentido común era, para desgracia de muchos e interés de pocos, el menos común de los sentidos. Yo era un adolescente y eso se me grabó a sangre y fuego en mi mente, me persigue como principio vital básico y lucho para que forme parte de mí como una segunda piel.
Leo casi todo lo que publica Arturo Pérez-Reverte ( ahora mismo estoy con su última novela) y sigo con curiosidad lo que escribe en redes sociales. Algunas veces peca de maniqueo pero muchas otras acierta con esa pluma brillante y arriesgada, alejada de la cobardía porque él es un hombre que viene de vuelta de todo y al que no le da miedo casi nada. Es la ventaja de envejecer y de no depender de nadie para ganarse el sustento.
Abro mi Facebook y alguien pone el enlace en cuestión. Resulta que en un Centro de Secundaria celebran un acto para conmemorar la Constitución. Ya saben, esa Carta Magna a la que se cita casi en exclusiva por su artículo 155 y que es ninguneada un día sí y otro también por los poderes fácticos o, incluso, por quienes ha jurado o prometido cumplirla. Pues bien, dentro de ese acto, un chico lee una parte y acaba con un grito de “Viva España”. Se decide abrirle un expediente porque, al parecer, se ha apartado del guión establecido por el conjunto de profesores.
Pérez-Reverte defiende al chico y, dicho sea de paso, yo también, dado que no supone nada insultante hacer ver el amor a tu país. Su castigo se explica por el clásico complejo de gran parte de la izquierda. Para ellos sentirse orgulloso de nuestro país es de fachas y gente así. Pero no es sólo un problema de la izquierda. Ahí tienen, sin ir más lejos, a nuestros representantes de la derecha y de la muy derecha que aprovechan cualquier cosa para indicar al común de los mortales que ellos son los auténticos españoles y que, si eres socialdemócrata y agnóstico, por ejemplo, eres un hijo de satanás y deberías poco menos que abandonar la piel de toro.
El régimen franquista se apropió tanto de los símbolos y de la idea de patria o nación que cuesta mucho deshacer el camino y observar las cosas con perspectiva. Durante casi cuarenta años se cultivó una idea exclusiva de España, una idea unitaria y dirigida con mano de hierro por los “Paquito’s boys”. Se basaba en la unión sin fisuras y sin diferencias, en la religión católica como única heredera de los valores supremos y en la represión más brutal de cualquier heterodoxia. Todo ello, como es lógico, hizo mucho daño y es frecuentemente recordado por buena parte del pueblo español, obviando, quizás sin saberlo, que España fue antes que Franco y que el “caudillito del Ferrol” se aprovechó de ella para, como decía él, limpiar el país.
Hubo, lo puedo garantizar, España antes que franquismo como ahora la hay después de aquel viaje a la nada que duró demasiado tiempo y la habrá a pesar de algunos talibanes del Norte sin seso que defienden la locura, el exceso y el odio.
Iñigo Errejón, político por los cuatros costados y ambiguo en exceso, cuenta que una vez alguien le gritó “viva España” y que él respondió, “que viva, que viva.” El problema es que tal grito se hizo para insultar o menospreciar a alguien que también es y se siente español. Todo depende, claro está, del tipo de patriotismo que se quiera ensalzar. Para mí, en eso coincido con Errejón, tal hecho se demuestra en la declaración de la Renta para que CUALQUIER español pueda acceder a una buena Educación, Sanidad o Justicia, además de a un trabajo digno. Sí, estoy casi seguro de haberlo leído en la Constitución.
¿Recuerdan a Zapatero y a Rajoy? Estos dos pájaros, como decimos en La Gomera, reformaron la Constitución en tiempo récord para garantizar a la ínclita Merkel que el pago de la deuda era antes que el estado del bienestar de los españoles. ¡Ahí es nada! Vendieron la soberanía a la paseante por los senderos de nuestra isla y nadie o casi nadie dijo esta boca es mía. En ese contexto, como decía Oscar Wilde, el patriotismo es la virtud de los depravados.
La bandera, el himno y sentido de nación son importantes para los que se pueden sentir orgullosos, por ejemplo, de la Sanidad pero no para aquél que trabaja diez horas diarias por 500 Euros mensuales.
Ya ven, falta sentido común y sobran postureos. Se puede ser muy español y ser socialdemócrata, se puede ser muy español y ser liberal, se puede, en suma, ser muchas cosas pero apenas se puede sentir los colores patrios cuando un niño te pide dinero para un bocadillo y ves la vergüenza dibujada en su cara.