¿Yo silbo? No.Yo silbo, tú silbas, … todos silbamos silbo gomero.
Uno, a pesar de que los años pasan, no deja de asombrarse ante situaciones que parecen extrañas, forzadas, alejadas del sentido común, como un cuadro surrealista o, algo mucho peor, como los síntomas evidentes de una enfermedad propia de nuestro tiempo: el interés más vil y el postureo.
Leo en no pocos sitios esta tormenta desencadenada hace poco acerca de que, al parecer, hay en otras islas canarias un silbo articulado diferente al de la isla colombina. Fíjense que he dicho articulado y no silbo convencional (o común) porque ahí está una de las claves para que ustedes entiendan lo que quiero expresar en estas líneas. El silbo gomero puede reproducir casi cualquier cosa (y en cualquier idioma) que quiera el silbador, a condición de que el silbador conozca la lengua de base. Es, por lo tanto, un sistema único y no un conjunto de frases convencionales que son silbadas en contextos pastoriles y poco más.
Intento, créanme, ser claro en la expresión porque ahora, quizás, no me ata un interés estético, sino pedagógico: explicar al que quiera leer esto que se confunde de forma interesada ciertas cosas de base para crear ríos revueltos y, por lo tanto, ganancia de pescadores o, por ser más actual, chiringuitos varios con la subvención correspondiente.
Sé que muchos dirán que me puede mi condición de gomero. Amo a mi isla pero amo más a la verdad y tengo dos defectos incorregibles: soy más duro con lo que aprecio y no puedo permanecer indiferente ante las injusticias. De lo primero da fe un artículo que escribí hace tiempo criticando el status quo socioeconómico de La Gomera (derivado del afán de la política de meter sus narices en todo) y, de lo otro, doy pruebas en mi vida diaria. Esto que escribo es hijo de lo segundo.
Acudamos a la Historia y al paso del tiempo que suele dar frutos dulces a situaciones problemáticas, parafraseando a Cervantes. Ha habido, mirado con perspectiva, situaciones en las que se ha demostrado el carácter exclusivo del silbo gomero, al menos en las Islas Canarias y en España.
Hace mucho, o quizás no tanto, a principios del siglo XX, Alfonso XIII acude a nuestras islas y es agasajado con numerosos festejos. Uno de ellos, en la Avenida de Anaga de Santa Cruz de Tenerife, consiste en un repertorio de costumbres ancestrales y, hete aquí, que se propone una exhibición de silbo. ¿A quién se recurre? ¿A la gente de Tenerife? ¿A la gente de El Hierro? ¿A gente de Gran Canaria? No. Se recurre a unos soldados acuartelados a los que se les exige una única condición: ser gomeros y saber silbar, que no todos los gomeros lo hacían pero que quien lo hacía era gomero, o había aprendido de un gomero. Es evidente que todo el mundo sabía quién silbaba en nuestras islas.
Vayamos un poco más adelante. España se desangra en una guerra civil que, en mi opinión, muchos no han superado y que es traída de forma recurrente en las formas y, algunas veces, en casi los hechos, en un país de sectarios y fanáticos que no concede nada al rival. En el frente de los Pirineos, les contaba, se les corta las líneas telefónicas a los nacionales (ya saben que nuestras islas cayeron enseguida en el yugo franquista) y, en respuesta, un grupo de silbadores fue llevado en aviones al frente para garantizar cierta comunicación. ¿De dónde eran esos silbadores nacionales? Sí, lo han adivinado, de La Gomera.
Y podríamos seguir así, narrando historias, anécdotas, situaciones de todo tipo donde el silbo gomero es utilizado como una forma de comunicación única, originaria de la isla de la Torre del Conde, exportado con seguridad a otras islas y a otros sitios de Venezuela y Cuba, donde, curiosamente, emigraron muchos gomeros.
Hace 36 años que vivo en Tenerife. Vine a estudiar aquí y aquí me quedé, como tantos otros, como todos aquéllos que pensábamos que la formación nos haría libres y garantes de una cierta estabilidad laboral. Desde 1988 nunca escuché nada del silbo que no fuera acotado a La Gomera, sea como propio o como, ya se ha dicho, exportado a otras islas y territorios. No sólo yo. Nadie sabía de un silbo herreño, tinerfeño, … que no tuviera su origen en el gomero, el único articulado y que no es convencional o común.
Ahora todo ha cambiado. La formación no te garantiza ninguna estabilidad laboral para más gloria del Dios mercado y de este neoliberalismo que destruye personas y construye riquezas. Pero otras cosas han cambiado e, incluso, las hay nuevas. No hace tanto que se habla de un “silbo canario” empleado en bastantes islas, el silbo canario de Tenerife, el silbo canario del Hierro, el silbo canario de Gran Canaria y lo que te rondaré morena. Incluso se avala esta tesis con nombres de gente docta y ducha en el tema que, al ser preguntados, niegan saber nada de ese supuesto apoyo. Como lo oyen. Y es más, algunos paladines de esa falacia reniegan de tal hecho y, en un ataque de dignidad, denuncian ante Patrimonio las vilezas e intereses de quienes los engañaron.
Por supuesto que nadie tiene nada en contra de que se investigue, se analice, se estudie cualquier forma de comunicación pero con claridad y haciendo ver que las cosas son como son y no como a algunos les gustaría que fueran. Hacen malabares lingüísticos para tapar la verdad pero ésta, como se sabe, es tozuda y, me atrevería a decir, cruel para quien no la respeta. Nada tenemos contra El Hierro, Gran Canaria, Tenerife, … Sólo faltaría. Somos islas hermanadas dentro de una visión pancanaria que yo estimo y apoyo. Pero no se puede retorcer realidades atacando la especificidad de nuestro silbo gomero, esto es, “atacando su esencia y sentido único por políticas globalizadoras”, como dice la UNESCO.
Hay evocaciones entrañables bellas, bellísimas, llenas de ternura y demás cualidades, pero una evocación entrañable no puede ser patrimonio porque éste tiene que estar vivo, permanecer en el tiempo, tener una visión generacional, intención de perdurar, como hizo Isidro Ortiz y Lino Martín en los colegios de La Gomera para que algo que existía desde hace siglos no se perdiera por los vaivenes de la vida moderna.
El llamado “neosilbo” no es sino una réplica no autorizada del silbo gomero. Este sistema no es ya de los gomeros sino de mucha otra gente y no debemos hablar del silbo de La Gomera, sino del silbo gomero porque es una forma de comunicación única que se práctica en muchas otras partes que no son la isla colombina. Hay que ser estrictos en la verdad para no caer en un chovinismo estúpido.
Puede que ustedes no me crean. No tienen por qué hacerlo. Pero si se quieren bañar en la verdad y saber cómo son las cosas deberían buscar en Google el artículo “Silbo gomero y pleito insular” donde el autor despeja todas las dudas sobre esta polémica y como los intereses locales y políticos transforman en conflictos lo que no tendría razón de ser.
Por cierto, el autor de ese artículo es Marcial Morera, catedrático de la Universidad de La Laguna. Fue profesor mío hace bastante tiempo aunque dudo mucho que recuerde a aquel gomero que preguntaba sin cesar en sus interesantes clases.
Ya ven. Unos han existido desde siempre y otros lo intentan pero no lo consiguen. Así es la vida. A veces el querer no es poder, sobre todo cuando te avala un interés espurio articulado en subvenciones varias y una forma de postureo que se aleja bastante de la dignidad.