Unos más que otros
Es curioso cómo los recuerdos hilados a través de las notas de un pentagrama tienen una identidad propia mucho más sólida que las vivencias con prisas de estos tiempos convulsos que nos ha tocado vivir.
“Parole, parole, parole”, era la canción que me venía a la mente al escuchar cómo uno de nuestros insignes representantes del devenir del ruedo ibérico comentaba, no sé si con sorna, que todos somos hacienda y debemos contribuir. Esperen, no se precipiten y no se acuerden de sus familiares al leer lo anterior.
Lo reconozco, yo también tuve esa tentación pero vamos a darle el beneficio de la duda porque, quizás, el hombre no estuvo acertado o, simplemente, pasó por la Universidad pero ésta no pasó por él. Lo que natura no da Salamanca no certifica, se suele decir. Créanme, conozco varios casos a los que el Gaudeamus igitur les queda muy grande.
No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que, en temas de impuestos, Hacienda somos unos más que otros. Eso de que somos todos iguales quedó desmontado de facto el día que un juez dijo que sólo era una campaña publicitaria. Lo hizo, reflejando la verdad, para intentar exonerar de sus graves responsabilidades judiciales a la hermanísima de nuestro Jefe del Estado. Por cierto que la ínclita Cristina no está en la cárcel por una única razón: ser la hermana de quien es y porque este país no ha superado su complejo de joven democracia lastrada por cuarenta años de franquismo.
Y es que en temas judiciales tampoco somos todos iguales. Así queda demostrado viendo la ínfima cantidad de golfos que están en la cárcel después de haber llevado al país al desastre. Además, y perdón por hablar de mí, sobre este punto puedo dar fe yo personalmente.
Hace poco leía que los dirigentes políticos de Hacienda han dado la orden a los sufridos Inspectores para que estén ojo avizor en las ceremonias de bodas, acontecimientos varios y festejos de toda clase. Ahí es nada. No solamente pisotean la dignidad de estos funcionarios sino que les hacen ver que ahí está el fraude cometiendo así un acto de prevaricación pues saben perfectamente que eso es el chocolate del loro comparado con lo que grandes empresas, grandes fortunas y banca defraudan año tras año burlándose de los que tributamos al 20% o de esas Pymes que hacen milagros para sobrevivir.
Pero ya sabemos cómo funciona esta plutocracia corrupta y falaz donde un pequeño empresario o nómina es sangrado para sostener el estado del bienestar mientras otros, autodefinidos como patriotas (¡tócate los cojones!) se saltan la ley sistemáticamente y se aprovechan de subterfugios legales creados por fieles siervos que luego serán sus empleados en virtud de unas puertas que giran y giran a mayor abundamiento de la desvergüenza nacional. Mientras, el honrado ciudadano frunce el ceño, baja la cabeza de impotencia y deja de creer en los símbolos de una nación que no lo representa.
La igualdad tiene en la equidad impositiva uno de sus pilares, es más, si no hay justicia fiscal no puede haber justicia. Así de claro. Confíen en mí. Estoy seguro de haberlo leído en algún sitio. Sí, ahora lo recuerdo, en esa Carta Magna que muchos citan e, incluso, interpretan a su antojo según sus conveniencias propias. Pues bien, en la Constitución se recoge un artículo en el que se estipula que los impuestos deben ser progresivos, esto es, que pague más el que más tiene.
No estaría mal que esos lectores compulsivos de nuestra gran ley volvieran a leerla en TODOS SUS ARTÍCULOS y no solamente en el tan cacareado artículo 155. Ya que estamos en época estival podríamos examinarlos de esa lectura global en septiembre. Muchos, a buen seguro, no llegarían mucho más allá del cero.